Un santo para cada día: 22 de marzo S. Bienvenido Scotivoli (Un eclesiástico imbuido de espíritu franciscano)
De él nos han llegado pocas noticias referentes a su infancia y juventud, tal y como suele suceder con aquellos personajes que solo adquieren notoriedad cuando ya son adultos
Nace Bienvenido el 2 de marzo de 1282 en Ancona, región del centro de Italia, al oeste del mar Adriático, a unos 210 Km al noreste de Roma. De él nos han llegado pocas noticias referentes a su infancia y juventud, tal y como suele suceder con aquellos personajes que solo adquieren notoriedad cuando ya son adultos. Se sabe que realizó sus estudios de derecho en Bolonia, bajo la dirección de un canónigo llamado Silvestre, fundador de una congregación y que llegaría a ser santo.
Después de haber sido ordenado sacerdote comienza a desempeñar cargos de cierta responsabilidad; primero como capellán pontificio para ser nombrado posteriormente arcediano de Ancona. Siendo hombre de avanzada edad es nombrado administrador de la diócesis de Osimo y un año más tarde, restablecida ya por decisión de Urbano IV la sede de esta localidad, Bienvenido pasa a ser su obispo el 13 de marzo de 1264 y dado que demostraba ser un buen eclesiástico y buen administrador, pasados tres años se le encomendó el gobierno civil de la Marca de Ancona.
Como gran devoto que fue de S. Francisco de Asís acogió con gran entusiasmo a los hermanos menores, incluso el mismo se hizo franciscano. En toda su trayectoria Bienvenido dio muestras de ser un hombre paciente, condescendiente y afable, con innegables dotes de reformador. En el legítimo uso de sus competencias, tomó la decisión de suprimir el convento de S Florencio de Posciavalle en el año 1270, valientemente se atrevió a prohibir la venta de los bienes eclesiásticos y finalmente, en el 1274, puso en marcha una reforma en toda regla, al tiempo que supo defender con tesón los derechos de su diócesis frente a la ciudad de Cingoli. Hombre emprendedor supo organizar debidamente la diócesis a él encomendada y cuidar con esmero a sus fieles y sacerdotes, a quienes tenía buen cuidado de visitar, predicando, catequizando e instruyendo incansablemente a través de su palabra, haciendo lo que estuvo en sus manos para promover la cultura en las clases populares y ayudando al clero para que no le faltara lo necesario, en orden a poder conseguir la formación adecuada a su condición, pero sobre todo como pastor que fue, supo trasmitir su celo apostólico a través de una vida ejemplar, que es la mejor forma de comunicar a los demás lo que uno siente y piensa.
Bienvenido en lo personal fue un hombre imbuido del espíritu franciscano. Por debajo de los ceremoniosos ornamentos episcopales lo que había era una persona humilde y sencilla, cuyo lema de vida no fue otro que buscar la gloria de Dios. Su preocupación no estuvo en buscar los bienes materiales y las cosas de este mundo, sino mirar por el bien de su propia alma y por el bien de las almas a él encomendadas. Supo unir la fortaleza y resolución en sus decisiones con la suavidad de las formas para llevarlas a cabo.
Como buen franciscano y al ejemplo de sus hermanos menores, quiso morir sobre la tierra desnuda y así de esta forma dejaba este mundo el fiel servidor de Dios, el año 1282 a la edad de 94 años, siendo sepultado en la catedral de Osimo, en un majestuoso mausoleo, desde donde S Bienvenido sigue prodigando gracias a sus fieles devotos.
Reflexión desde la perspectiva actual:
Bienvenido con su ejemplo nos ofrece a los hombres de hoy una sabia enseñanza, que viene muy bien especialmente a los que ejercen puestos de mando y por razón de su cargo tienen que relacionarse con los demás. Tal consejo puede resumirse así: “firme en las convicciones, suave en las formas”. Fácil de llevar a la práctica no es, pero resulta enormemente eficaz para la convivencia.