Un santo para cada día: 5 de junio S. Bonifacio (El apóstol de Alemania que sacó del paganismo a los sajones)
Un apóstol aguerrido de cuerpo entero y lo iba a encontrar en un monje oriundo de Inglaterra. Su nombre de pila era Winfrido, cambiado posteriormente por el de Bonifacio (el que hace el bien)
| Francisca Abad Martín
A finales del siglo VII existía una gran parte de Europa sumida en el paganismo, que caía fuera de los límites establecidos por el imperio Romano. Era el pueblo sajón, al que el papa Gregorio II un día trató de evangelizar, pero la cosa no era nada fácil porque los sajones tenían muy arraigados sus prácticas primitivas, que lejos de lo que podía pensarse, alguna de las cuales no tenían nada de inocentes. Necesitaba para ello un apóstol aguerrido de cuerpo entero y lo iba a encontrar en un monje oriundo de Inglaterra. Su nombre de pila era Winfrido, cambiado posteriormente por el de Bonifacio (el que hace el bien).
Había nacido el año 680, en el territorio de Wessex, un siglo después de la evangelización de ese país llevada a cabo por San Agustín de Canterbury. A los 7 años ingresa en el monasterio benedictino de Exeter para ser educado por los frailes. Durante otros 7 años se dedica a recibir una buena formación humanística y religiosa. A los 14 años se traslada al monasterio de Nursling, donde ingresa ya como religioso de la Orden, para cursar los estudios superiores, dando muestras sobradas de grandes virtudes y un ardiente amor a Dios y al prójimo. Allí sería ordenado Sacerdote.
A la muerte del abad tratan de elegirle a él, pero al fin logró eludir este cargo, porque esto no era lo suyo, sino que lo que le preocupaba era la labor evangelizadora. Va a Roma y expone al Papa Gregorio II sus deseos. El Papa se muestra muy satisfecho con esta decisión y lo envía a evangelizar en Alemania, cambiándole el nombre. Pasa 3 años en el centro de Alemania y el Papa le llama a Roma, donde le consagra como obispo el 30 de noviembre del año 722, cuando ya tiene 42 años.
Regresa de nuevo a Alemania y allí realiza una gran labor evangelizadora en varias zonas, donde el cristianismo no había arraigado aun, continuando su gran labor apostólica. Durante los años siguientes, ante la llegada de otros misioneros, se van creando nuevas diócesis. Al morir el Papa Gregorio II en el año 731, su sucesor Gregorio III, conociendo ya toda la labor realizada por Bonifacio, le envía en el 732 el palio arzobispal, nombrándole metropolitano de toda la zona alemana al otro lado del Rhin y le da potestad para crear nuevos obispados.
Regresa por tercera vez a Roma y recibe el nombramiento de legado apostólico, llevándose con él a Alemania un nuevo grupo de misioneros. Organiza la diócesis de Baviera y crea nuevos obispados en Turingia y otros lugares. En el 741 funda una abadía en Fulda, donde habrían de descansar después sus restos mortales. Bonifacio no dejó nunca de luchar a brazo partido para sacar del paganismo a sajones, que no se conformaban con venerar a la Naturaleza, sino que practicaban criminales rituales. Un día coincidiendo con la fiesta de Navidad se encontró con que debajo de un vetusto roble, el árbol de Thor, venerado como un dios, se disponían a celebrar uno de sus rituales, consistente en reventar el cráneo de un recién nacido con una maza; cuando él les dijo:“¡Escuchad, hijos del bosque! La sangre no fluirá esta noche, salvo la que la piedad ha dibujado en el pecho de una madre. Porque esta es la noche en que nació Cristo, el hijo del Altísimo, el Salvador de la humanidad. Este árbol sangriento ya nunca más oscurecerá su tierra. En el nombre de Dios, voy a destruirlo”. Echando mano de un hacha así lo hizo, ante la mirada atónita de la tribu que no podía creer que un simple monje hubiera sido capaz de derribar a su dios, tirándole por los suelos. Así era de intrépido Bonifacio.
No contento con la evangelización y organización de las iglesias en Alemania, su celo apostólico le lleva también a Francia, donde la disciplina eclesiástica, tan relajada, necesitaba una reforma, pues se encontraba realmente en un estado de decadencia. Su tarea consistió en reformar a los clérigos, obispos y monasterios, celebrando allí en Francia varios concilios, uno en el 742 y otros dos en el 743. A los 5 años de la estancia de S. Bonifacio en Francia, la iglesia en ese país quedaba completamente regenerada. El nuevo Papa Zacarías le nombraría finalmente arzobispo de Maguncia, constituyendo a esta sede como primada de Alemania y Francia.
Ya de avanzada edad, cercano a los 70 años, se dirigió un día a la región de Frisia, cerca de Flandes, donde decidió celebrar una masiva ceremonia de Confirmación en una explanada de un bosque. Aparecieron entonces un grupo de fanáticos armados con lanzas y espadas. Al verlos llegar, Bonifacio alzó el libro de los Evangelios, que fue traspasado por una espada, lo mismo que a su portador. Así coronó su labor evangelizadora con la palma del martirio, junto con 52 compañeros. Era el 5 de junio del año 754. Los cristianos recogieron su cuerpo y el libro traspasado por la espada y teñido con su sangre.
San Bonifacio pasa por ser uno de los más grandes misioneros que ha dado la Iglesia Católica de todos los tiempos. Es el apóstol de Alemania, que rubricó con el derramamiento de su sangre la ingente labor apostólica llevada a cabo durante muchos años. Es muy venerado no solo por estas tierras sino en Francia, donde realizó también su gran labor apostólica.
Reflexiones desde el contexto actual:
Parece imposible que una obra tan descomunal como la llevada a cabo por S. Bonifacio, tanto en Alemania como en Francia, pudiera haberse realizado con un puñado de hombres y en un tiempo tan corto, pero así fue, lo cual viene a demostrarnos una vez más que con la ayuda de Dios todo es posible y esto nos llena de esperanza en unos tiempos como los nuestros, en los que tanta falta nos hace esta virtud, tanto o más que la fe. Confiemos en Dios y digamos que lo que fue posible ayer puede serlo también hoy.