Un santo para cada día: 10 de julio S. Cristóbal (Patrón de los conductores, que viaja a nuestro lado)
Estamos ante uno de los personajes más populares de nuestro mundo de la velocidad. ¿Quién no conoce al patrón de los conductores? Los camioneros, transportistas, taxistas, repartidores, automovilistas, pilotos, maquinistas y en general todo el que, por una razón u otra, se ve obligado a viajar, sabe bien de quién estoy hablando. Nunca falta una mano piadosa que junto al aviso de “papá no corras” se cuida de poner en un lugar visible del vehículo una medallita o estampa de este gigantón, portador de un niño sobre sus hombros, para ahuyentar aceleraciones imprudentes, distracciones peligrosas o cabezadas inoportunas, de quien lleva puestas las manos en el volante.
De Cristóbal se ha dicho que vio la luz en Tiro o Sidón hacia el siglo III, en los tiempos en que gobernaba en Roma el emperador Decio. En un principio se llamaba Relicto, pero cuando fue bautizado en Antioquía, cambiaría este nombre por el de Cristóforo o Cristóbal (portador de Cristo). Debió ser un hombre corpulento descendiente de un rey cananeo. Después de haber sido ganado para la causa de Cristo se dedicó a predicar el evangelio en Licia y en Samos y a prestar ayuda a los cristianos cautivos, hasta ser apresado por el prefecto Dagón que estaba a las órdenes del emperador romano Decio, quien intentó seducirle sirviéndose de dos rameras Niceta y Aquilina, pero la estrategia no dio resultado y fueron éstas las que acabaron confesando la fe en Jesucristo; encolerizado por ello el prefecto se ensañó con él, flagelándolo con varillas de hierro, colocándole un casco de hierro al rojo vivo sobre la cabeza, asaetándole para ser por fin decapitado. Su martirio no sería en vano, pues se obraría el milagro de que, pasado un tiempo, el mismo prefecto se convertiría al cristianismo. La muerte de Cristóbal se habría producido entre el 249 y el 251, durante la persecución de Decio.
En los relatos que de Cristóbal nos han llegado, hay datos con visos de historicidad, mientras otros son fruto de la fantasía, para darlugar a una de las leyendas más atractivas de la tradición cristiana. Lo verosímil se va entremezclando con lo novelesco, sin que haya forma de deshacer este enredo. El personaje, desde el principio, aparece movido por una aspiración personal capaz de dar sentido a su vida, convertida en un peregrinaje a la búsqueda de un rey, el más poderoso de la tierra, que mereciera ser servido como él estaba dispuesto a hacerlo.
Según la tradición, su juventud la habría pasado al servicio del emperador Gordiano. Su gran corpulencia le capacitaba para ser un excelente soldado imperial. Sirviendo a este amo se sintió a gusto, hasta que un día descubrió que el emperador sentía miedo a los maleficios del espíritu maligno y pensó para sí ¿Qué clase de rey es éste que siente miedo de otros que están sobre él? Este no es el rey que yo busco, yo lo que quiero es servir al rey más grande del mundo y emprendió una nueva aventura en busca de ese rey capaz de infundir miedo aún a quien él creía que era el más poderoso, hasta que atravesando el desierto se le hizo presente el Príncipe del mal, quien se dio a conocer y Relicto le siguió; pero hete aquí que cuando iban caminando se encontraron con una cruz, de esas que los eremitas colocaban en los lugares por los que pasaban y al verla, Satán no resistió su presencia, viéndose obligado a dar un rodeo. ¿Qué Señor tan poderoso es ése, pregunta Relicto, que tan solo un signo le infunde tanto pavor? El Príncipe del mal solo le responde que se llamaba Jesucristo. Relicto no necesitó que le dijeran nada más, y de inmediato emprendió la búsqueda hasta dar con Él, por lo que se pone a caminar en la buena dirección. Es así como el relato, eminentemente simbólico, nos ha conducido con suavidad a los dominios del reino de la gracia.
No le es difícil encontrar por aquellos parajes a un solitario eremita que le informe de todo aquello que necesita saber sobre ese Señor que no inclina su rodilla ante nadie y toda rodilla se inclina ante Él. ¿Por qué tanto empeño en conocer a Jesucristo? le pregunta el anacoreta, “porque Él es el rey a quien quiero servir” responde Relicto. “¿Sabes cómo hacerlo?” “No lo sé, espero que tú me enseñes”. “Haz uso de la estatura y de la fortaleza que Dios te ha dado y ayuda a estas gentes a vadear el río que tienes ante tus ojos, pues mucha gente perece en el intento” A partir de aquí el relato simbólico comienza a tener una pedagogía específicamente cristiana. Allí mismo se construirá una choza y se dedicará a transportar viajeros, hasta que un día llegó un niño solicitando su ayuda, Relicto lo colocó encima de sus fornidos hombros y se dispuso a atravesar el río, pero iba a suceder algo inesperado, la fuerza de la corriente comenzó a arreciar y el peso del niño se le hacía insoportable a este hercúleo mocetón, que con mil dificultades pudo llegar a la orilla. Una vez allí le preguntó - ¿Quién eres que pesas más que el mundo entero?” a lo que el niño respondió – “Yo no soy el mundo, soy su creador” y con estas palabras se le abrían a Relicto las puertas de la gracia. Un tal Biblias, patriarca de Antioquía, sería el encargado de administrarle el bautismo, pasando a llamarse a partir de ahora Cristóforo, o Cristóbal, que significa “portador de Cristo”. Con el tiempo llegó a los oídos del precepto Dagón lo sucedido, operándose la conversión de la que hacíamos mención al principio. Consciente, Cristóbal de que estaba frente al Rey de Reyes que él buscaba y al que siempre quiso servir, pudo afrontar el martirio ya en paz con los ojos puestos en el galardón que le esperaba.
Reflexión desde el contexto actual:
No olvidemos que Cristóbal es uno de los 14 santos auxiliadores del martirologio, lo que quiere decir que estamos hablando de un santo “sin papales”, del que ni siquiera sabemos con seguridad si existió. Pues bien, a pesar de todo, ni la falta de historicidad y de canonicidad, han mermado el interés de millones de personas, que con fervor le veneran como su santo patrón. Se podrá discutir muchas cosas sobre lo que de él se ha dicho o se pueda decir; lo que resulta innegable es su popularidad entre las gentes, hasta los poetas Antonio Machado y García Lorca se acordaron de él en un inspirado poema. Su recuerdo y devoción ha traído a muchos espíritus esa confianza que todos necesitamos cuando emprendemos un largo viaje. Bien lo saben quiénes pasan largas horas de soledad y silencio sentados al volante, teniendo por toda compañía la simpática imagen de S. Cristobalón.