Un santo para cada día: 4 de junio S. Francisco Caracciolo (El predicador del amor de Dios)
El Renacimiento supone para la Iglesia un tiempo de renovación, donde se comienzan a respirar aires de una nueva espiritualidad. El cristianismo se abre a formas nuevas de vivir la religiosidad y van apareciendo hombres carismáticos como Carlos Borromeo, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Felipe Neri, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz
El Renacimiento supone para la Iglesia un tiempo de renovación, donde se comienzan a respirar aires de una nueva espiritualidad. El cristianismo se abre a formas nuevas de vivir la religiosidad y van apareciendo hombres carismáticos como Carlos Borromeo, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Felipe Neri, Teresa de Ávila, Juan de la Cruz. Escritores, poetas y artistas nos traen nuevas expresiones del arte y diferentes formas de interpretar y afrontar la vida. En 1563 que es el año en que concluyó el concilio de Trento, veía la luz el 13 de octubre, un niño al que se le bautizaría con el nombre de Ascanio. El hecho tuvo lugar en la Villa de Santa María, donde vivían sus piadosos padres, Francisco Caracciolo e Isabel Baratuchi,emparentados con estirpe de renombre.
Ascanio fue el segundo de cinco hermanos y habría de ser educado con esmero como le correspondía por su condición. Su infancia y adolescencia trascurrieron sin mayores contratiempos. Cursó los estudios con normalidad e ingresó en la academia militar para realizar lo que era su vocación. Nada hacía presagiar la tragedia que le iba a poner al borde de la desesperación. Cuando andaba rondando los 22 años comienzan a aparecerle manchas en la piel. La cosa tiene tan mala pinta que los médicos acaban diagnosticando que lo de Ascanio es lepra, ello truncaría sus aspiraciones de convertirse en militar. Conocida la prescripción, las gentes le rehúyen, los amigos le abandonan, la única salida que le queda es echarse en brazos de la Divina Providencia. Fue entonces cuando entró en contacto íntimo con Dios, haciéndole la promesa solemne de que, si le curaba, él estaba dispuesto a dedicar toda su vida al sacerdocio y al apostolado. Dios escuchó su petición y el milagro se produjo. Sin saber cómo el muchacho quedó limpio y curado de la lepra.
Le faltó tiempo a Ascanio para dar cumplimiento a su promesa y comenzó en Nápoles a prepararse para el sacerdocio. Una vez realizados los estudios eclesiásticos fue ordenado sacerdote, con lo cual quedaba cumplida la primera parte de la promesa. Lo demás vendría después, ya que le quedaba una vida por delante para dedicarse al apostolado
A los 25 años, de forma ocasional, entró en contacto con un hombre de Dios llamado Juan Adorno, a quien le andaba rondando la idea por la cabeza de fundar una nueva Congregación, dedicada a la oración y al apostolado; ni que decir tiene que esto precisamente era lo que él buscaba, de modo que después de meditarlo detenidamente, ambos se decidieron a crear esta nueva Congregación, que habría de llevar el nombre de “Clérigos regulares”. Roma no tardaría en dar luz verde a su proyecto. El 9 de abril de 1589 los fundadores profesaron y Ascanio aprovechó para cambiar su nombre por el de Francisco.
De inmediato a la Congregación van llegando vocaciones y comienzan las misiones por los pueblos, hospitales y lugares marginales, sin olvidar la vida de oración y meditación. Todo parece estar bien encaminado. Francisco se convierte en un predicador que toma como eje básico la misericordia de Dios con los pecadores, hasta el punto de que la gente comienza a conocerle como el “Predicador del Amor de Dios”. A la muerte de su socio, Francisco es quien le sucede como superior General. Durante el tiempo que permanece en este cargo, se dedicará por entero a trabajar por extender su obra, entregándose a ello en cuerpo y alma. Consigue fundar casas en Madrid, Valladolid y Alcalá, pero había sido necesario esperar a que reinara Felipe III puesto que su padre y antecesor en el reinado Felipe II no se los puso nada fácil, Dura fue la batalla, hasta que pensó que había llegado el momento del relevo, renunciando a su cargo en 1607 para refugiarse en la casa de Nápoles y allí dedicarse a la oración y la meditación. El 1 de junio, en el trascurso de su viaje a Agnone, comenzó a sentirse enfermo y Francisco presentía que el final estaba cerca. Después de recibir los sacramentos se le oyó decir, “Vámonos, vámonos “¿A dónde? se atrevió alguien a preguntar. ¡Al cielo! respondió. A los 44 años moría Francisco Caracciolo, un 4 de junio de 1608.
Reflexión desde el contexto actual:
Tres cosas consideró importantes Francisco Caracciolo para poder vivir con provecho dentro de la Congregación de “Clérigos Regulares”que él, juntamente con su compañero Juan Adorno, había fundado y que fueron recogidas en su reglamento una sería el ayuno, otra la oración, ambas necesarias según palabras de Jesús para vencer al maligno y la tercera no aspirar a cargos importantes y altos puestos para no ser poseído por el espíritu de vanidad y de soberbia. Dichas recomendaciones caen también dentro del programa de vida válido para cualquier cristiano de a pie.