Un santo para cada día: 8 de diciembre La Inmaculada Concepción (Un dogma presentido por el pueblo)
“La doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado de origen, por una singularísima gracia y privilegio de la omnipotencia divina y en atención a los méritos del Redentor del género humano, es doctrina revelada y ha de ser así creída por los cristianos"
| Francisca Abad Martín
La Concepción Inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor, que la Iglesia fue descubriendo poco a poco y hubieron de transcurrir siglos hasta que acabara siendo definido como dogma de fe.
La palabra “inmaculada” significa sin mancha. Esto quiere decir que la Virgen María fue concebida en gracia, desde el primer instante de su ser y por tanto sin el pecado original con el que todos nacemos, por un privilegio especialísimo concedido por Dios, de tal forma que podemos afirmar, sin ningún lugar a dudas, que ni en un solo instante Ella fue mancillada por ninguna clase de pecado. La Sagrada Escritura no habla de los orígenes históricos de María, ni alude expresamente a privilegio alguno en su concepción, sin embargo el ángel, en la Anunciación la denomina “llena de gracia”. Hay que hacer, no obstante, una aclaración, mientras que Jesucristo posee la gracia intrínsecamente por ser Dios, a Ella, como criatura humana que es, le ha sido concedida como favor de la benevolencia de Dios.
La reflexión desde la fe ha llevado a concluir que la grandeza de María debía estar a tono con su dignidad y misión. El primer testimonio conocido acerca de la Concepción de María sin mancha de pecado original es del obispo hereje Julián de Eclano, en el siglo V, y ya a comienzos del siglo VIII aproximadamente, empezó en Oriente a celebrarse una fiesta de la Concepción de María. Esta fiesta pasó a Occidente entre los siglos XI y XII. El Concilio de Trento, en 1546, evitó expresamente pronunciarse sobre este tema, declarando “no ser intención suya comprender en el Decreto en que se trata del pecado original, a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios”.
Por fin, ante las insistentes peticiones que llegaban a Roma solicitando la definición dogmática, Pío XI sometió la doctrina a un último estudio y después de consultar a todos los obispos de la Iglesia y conocer el parecer favorable de casi todos ellos sobre la posibilidad de definirlo como “verdad revelada” y el de una mayoría sobre la oportunidad de proceder a la definición, proclamó dogma de fe la Concepción Inmaculada de María el 8 de diciembre de 1854, con estas palabras: “La doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado de origen, por una singularísima gracia y privilegio de la omnipotencia divina y en atención a los méritos del Redentor del género humano, es doctrina revelada y ha de ser así creída por los cristianos”.
El Concilio Vaticano II, tomando las palabras de la definición dogmática, repite que “María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en previsión de los méritos de su Hijo”
Reflexión desde el contexto actual:
Hay teólogos que se niegan a admitir la Concepción Inmaculada de María por una resistencia a admitir el pecado original en sí mismo, es decir un pecado no cometido en el ejercicio de la libertad personal, sino contraído por pura herencia recibida con la naturaleza humana. Si se parte del hecho de que ninguno hemos recibido esa herencia, entonces todos hemos sido concebidos inmaculados y ya no hay privilegio excepcional para María. La cuestión está en que tal suposición carece de fundamento. El pecado de Origen como ahora se dice no es ninguna invención y fantasía y su negación no solamente desvirtuaría la Concepción Inmaculada de María, sino que también comprometería la Obra Redentora de Cristo.