Un santo para cada día: 21 de julio S. Lorenzo de Brindis (Hombre providencial en un momento histórico delicado)
Los tiempos de Clemente VIII venían cargados de amenazas y era preciso estar muy alerta; por una parte estaban las fuerzas protestantes, que luchaban por extenderse y hacerse presentes en toda la cristiandad, por otra parte estaban los turcos, que constituían un serio peligro de invadir los estados cristianos. El papa había puesto los ojos en Brindis y desde el primer momento vio en él un fiel colaborador para hacer frente a ambos peligros. De su persona solía decir que “El P. Lorenzo valía más él solo que un ejército”. No se equivocaba, había encontrado al hombre que estaba dispuesto a afrontar el reto y para llevar a cabo esta misión viajaría por toda Europa, Italia, Bohemia, Suiza, Hungría, Alemania, Bélgica, Francia, España y Portugal, predicando por todas las partes por donde pasaba y fundando conventos franciscanos. Hay quien le considera el más famoso predicador de la Orden Capuchina. Cuando un día alguien le preguntó a qué se debía su facilidad para predicar, el respondió: “En parte a la buena memoria, pero mucho hace que dedico muchas horas a prepararme y por supuesto encomendarme a Dios y cuando empiezo dejo que vayan fluyendo las reflexiones como si me vinieran del cielo".
Nacía este niño en Brindis (Nápoles) el año 1559, siendo bautizado con el nombre de Julio César, proveniente de una distinguida familia veneciana bien acomodada. Desde pequeño demostró estar dotado de una memoria excepcional, que le permitía reproducir largos párrafos escuchados por primera vez. Fue educado con los frailes franciscanos de su localidad en el colegio de S. Marcos, bajo la tutela de un tío suyo, para acabar ingresando en el convento de los Capuchinos en Verona, cuando tenía dieciséis años. En la ceremonia de toma de hábito recibiría un nuevo nombre, de modo que a partir de entonces pasaría a llamarse Lorenzo. Los estudios de filosofía y de teología los realizaría en Padua, demostrando una enorme facilidad para las lenguas, como lo confirma el hecho de llegar a dominar varios idiomas.
Una vez ordenado sacerdote pasó a desempeñar cargos de responsabilidad, tanto en la Iglesia como en la orden a la que pertenecía. Durante tres años, por encargo de Clemente VIII, se pasaría predicando a los judíos de Roma, ya que conocía bien el hebreo. Pero sobre todo su apostolado estuvo dirigido hacia los protestantes y a alentar la cruzada contra los turcos, para ello viajaría sin descanso. “Dios me ha llamado, solía decir, a ser franciscano para la conversión de los pecadores y de los herejes”. En colaboración con el emperador Rodolfo II, en el año 1601, obtendría un gran triunfo sobre el Islam en Stuhiweissenburg, en el que vemos a Lorenzo como capellán general arengar a las tropas antes de la batalla, asesorar a los generales que se fían de él, quien entra en el fragor de la lucha con el crucifijo como arma, ofreciendo los últimos auxilios. Se cuenta que de vuelta de la guerra se detuvo en el convento Goricia y allí recibió la comunión de manos del Señor. Los servicios que prestó a la orden también son estimables. Desempeñó el cargo de prior conventual y más tarde superior provincial, donde tuvo ocasión de demostrar sus dotes de mando, lo que le sirvió para que fuera nombrado general de la Orden; durante este mandato pudo visitar muchos conventos y ser portador de caridad cristiana, dando siempre ejemplo de humildad, pues aun siendo superior, colaboraba en las faenas más humildes. No hace falta decir que aparte de ser un hombre de acción, que se ocupó de delicadas operaciones diplomáticas, que aconsejó a papas y a príncipes y realizó una labor encomiable como pacificador, aparte de todo esto, que no es poco, vivió una vida interior intensa. Hombre fervoroso que dedicaba mucho tiempo a la oración, tenía bien asumido que la oración es lo más importante en la vida de un sacerdote, porque por medio de ella nosotros hablamos a Dios y Dios nos habla a nosotros.
Brindis fue ese hombre que supo compaginar perfectamente la vida de oración con la vida de acción. Hasta el final, cuando ya se sentía quebrantado y le iban faltando las fuerzas, se prestó a cumplir con el encargo que le hicieron los nobles napolitanos de presentar sus quejas al Rey de España contra el duque de Osuna, mas, como el rey Felipe III se encontraba en Portugal, tuvo que continuar hasta Lisboa donde pudo verlo. Esta sería su última misión diplomática. Pocos días después consumido por la fiebre moría este gran predicador el 22 de Julio de 1619.
Reflexión desde el contexto actual:
Sin duda Lorenzo de Brindis fue el hombre providencial para su época. Los hilos de la historia siempre están en manos de la Providencia, también en los momentos turbulentos por los que ahora atravesamos, aunque a nosotros no se nos sea dado conocer todas las coordenadas y concomitancias concurrentes. Es por eso por lo que nos resultan incomprensibles ante nuestros ojos, situaciones que consideramos humanamente injustas o humanamente absurdas. No desesperemos, nos dice el Señor, Dios conoce mejor que nadie el ritmo de los acontecimientos y sabe exactamente cuándo y cómo ha de llegar el remedio a nuestros males.