Un santo para cada día: 4 de febrero San Andrés Corsini (Patrón de los pleitos)
Su muerte vino precedida de una visión sobrenatural. En 1373 estando celebrando la misa de Noche -Buena, la Virgen le hizo saber que dejaría este mundo en la próxima festividad de los Reyes Magos y así fue. Sus restos fueron trasladados a Florencia donde permanecen incorruptos
La familia Corsini llegó a Florencia en el siglo XII y ésta habría de ser su sede desde donde desplegaría su gran actividad; su momento de mayor esplendor tendría lugar en el siglo XIV y en su seno irían apareciendo personajes relevantes, tanto políticos y comerciantes como eclesiásticos. Uno de estos personajes sin duda fue Andrés, nacido en Florencia el 30 de noviembre de 1302, con este nombre se le bautizó por haber nacido en el día de S. Andrés apóstol. Apellidarse Corsini en estos tiempos, era, sin duda, una buena carta de presentación, pues ello significaba que pertenecía a una de las familias más ilustres de la ciudad en los albores del Renacimiento.
Seguramente Andresito tuvo una niñez llena de lujos y atenciones. A pesar del buen ejemplo de sus virtuosos padres, por culpa de malas compañías acabó teniendo una adolescencia y juventud disoluta, en donde no faltaron las reyertas. Alejado de las iglesias, los lugares que a él le gustaba frecuentar eran las tabernas y tugurios, donde rodeado de malas compañías vivía una existencia disoluta en la que no faltaban las riñas y las pendencias. Su vida desordenada llenaba de dolor a su pobre madre, que no cesaba de llorar y de lamentarse. Un día se produjo un enfrentamiento violento entre los dos, cuando el adolescente casquivano le faltó al respeto a su madre, levantándole la voz y dirigiéndose a ella en términos impropios de un hijo. Fue entonces cuando pudo escuchar de boca de su progenitora unas palabras que le llenaron de inquietud: "Tú eres aquel lobo feroz que en mis sueños vi salir de mis entrañas. Ahora entiendo todo su significado. " Andrés se turbó y lleno de preocupación pidió a su madre que le explicara todo lo sucedido; ésta aprovechó la ocasión para hacerle ver a qué estado de vileza había llegado y lo urgente que era cambiar de vida con la ayuda de la Virgen del Carmen, a quien desde su nacimiento fue encomendado por el voto especial de sus padres. Las palabras maternas hicieron mella en el corazón de Andrés; el momento de la conversión había llegado para él. Una vez más se ponía de manifiesto la sagrada misión intercesora de las madres
La historia habría de tener un final feliz. El muchacho, avergonzado y arrepentido, se dirigió a la iglesia de los P.P. Carmelitas y allí de rodillas ante la imagen de Ntra. Señora del Carmen, su madre adoptiva, se arrepintió y prometió cambiar de vida. De allí, aquel joven licencioso saldría interiormente cambiado, dispuesto a ser un fiel servidor de Cristo. Sin más dilación decide ingresar en la orden carmelitana desoyendo los consejos de los amigotes que intentaron disuadirle de tal propósito. El monasterio de Sta. María del Carmen le abrió sus puertas y sin dilación alguna le vemos ya en Florencia convertido en un devoto novicio, siendo ordenado sacerdote en el año 1328. Después vendrían los estudios en la Universidad de París y Aviñón y más tarde el ejercicio de su labor ministerial. Una vez acabados sus estudios regresa a Florencia, que estaba invadida por la peste, dando muestras de su acendrada espiritualidad y entrega. Bendecía a enfermos que quedaban curados y lograba conversiones de almas apartadas de Dios
Hasta que en el año 1348 fue elegido provincial de los carmelitas, poniendo todo su empeño en inculcar a los más jóvenes el espíritu de la orden, siendo llamado posteriormente a regir los destinos de la Iglesia como obispo de Fiesole, cargo en el que habría de distinguirse por su espíritu de oración, sacrificio y ayuda a los más necesitados y descarriados. De Monseñor Andrés, decíase que “jamás negaba un favor al que lo necesitara, si en su mano estaba el poder hacerlo», hasta el punto de ir mendigando por las casas para poder remediar las necesidades de los demás. Aún con todo, lo que más se recuerda de Andrés Corsini es su talante de hombre de paz, que le convertía en el mediador ideal en la resolución de conflictos y litigios. A él tuvo que recurrir Urbano V para poner paz en Bolonia entre dos grupos radicalmente enfrentados. Entraba dentro de toda lógica que después de su excelente ejercicio ministerial y teniendo en cuenta su ascendencia, el papa se fijara en él para llevar a cabo estas delicadas misiones diplomáticas. Su gestión pacificadora entre los boloñeses fue excelente, haciéndose acreedor de todo elogio y agradecimiento y seguramente éste es el motivo por el que hoy sea considerado como el protector de los desórdenes públicos, de las revueltas y motines. Después de muchas humillaciones y apresamientos, este apóstol de la paz logró apaciguar los ánimos y la calma volvió a esta ciudad. Se cumplía así el vaticinio de su piadosa y aristocrática madre, quien vio en sueños a su hijo bajo la forma de un lobo convertido en cordero. Las lágrimas y la oración de una madre habían hecho posible este milagro.
Su muerte vino precedida de una visión sobrenatural. En 1373 estando celebrando la misa de Noche -Buena, la Virgen le hizo saber que dejaría este mundo en la próxima festividad de los Reyes Magos y así fue. Sus restos fueron trasladados a Florencia donde permanecen incorruptos.
Reflexión desde el contexto actual:
Qué bien nos vendría en estos tiempos un mediador como lo fue Andrés Corsini, pero un hombre así no es fácil de encontrar. Los sembradores de paz, como lo fue Andrés, no solo piensan en los intereses que están en juego, apuntan a algo más profundo que anida en los sentimientos personales, saben muy bien que la paz es fruto de la justicia, la misericordia y el perdón. Con un intercambio de intereses podemos alcanzar pactos y acuerdos, como sucede hoy. Yo te doy, tú me das y todos contentos. Jugando con estas variables se puede llegar a ser un hábil negociador, no cabe duda, pero para ser pacificador es necesario llegar a cambiar el corazón de las personas y naturalmente esto sólo podrá hacerlo quien posea un corazón limpio.