Un santo para cada día: 27 de junio San Cirilo de Alejandría. (El sublime teólogo del Verbo Encarnado)
Para salir en defensa de la ortodoxia, Cirilo no toma la espada, este no era su estilo, sino que toma la pluma y con ella trata de deshacer la naciente herejía con argumentos
En una época como la nuestra, caracterizada por el analfabetismo religioso, seguramente la figura de Cirilo de Alejandría, a nivel popular hubiera estado condenada al anonimato, de no haber sido por la película de Alejandro Amenábar titulada “Ágora”, en la que a través de una versión histórica más que dudosa, aparecen reflejados los personajes Cirilo de Alejandría e Hipatia. Nadie ha podido probar con rigor histórico que el Patriarca de Alejandría tuviera que ver nada con la muerte de la conocida como la “mártir de la ciencia”. Quien vea a Cirilo como a un ignorante enemigo de la ciencia, es que no le conoce bien y por otra parte ¿Qué beneficio podía sacar él de todo este turbio asunto relacionado con Hipatia? Todo apunta a que el llamado “Crimen de Alejandría” puede parecerse mucho a un montaje truculento.
En cualquier caso, la biografía de Cirilo da para mucho más. Había nacido en la ciudad de Alejandría hacia el año 370. Como sobrino que era del obispo pudo acompañar a su tío Teófilo, obispo de Alejandría, al sínodo de la Encina y durante un tiempo colaboró estrechamente con él en las tareas episcopales, hasta que muerto Teófilo le sucedió en el cargo (año 412) Nada más hacerse titular del episcopado tuvo que resolver problemas pendientes derivados del carácter multicultural, en una sociedad donde convivían los novacianos, mesalianos, paganos y los judíos, en medio de grandes tensiones, donde no faltaron los motines y las algaradas; en este contexto social fue cuando Hipatia encontraría la muerte, pero lo gordo estaba aún por llegar.
En la homilía Pascual de 429 desde su sede catedralicia le vemos enardecido, como un guerrero, defendiendo la maternidad divina de la Virgen María con estas palabras: “No un hombre corriente es el engendrado por María, sino el mismo Hijo de Dios hecho carne y por ello María es de verdad la madre del Señor, Madre de Dios”. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué Cirilo ponía tanta pasión en lo que decía? De Constantinopla le habían llegado noticias preocupantes: Nestorio, el patriarca de esta ciudad, estaba enseñando doctrinas cristológicas, que no se correspondían con la fe cristiana. Defendía que en Cristo había dos personas, la divina y la humana, siendo ésta y no aquella la que María había dado a luz, por lo tanto, la Virgen no debería ser llamada Madre de Dios, es decir, dejaba de ser la “Theotokos”. El escándalo y la polémica estaban servidos.
Para salir en defensa de la ortodoxia, Cirilo no toma la espada, este no era su estilo, sino que toma la pluma y con ella trata de deshacer la naciente herejía con argumentos; con este propósito escribe una carta-encíclica a los monjes de Egipto y posteriormente se dirige fraternalmente y lleno de comprensión hacia su descarriado hermano Nestorio, para que cayera en la cuenta de su error, pero todos los intentos resultaron fallidos. Ante la imposibilidad de llegar a entenderse, ambos contendientes ponen la cuestión en manos del papa Celestino, quien convoca un Sínodo en Roma, que acaba dando la razón a Cirilo pero, aun así, este grave asunto no quedó zanjado, por lo que obligó al emperador Teodosio II a convocar un nuevo concilio en Éfeso, que habría de ser el tercer concilio ecuménico destinado a ocupar un lugar preminente en la historia de la Iglesia. En este Concilio convocado en junio del año 431, brilló con luz propia Cirilo que fue el protagonista, quedando derrotado Nestorio. Al final resplandecía la verdad. “Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre a la vez” y como consecuencia de ello, la Virgen María debía ser reconocida, venerada y ensalzada, como Madre de Dios, pudiendo ostentar el glorioso título de “Theotokos”. La tormenta había pasado y a Cirilo le esperaban unos años de calma, después de que Nestorio fuera depuesto de su sede y le sustituyera Máximo. En el año 440 podía morir en paz y la Iglesia Universal le comienza a venerar como el santo que defendió con su corazón y con su mente la maternidad divina de María, si bien es verdad que la Iglesia de Occidente hasta León XIII no le tuvo especial fervor.
Reflexión desde el contexto actual:
La lección que Cirilo de Alejandría nos trasmite es que los apóstoles de Cristo deben ser firmes, pero dialogantes y cuando el diálogo se hace imposible y no conduce a buen puerto, hay que tirar de arrojo y de firmeza, nunca de contemporización y claudicación disfrazados de prudencia.A veces el mayor error es “no hacer nada”, por mucho que los espíritus pusilánimes quieran revestirlo de tolerancia. Que nadie trate de ver en estas palabras el menor atisbo de intransigencia. Lo que trato de decir es que el compromiso de un católico es el que es y que no es en manera alguna aconsejable permanecer como perro mudo, dispuesto a tragar con todo.