Un santo para cada día: 26 de noviembre San Juan Berchmans (Patrono de los jóvenes)
| Francisca Abad Martín
Conocido como “el ángel de la casa”. Discípulo, colegial, pupilo, sirviente, estudiante y maestro. Junto con San Estanislao de Kostka y San Luis Gonzaga, son los tres santos jesuitas patronos de los seminaristas y de los estudiantes.
Nació el 13 de marzo de 1599 en Diest, pequeña villa de Flandes (Bélgica), país donde abundan las iglesias y también los viejos monasterios. En esa época de constantes guerras entre católicos y protestantes casi todo estaba en ruinas. Era hijo de Juan Berchmans, artesano, zapatero y curtidor de pieles, que llegó a ser presidente del Consejo de Diest y de Isabel Van-del-Hove, hacendosa, activa, diligente y piadosa. Era un hogar profundamente cristiano. Juan era el primogénito de 5 hijos.
Desde niño sintió una gran devoción por la Santísima Virgen. Él pensaba que no estaría seguro de su salvación hasta que no estuviera seguro de su devoción a María. “Si amo a María, decía, tengo segura mi salvación, perseveraré en la vocación, alcanzaré cuanto quisiere, en una palabra, seré todopoderoso”. Su devoción era tal que llegó a comprometerse firmando con su propia sangre, defender siempre y dondequiera que se encontrase, el dogma de la Inmaculada Concepción de la Virgen María.
A los 7 años comenzó a asistir a la escuela primaria. Era un alumno dócil y aplicado. Como la escuela estaba muy cerca de la iglesia de San Sulpicio, todas las mañanas pasaba a rezar antes de ir a clase y llegó a hacerse muy amigo del sacristán, el cual le enseñó a ayudar a Misa como monaguillo.
Al cumplir 10 años, su madre quedó paralítica en una silla de ruedas y él como era el mayor tuvo que colaborar en las faenas domésticas y cuidar de sus 4 hermanos menores. Era como un ángel para su madre. El padre no daba abasto con su trabajo para sacar adelante a la familia. Un beaterio de señoras que había próximo a su casa, le echaban una mano a su madre para que Juan pudiera asistir a la escuela.
Después comienza a estudiar en el seminario de Malinas, pero un día, cuando tiene ya 16 años, su padre le dice que, debido a los problemas económicos, no puede seguir pagándole los estudios. Él le dice que si es necesario se alimentará de pan y agua, pero que ser sacerdote es el sueño de su vida. Entonces el padre encuentra una solución, le busca un trabajo como criado de un canónigo de Malinas, para que pueda seguir asistiendo al seminario como alumno externo. En la tranquila casa del canónigo permanecerá tres años. Se ocupa de la atención de otros tres niños, que después serán también jesuitas. Durante ese tiempo entra a formar parte de la Congregación Mariana, que defendía a ultranza la concepción de la Virgen María sin el pecado original.
El 24 de septiembre de 1616, cuando tiene 16 años, ingresa por fin en el noviciado de la Compañía de Jesús, en contra de los deseos de su padre, quien quería que hubiera trabajado para aportar ingresos a la familia. Sus compañeros novicios son casi 100. Todos se admiran de su dedicación y cumplimiento fiel de todas las normas; pasa a ser el primero de la clase. Hace los Ejercicios Espirituales y al terminar, le avisan de que su madre está muy grave, pero no puede ir porque los novicios lo tenían prohibido. El 1 de diciembre recibiría la triste noticia de que su madre había fallecido.
El 25 de diciembre de 1618 hace los votos de pobreza, castidad y obediencia. Después es elegido junto con otro estudiante, para completar los estudios superiores en el Colegio de Roma. Tampoco puede despedirse de su padre porque ha fallecido ya. En Roma asiste a clases en la universidad donde, con gran regocijo por su parte, todos hablan ya de la inminente canonización de Ignacio de Loyola y Francisco Javier. El sigue sobrenaturalizando sus estudios y todo cuanto hace, incrementando cada día que pasa su devoción a la Virgen y la Eucaristía. Para él la observancia de la regla y la obediencia a sus superiores era capital. “Mi mayor consuelo, decía, es no haber quebrantado nunca, en mi vida religiosa, regla alguna ni orden de mis superiores, a sabiendas”. Con entusiasmo juvenil se preparaba soñando en ejercer algún día un apostolado fecundo, pero sus días estaban contados. En diciembre de 1620 comienza ya a sentirse mal, tiene fiebre y el médico descubre una infección pulmonar, que será la causa de su fallecimiento. Estaba próximo el momento de la partida, pero le quedaba la satisfacción de haber sido un servidor fiel de la observancia y de haber cumplido en cada momento con su deber.
El 13 de agosto de 1621, a los 22 años, su amada Madre María le recibía en sus brazos, para presentarle a Dios como fruto temprano, pero bien sazonado. Fue beatificado por Pio XI en 1865 y canonizado por León XIII en 1888.
Reflexión desde el contexto actual:
En Juan Berchmans tenemos la imagen de un cumplidor fiel y responsable de sus obligaciones. Él es el ejemplo vivo para los estudiantes esforzados y trabajadores. Elegido en Bélgica como el patrono de la juventud, patrono es también de los jóvenes de la Compañía de Jesús y patrono de los que se preparan para el sacerdocio. Se ha dicho por activa y por pasiva que la urgencia de nuestros jóvenes escolares es despertar en ellos el espíritu de esfuerzo y sacrificio. Cuando el joven estudiante Juan dijo a su padre que estaba dispuesto a todo con tal de continuar sus estudios, estaba dando sin saberlo la mejor lección a nuestros jóvenes estudiantes del siglo XXI, que todavía no han comprendido el valor del esfuerzo y sacrificio.