Un santo para cada día: 19 de abril San León IX Papa: el cisma de Oriente
Cuando todo comenzaba a estar bien encauzado y León IX había dejado bien claro que el que mandaba en la Iglesia era el papa, la crisis con la iglesia de Oriente se agudiza y el patriarca Miguel Celulario amenaza con cerrar las iglesias latinas en Constantinopla que no se ajustaran al rito griego
Su nombre de Pila era Bruno de Egisheim-Dagsburg. Probablemente nació en el Castillo de Egisheim (Alsacia) en el año 1002. Su padre Hugo de Egisheim era conde de Alsacia y su madre Heilewide estaba emparentada con la dinastía carolingia. Ambos eran personas piadosas. Desde pequeño fue puesto bajo la custodia de Bertoldo, obispo de Toul, quien tenía una escuela para los hijos de la nobleza en la que se daba una primera formación, que sería completada posteriormente en la corte de del emperador Conrado II.
En el año 1017 vemos ya a Bruno convertido en canónigo de San Esteban en Toul y años más tarde en el año 1027, sería nombrado obispo de esta ciudad por su primo el emperador Conrado. Durante el tiempo en que Bruno estuvo al cargo de esta diócesis le vemos ejerciendo misiones eclesiásticas, políticas y militares como correspondía a aquellos tiempos, mostrándose a la vez piadoso, tanto que se le conocía como “el buen Bruno”, hombre de paz, pero si llegaba la ocasión estaba dispuesto a empuñar la espada. En estos tiempos la simonía y el concubinato eran dos plagas que asolaban a la Iglesia y él hizo todo lo que estuvo en sus manos para combatirlas y erradicarlas. Con buen criterio pensó que sus esfuerzos deberían ir encaminados a una reforma en toda regla de la vida clerical.
A la muerte en el 1048 del Papa Dámaso II, quedaba vacante la Sede de Roma y Enrique III, sucesor de Conrado, fue quien decidió que Bruno tenía que ser la persona que le sucediera al papa fallecido. Bruno aceptó, pero con la condición de que su nombramiento tenía que ser refrendado por el clero y por el pueblo. Con tal propósito se dirigió a Roma donde se produjo tal aprobación y fue entonces cuando él consintió, por lo que el 12 de Febrero de 1049 fue proclamado papa con el nombre de León IX. De esta forma Bruno dejaba muy claro que el papado no era cosa que dependiera del emperador y que no estaba dispuesto al sometimiento imperial.
Comenzaba Bruno su mandato con la idea puesta en Reforma de la Iglesia, si bien antes debería ocuparse de dos asuntos prioritarios: Uno era sofocar el intento del ex papa Benedicto IX de retomar el papado y el otro de sanear la economía de una Iglesia en bancarrota. Hildebrando, le iba a ayudar mucho en esta tarea, como también en la reforma que este Papa intentaría llevar a cabo, proyecto por el cual ha pasado a la historia de la Iglesia como uno de los grandes. Este hombre activo, enérgico y dotado de extraordinarias cualidades sería quien por medio de sínodos, concilios y un incesante peregrinaje, lograría sacar a la Iglesia del estado de postración en el que se encontraba inmersa a mediados del siglo XI, para lo cual contó con la ayuda de un Colegio Cardenalicio renovado y unos prestigiosos colaboradores como fueron Hugo de Cluny, Halinard de Lyon, Pedro Damiano o el citado Hildebrado, además de las órdenes monásticas. Se iniciaba así ese proceso fructífero que el papa Gregorio VII y sus sucesores habrían de tener el honor de rematar.
Cuando todo comenzaba a estar bien encauzado y León IX había dejado bien claro que el que mandaba en la Iglesia era el papa, la crisis con la iglesia de Oriente se agudiza y el patriarca Miguel Celulario amenaza con cerrar las iglesias latinas en Constantinopla que no se ajustaran al rito griego. Las malas gestiones de la delegación de Roma encabezadas por el cardenal Humberto darían motivo para que las relaciones entre Roma y Constantinopla saltaran por los aires y se consumara el cisma entre la Iglesia de Oriente y Occidente. Otro asunto espinoso que vino a ensombrecer el pontificado de León IX fue su fallida intervención para frenar a los normandos en su pretensión de hacerse con los Estados Pontificios. De cualquier forma el papa León IX es merecedor de un puesto preeminente en la Historia de la Iglesia.
La batalla de Civitella contra los normandos dejó tocado a León y de la que ya nunca se recuperaría. Enfermo se trasladó a Roma donde fallecería a los cincuenta y dos años, un 19 de Abril de 1054. Su cuerpo reposa en la Basílica de San Pedro, en cuya tumba el pueblo romano le dedicó este epitafio “Roma vencedora está dolida al quedar viuda de León IX, segura de que entre muchos, no tendrá un padre como él”
Reflexión desde el contexto actual:
A la luz que nos ofrece la semblanza de este hombre providencial, son muchas las consideraciones que se pueden hacer. Yo me voy a quedar con el hecho, constatado por la historia, que nos habla de que en los momentos más delicados siempre aparece un elegido para enderezar el rumbo de la débil barca de Pedro, destinada a navegar por los mares procelosos, haciendo buenas la promesa de Cristo que nos asegura que nada ni nadie podrán contra ella.