Un santo para cada día: 18 de abril San Perfecto: el primer mártir del emirato de Córdoba
Perfecto apareció sereno ante una multitud enardecida e insultante y una vez en el tablado le dio tiempo a confesar con valentía su fe antes de que el verdugo hiciera rodar su cabeza por el suelo, la cual sería recogida por un grupo de sacerdotes, entre los que se encontraba el obispo
Perfecto nació en el emirato de Córdoba cuando la región estaba dominada por los moriscos y gobernada por Abderrahman II, aunque a decir verdad quien verdaderamente gobernaba era su primer ministro, el eunuco Nazar, ya que el emir bastante tenía con dedicarse a disfrutar de la vida, hecha de placeres, de lujos y de fiestas, que le preparaba su favorito Ziriab. Los padres de Perfecto eran cristianos convencidos y se cuidaron mucho de que su hijo creciera en la fe que ellos profesaban. Los estudios realizados por el pequeño en la iglesia de S Acisclo le permitieron conocer la ciencia sagrada y dominar perfectamente el idioma árabe, llegando a ordenarse como sacerdote y ocuparse de las cuestiones domésticas concernientes a la comunidad eclesial a la que él pertenecía.
Por este tiempo, aunque el cristianismo no estaba legalmente reconocido, cuando menos era permitido, si bien hacia el año 850 vemos aparecen signos inquietantes, por cuanto la plebe musulmana comenzaba ya a mirar con cierto recelo a los cristianos, sobre todo a los más celosos, entre los que se encontraba precisamente el sacerdote Perfecto. En cierta ocasión en tono aparentemente amistoso, se le acercó un grupito de musulmanes con el siniestro propósito de tirarle de la lengua. Querían saber qué era lo que en la intimidad de la comunidad cristiana se decía y pensaba de Mahoma. Magnífica ocasión era la que ahora se le presentaba a Perfecto para hacer apostolado. En un principio se mostró recatado, midiendo las palabras, pero luego se relajó, cuando sus interlocutores le aseguraron que podía hablar con entera libertad porque no iba a pasar nada por ello. Perfecto se fio de ellos, se le calentó la boca y comenzó a largar improperios contra el Profeta, que mejor hubiera sido callar. Había caído en la trampa que estos ladinos musulmanes le habían tendido. Se despidieron como si no hubiera pasado nada y cada cual se fue a su casa y así quedó la cosa.
Pasado un tiempo, según nos cuenta S. Eulogio, una turba agresiva, semejante a un enjambre de abejas, se echó sobre él y medio a rastras le condujeron ante la presencia del juez, que por aquel entonces lo era Mohamed ben Ziab y dijeron “Este hombre ha blasfemado contra el Profeta y ya sabes el castigo que merece su crimen “ Y bien que el juez lo sabía y el castigo no era otro que la pena de muerte. Perfecto se dio entonces cuenta que la cosa se ponía fea y comenzó a temer por su vida, por lo que trató de defenderse de las acusaciones como pudo, quitando hierro al asunto. “Que la cosa no era para tanto”… “que él no había querido insultar a Mahoma”, en fin, lo que sucede cuando uno quiere evadir responsabilidades, pero de nada le sirvió porque la turba estaba sedienta de sangre y el juez dictó condena capital en su contra, que fue ratificada por el primer ministro y por el emir.
Una vez condenado en firme, Perfecto fue llevado a un calabozo lúgubre, donde habría de pasar varias semanas esperando que se ejecutara la sentencia. Allí tuvo tiempo de reflexionar y se recriminaba a sí mismo de no haber tenido el valor de decir ante el juez lo que verdaderamente pensaba sobre el Profeta. Por fin fue anunciado el día de su ejecución. Ésta habría de tener lugar el primer domingo después del Ramadán, el 18 de abril del 850, en un lugar donde todos pudieran verlo para que sirviera de escarmiento, cerca del río Guadalquivir, en el sitio llamado “Campo de la Verdad”. Perfecto apareció sereno ante una multitud enardecida e insultante y una vez en el tablado le dio tiempo a confesar con valentía su fe antes de que el verdugo hiciera rodar su cabeza por el suelo, la cual sería recogida por un grupo de sacerdotes, entre los que se encontraba el obispo. Perfecto se convertía así en el primer mártir del emirato de Córdoba, al menos “El Memorial de los Mártires de San Eulogio”, contemporáneo suyo, comienza con el relato de su martirio.
Reflexión desde el contexto actual
Afortunadamente hoy día , todos estamos en la idea de que entre cristianismo islamismo y judaísmo son más las cosas que nos unen que las que nos separan y aunque tarde, nos hemos dado cuenta de que las guerras de religiones habidas en otras épocas han de ser sustituidas por una aspiración común de universal ecumenismo, por la sencilla razón de que nuestro Padre Celestial lo es de todos y no quiere vernos peleando los unos contra los otros , sino colaborando todos a la par por conseguir un mundo mejor.