Un santo para cada día: 28 de septiembre San Wenceslao (Un rey con vocación de santo)
Nuestro santo de hoy es el patrón de la República Checa y venerado no solo por la Iglesia Católica sino también por la Iglesia Ortodoxa. Reconocido y querido en Chequia y en otras cortes europeas, contribuyó a que su sociedad viviera en paz y fuera más humanitaria, eliminando torturas y prohibiendo la horca, fue tenido en esas tierras como un gran santo, devoto de la Eucaristía y de la Santísima Virgen
| Francisca Abad Martín
Nuestro santo de hoy es el patrón de la República Checa y venerado no solo por la Iglesia Católica sino también por la Iglesia Ortodoxa. Reconocido y querido en Chequia y en otras cortes europeas, contribuyó a que su sociedad viviera en paz y fuera más humanitaria, eliminando torturas y prohibiendo la horca, fue tenido en esas tierras como un gran santo, devoto de la Eucaristía y de la Santísima Virgen.
San Wenceslao I de Bohemia nació hacia el año 907 en Stochov, cerca de Libusin, en Chequia. Hijo de Varislao I, cristiano y de Drahomira, una princesa pagana, de genio fuerte y cruel. Fue bautizado por un fraile eslavo, que había sido discípulo de San Metodio. Durante los primeros años de su vida, su abuela paterna Ludmila, venerada luego como santa, se ocupó de su educación, no solo en el aspecto religioso, sino también en el cultural, rodeándole de clérigos y monjes que le enseñaron además de la virtud también las letras latinas y eslavas; aprendió a ser casto y compasivo, a rezar y a asistir con devoción a la Santa Misa,
Pero como contrapeso a esta buena educación propiciada por la abuela, estaba la de su madre Drahomira, quien le inculcaba el amor a las tradiciones paganas. Todo esto provocó en el niño grandes conflictos interiores, pues frente a las buenas enseñanzas del Evangelio, era receptor de las narraciones y leyendas que le contaba su madre sobre los dioses paganos que le provocan terror y pesadillas. Por otra parte, se va dando cuenta de que su madre le aborrece y esto es muy triste para un niño.
En el 921 su padre muere accidental y misteriosamente, con lo cual Drahomira asume el poder como regente. Al principio es Ludmila, su abuela la que asume el poder, pero ante el acoso y las presiones a que se ve sometida por parte de la nuera, decide retirarse a uno de sus castillos, con la única condición de que la dejen morir en paz. Un día la anciana aparece muerta, ahogada, en su lecho. El nieto sufre terriblemente la pérdida de su abuela, a la que adoraba. Además de la influencia nociva de su agresiva madre, estaba su hermano Boleslao, que era el ojo derecho de Drahomira.
A pesar de todo Wenceslao, que desde niño se había educado en la disciplina y la piedad, se esfuerza en cumplir los deberes, que como príncipe heredero comienza poco a poco a asumir, ayudando a los pobres y necesitados, a los huérfanos y a las viudas, defendiendo el cristianismo. Presta apoyo a los monjes y a los monasterios, madruga para asistir a misa, promueve la construcción de la preciosa catedral de San Vito y defiende la paz a toda costa. Considerándose ya preparado para gobernar se enfrenta al despotismo de su madre, da un golpe de estado, la elimina de la regencia y comienza una nueva etapa. Lo primero que hace es trasladar los restos de su abuela a la catedral de Praga.
Pero Drahomira, furiosa por el florecimiento del cristianismo y el pacífico reinado implantado por Wenceslao, suscita una guerra civil contra su hijo, poniéndose a favor del vecino príncipe Radislao, pero cuando llega el momento del enfrentamiento, Wenceslao consigue llegar a un acuerdo con él y aunque sale perjudicado en el tratado de paz, lo acepta gustoso con tal de evitar derramamientos de sangre. Un día su hermano Boleslao promueve una conspiración contra él y le tiende una trampa. Con motivo de una fiesta, en la que invita a Wenceslao, éste acude desarmado pensando en la buena voluntad de su hermano, quien aprovecha la ocasión cuando Wenceslao se dispone a las primeras horas de la mañana para acudir a misa; es entonces cuando su hermano y un grupo de traidores lo asesinan impunemente un 28 de septiembre, del 929 o 935, en la puerta de la iglesia. Tres años más tarde Boleslao I de Bohemia, arrepentido, hizo llevar los restos de su hermano al interior de la Catedral de San Vito.
Reflexión desde el contexto actual:
Wenceslao muere joven y rey. Puede que estas circunstancias engrandezcan su figura histórica y le agigante ante los ojos de los hombres, pero lo verdaderamente importante de este gran rey es que fue ejemplo de humanismo, justicia y pacifismo y llegado el momento supo mantenerse fiel a sus convicciones religiosas por encima de los vínculos de sangre. Se presenta ante nuestros ojos como figura egregia por linaje, que le llevó a ostentar los más elevados honores, pero sobre todo suscita nuestra admiración por la grandeza de su espíritu y la nobleza de sus sentimientos. Su memoria permanece viva en muchas iglesias dedicadas a él y en muchos monumentos, como el que se puede admirar en la gran plaza de Praga, obra de Mysblek.