Un santo para cada día: 1 de julio Santa Esther (La salvadora del Pueblo Judío)
La historia de Esther, venerada en la Iglesia Católica como santa, tiene como escenario la ciudadela de Susa, lugar de veraneo del gran rey de los persas
A pesar de que los exégetas modernos no acaban de ponerse de acuerdo sobre si el libro de Esther es más didáctico que histórico o viceversa, lo cierto es y a ello nos atenemos, que la tradición cristiana ha dado como real la existencia de este personaje y que la canonicidad de este libro bíblico, avalada por el Concilio de Trento, ha estado siempre asegurada. El hecho de que la fiesta judía del purín que aparece en el relato, incluso se sigue celebrando hoy día, no deja de ser un argumento más a favor de su historicidad.
La historia de Esther, venerada en la Iglesia Católica como santa, tiene como escenario la ciudadela de Susa, lugar de veraneo del gran rey de los persas. Comienza con un banquete en el que el todopoderoso Asuero, hijo del rey persa Darío I, estando celebrando una fiesta con su corte, decide que su esposa Vasti, muestre sus bellezas vestida solo con su corona, la reina por dignidad se niega y esta negativa le hace perder su condición de esposa del rey, quien abre un concurso para rellenar la destitución de Vasti. A él acuden varias vírgenes del reino, según Josefo en número de 400, entre ellas una muchacha judía bellísima que residía en Susa, ciudadela donde Asuero pasaba algunas temporadas. La joven había perdido a sus padres quedando bajo la protección de su primo Mardoqueo, judío ilustre que disfrutaba de un alto cargo en la corte del rey. Ella precisamente es la que habría de resultar elegida en éste que hoy día denominaríamos “casting”. Esther se llamaba la virgen judía que se ganó el favor del rey "Y el rey amó a Esther más que a todas las otras mujeres", y él la hizo su reina (Ester 2:17). Es de notar que el texto bíblico resalta la actitud de esta joven, señalando que ella a pesar de todo, seguía siendo temerosa de Dios y cumpliendo sus santos preceptos como buena judía, si bien tuvo mucho cuidado de no revelar al rey, ni a nadie su condición de tal, según la había aconsejado Mardoqueo.
Los días van pasando en palacio en aparente calma, mientras por debajo se maquinan intrigas y traiciones. Un día Mardoqueo descubre un complot para asesinar a Asuero y así se lo hace saber al rey, quien toma las medidas oportunas sin dejar de agradecer a Mardoqueo su lealtad, el cual a partir de entonces va a estar mejor considerado, lo que suscita envidias en el lugarteniente llamado Amán, quien en su prepotencia había exigido que todo el mundo inclinara la cabeza a su paso y a lo que Mardoqueo se había negado por considerar que solo Dios merece ser reverenciado. Semejante actitud irrita aún más al primer ministro, que trata de vengarse sacando un edicto para exterminar al pueblo judío, pues los prejuicios y odios contra el pueblo judío estaban ubicados en el corazón de Amán. Asuero fiándose del consejo de su lugarteniente permitió llevar adelante su propósito.
La noticia llegó a oídos de Esther a través de sus doncellas y eunucos, pero aun así, quiso saber de primera mano que es lo que estaba pasando, por lo que envío mensajeros a Mardoqueo, éste inmediatamente le envió una copia del edicto, al tiempo que le rogaba intercediese por su pueblo ante el rey (Ester 4:8), pero la cosa no era fácil porque ella no tenía acceso al rey hasta no ser llamada y hacía bastantes días que Asuero no se comunicaba con ella y es así como se lo hizo saber a su primo, quien le insistió en que interviniera, porque no había otra solución, si quería salvar a su pueblo. Ester entendió que esta era la voluntad de su Dios y se dijo " entraré a ver al rey, aunque no sea conforme a la ley y si perezco, que perezca" (Ester 4:16). «Señor mío, único rey nuestro, protégeme, que estoy sola y no tengo otro defensor que tú”.
Después de tres días de ayuno Esther traspasa la zona de lugares prohibidos, se presenta al rey, quien benévolamente la acoge y ella lo que hace es invitarle a un banquete para el día siguiente y también invita a Aman. El rey no puede dormir esa noche y pide que le lean las crónicas del reino. La lectura de estas crónicas le hace recordar que Mardoqueo no ha sido recompensado suficientemente. Ya en el banquete, Esther informa al rey de forma pormenorizada de lo que está pasando y éste queda impresionado. Amán comienza a temer por su vida y piensa que la horca que él tenía preparada para Mardoqueo podía ser para él y no se equivocaba mucho. El edicto mandado por Amán quedaba sin efecto. Esther había salvado al pueblo judío y ardía en deseos de venganza, quedando establecido que en los días 14 y 15 del mes Adar se celebrara la fiesta del Purim. Es así como Esther salvó a su pueblo judío y éste le habría de prestar eterno agradecimiento de generación en generación.
Reflexión desde el contexto actual:
Los parámetros del Antiguo Testamento son diferentes a los del Nuevo Testamento. Aquel se rige por la ley del talión, éste por la ley del amor. El sublime mensaje del perdón a los enemigos es un mensaje típicamente cristiano: “Mirad que se os dijo…. , pero yo os digo”. Los cristianos de hoy no pueden pedir al A. Testamento más de lo que éste puede dar. La historia de Esther lo que nos trasmite es un mensaje de confianza en Dios, que nunca abandona y siempre está del lado de la víctima inocente. Incluso los Santos Padres nos animan a ver en Ester (Stella) una prefiguración de la “Stella Maris”, pues del mismo modo que la heroína bíblica intercedió ante el rey para salvar al pueblo judío, así la Virgen María hace de intercesora ante Jesucristo para salvar al género humano.