Un santo para cada día: 16 de mayo Santa Gema Galgani. ( Imagen viva de Cristo crucificado. Patrona de los enfermos)
Fue beatificada por Pío XI el 14 de mayo de 1933 y canonizada por Pío XII en 1940. En 1985 fue llevado su cuerpo al Santuario Pasionista de Santa Gema en Lucca (Italia
| Francisca Abad Martín
Los cristianos actuales sienten la necesidad de conocer a los santos como fueron en realidad, con toda su grandeza espiritual, pero también con toda su miseria y limitación corporal, sin la piadosa fantasía de una leyenda dorada que pudo estar bien para otros tiempos, pero ahora no es lo que se lleva. No son los santos plastificados sino los de carne y hueso, que tuvieron que soportar la dura realidad, como sucede con los demás mortales, que sufrieron, padecieron, teniendo que sobrellevar un auténtico calvario, como es el caso de Gema Galgani, tan rigurosamente probada que en algún momento pareciera perder la paciencia hasta llegar a conminar a Jesús, diciendo: “que no rezaría más si no la curaba”.Según ella misma nos cuenta, el 8 de Diciembre, fiesta de la Inmaculada, le preguntaba a Jesús qué pretendía teniéndola postrada en el lecho del dolor y el ángel de la guarda me respondió: -“Si Jesús te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu". No fue fácil para Gema, como tampoco lo es para el resto de los mortales aceptar ser víctima propiciatoria y de esta forma poder "suplir en su carne lo que le falta a la Pasión de Cristo”, pero con la ayuda de Dios todo es posible y el corazón acrisolado por sufrimiento de esta enferma crónica ha llegado a ser símbolo de entrega y amor a Cristo
Había nacido esta candorosa criatura el 12 de marzo de 1878 en Camigliano (Italia). Su padre Eugenio Galgani era boticario y su madre Aurelia Landi, muere prematuramente de una tuberculosis pulmonar, cuando Gema tenía solo 7 años. Su padre se hace cargo de los hijos, pero muere también pronto, a consecuencia de un tumor maligno, cuando Gema tenía 18 años.
En este tiempo Gema tuvo dos pretendientes, que se sintieron atraídos por su belleza física, pero ella los rechazó, porque tenía ya muy claro que su único Esposo sería Cristo. Entonces fue contratada como ama de llaves por la familia Gianni. Con ellos se trasladó a la ciudad de Lucca, donde la trataron prácticamente como a una hija.
Gema tenía una gran devoción a la Eucaristía y a la pasión de Cristo, cuyo crucifijo tenía en la pared de su cuarto. Cuando tenía 20 años, durante 3 días a la semana, comenzó a mostrar en su propio cuerpo las mismas heridas que tenía ese crucifijo. A lo largo de su corta vida padeció múltiples y extrañas enfermedades, que unas veces la ponían en trance de muerte y otras se curaban misteriosamente.
Desde muy temprano había sido una niña enfermiza y poco desarrollada. A los 13 años ya tuvo que ser operada de osteítis tuberculosa y a los 16 sufrió graves trastornos, de apariencia neurótica. A partir de los 19, se le multiplicaron las enfermedades, desconcertantes para los médicos, con síntomas gravísimos: tabes espinal de carácter maligno, un absceso en la región lumbar, meningitis, úlceras, sordera, caída del cabello, parálisis, etc. Las diversas intervenciones quirúrgicas por las que tuvo que pasar, en lugar de extirpar el mal parecía que lo desplazaban a otro punto de su cuerpo.
Los médicos acabaron desahuciando a una enferma que se negaba a ser reconocida debidamente. Jamás se dejó auscultar. Toda esta hipersensibilidad hizo que en algunas ocasiones sus enfermedades, o al menos parte de ellas, fueran diagnosticadas como “trastornos neuróticos”. Realmente los médicos estaban desconcertados. Todo esto hizo que su proceso de beatificación fuera largo y examinado minuciosamente.
Solo los Padres Pasionistas la comprendían, la confortaban y la alentaban. Ella hubiera querido ser religiosa pasionista, cosa que no pudo ser por su delicada salud, teniendo que conformarse con estar incluida entre las “Terciarias Pasionistas” (seglares). Su largo camino de enfermedades, incomprensiones y sufrimientos, fue duro y después de haber pasado por dolorosas pruebas, pudo presentir cómo se acercaba el final de su vida, en la que Dios le había pedido mucho, pero también era mucho lo que le había dado. A las 8 de la mañana del sábado Santo, 11 de abril de 1903, se la administraba la extremaunción y tomando en las manos un crucifijo dijo: “¡Jesús, en tus manos encomiendo mi pobre alma!"; y volviéndose a la imagen de María, añadió: "¡Madre mía!, recomienda a Jesús mi pobre alma...Dile que tenga misericordia de mí". Súbitamente su rostro se iluminó con una sonrisa y dos lagrimas se deslizaron por sus mejillas, mientras el párroco que estaba presente exclamó diciendo” "Jamás he presenciado muerte semejante". A la 1.45 h. de este mismo día moría en Lucca a los 25 años Gema Galgani, probablemente de tuberculosis.
Fue beatificada por Pío XI el 14 de mayo de 1933 y canonizada por Pío XII en 1940. En 1985 fue llevado su cuerpo al Santuario Pasionista de Santa Gema en Lucca (Italia). Una vez llegado, el P.German, su confesor y biógrafo, a Lucca y después de haber pasado 14 días de su muerte se procedió a la exhumación. Los especialistas que realizaron la autopsia quedaron maravillados al encontrar su corazón como si acabara de morir, el mismo que actualmente se conserva incorrupto en el Santuario que los P.P. Pasionistas tienen en Madrid y que lleva su nombre.
Reflexión desde el contexto actual:
El dolor, el sufrimiento, la enfermedad, han estado siempre en el punto de mira de los maestros del espíritu, haciéndonos saber que el sufrimiento puede ser un instrumento magnífico para la purificación de las almas y del mismo modo que el fuego purifica a los metales nobles de las impurezas, esto es lo que hacen el dolor y las enfermedades con el espíritu. Desde Pablo se viene repitiendo que el cristiano está llamado “a suplir en su carne lo que le falta a la Pasión de Cristo". Esto es exactamente en lo que se traduce la vida de Gema Galgani, que no fue otra cosa que una constante oblación de sí misma, ofreciéndose a Dios como víctima propiciatoria para que las almas alejadas de Él volvieran al estado de gracia. El mensaje que nos trasmite no podía ser otro que el que se desprende de estas palabras suyas: “Si Jesús te aflige en el cuerpo es para purificarte cada vez más en el espíritu”