Un santo para cada día: 8 de octubre Santa Thais (La ramera esplendorosa convertida en penitente por amor a su creador)
La historia nos cuenta que allá por el siglo IV en el Egipto romano, existió una famosa cortesana de una belleza tal que era capaz de despertar tormentas incluso entre los escuálidos anacoretas, acostumbrados a someter sus cuerpos a severas penitencias y ayunos
La historia nos cuenta que allá por el siglo IV en el Egipto romano, existió una famosa cortesana de una belleza tal que era capaz de despertar tormentas incluso entre los escuálidos anacoretas, acostumbrados a someter sus cuerpos a severas penitencias y ayunos. Vivía en el centro de la fascinante Alejandría esta meretriz, que era conocida como la rosa de esta ciudad. La bellísima pecadora residía en una mansión suntuosa y elegante donde todo era esplendor y lujo, una mansión escondida entre palmeras y en medio de plantas aromáticas, lugar diseñado para recibir a sus distinguidos e ilustres huéspedes.
En una ocasión se presentó un caballero, sin que los autores se pongan de acuerdo sobre su identidad, unos dicen que se llamaba Pafnucio, otros aseguran que su nombre era Serapión, siendo esta última la opinión más probable. Serapión era un anacoreta experimentado, que se había preparado concienzudamente para la ocasión, cuidando hasta los más mínimos detalles, gestos, porte, ropas, perfumes… Una vez en el atrio, entró sin vacilar con paso firme, convencido de lo que estaba haciendo. Tuvo que esperar hasta que las sirvientas le condujeron hasta el aposento de Thais, que así era como se llamaba su dueña, quien recibió al huésped con actitud displicente. Hubo un cruce de miradas antes de romper el silencio y por primera vez en su vida, Thais se sintió turbada ante la presencia de un hombre. Ella era experta en leer la lascivia en los ojos de sus clientes y se sentía superior porque disponía del arma poderosa de su belleza que resultaba irresistible, pero la mirada de este hombre era distinta.
Comenzaron a hablar y Serapión se dio cuenta que en el corazón de esta mujer quedaban sentimientos piadosos para un Dios que todo lo ve, que todo lo sabe y que es capaz de escudriñar en lo más profundo del corazón. Thais todavía creía en ese Dios ante el cual nada de lo que hacemos permanece oculto. A medida que iban hablando, Serapión se fue percatando de que la mujer que tenía ante sí se mostraba receptiva a cuanto le iba diciendo, sobre los castigos del infierno, sobre el celestial gozo en el paraíso y sobre todo cuando le hablaba del amor misericordioso de Dios para con todos los hombres. “Si eso fuera verdad…” La pecadora comenzaba a desmoronarse, reconocía su culpa, comenzaba a sentir los efectos de la gracia y lo único que en estos momentos le importaba era reconciliarse con el Creador. ¿Sería esto posible? No tardaron en llegar las lágrimas de arrepentimiento, al tiempo que repetía una y otra vez: “Tú que me criaste, apiádate de mí”.
Sin más dilación manifestó su intención de abandonarlo todo y alejarse de Alejandría para hacer penitencia. Serapión conocía bien el monasterio de la Virgen Emma, a cuyas puertas podía llamar para que recibieran a esta oveja descarriada y allá que se fueron. "Te he traído una pequeña cabra medio muerta, recientemente arrancada de los dientes de los lobos. Confío en que por tu compasión se le asegure un refugio y que, por tu cuidado, [ella] sea curada, y que habiendo arrojado a un lado la áspera piel de una cabra, ella será vestida con la suave lana del cordero”. Así habría de ser. En este sagrado refugio pudo llevar una vida de penitencia encerrada en una capillita con una rejilla desde donde podía asistir a la misa y a los actos de culto, pudiendo recibir también de manos de las hermanas un frugal alimento cada día.
Así pasó 3 años la penitente alejandrina, purgando por su mala vida pasada, hasta que un día sintió golpes en la rejilla. Era Serapión que venía a decirle que Dios la había perdonado todos sus pecados. Sus ojos se iluminaron y su corazón saltaba de alegría, salió de su agujero demacrada, cual momia viviente, para incorporarse a la vida comunitaria entre el resto de las religiosas, pero a los 15 días, según cuentan, Dios la llamó porque la quería para sí.
Una vez muerta Thais ha sido fuente de inspiración para artistas, como es la famosa ópera “Thais” de Massenet, uno de cuyos fragmentos titulado “Meditación de Thais”, bien pudiera considerarse como uno de los temas más inspirados de la música de todos los tiempos.
Reflexión desde el contexto actual:
A todos los que, desde nuestra soberbia farisaica, alguna vez nos hemos sentido por encima de los demás, porque estamos dentro del orden establecido, Thais viene a recordarnos las palabras de Cristo: “Los últimos serán los primeros y las prostitutas os precederán en el reino de los cielos” De alguna forma el drama existencial de Thais nos lo vuelve a traer a la memoria, Martín Descalzo, a través de su obra teatral titulada “ Las prostitutas os precederán en el reino de los cielos”, basada en una historia verídica ocurrida hacia 1870, en la que una prostituta llamada Rosa, vive inmersa en un mundo de soledad.