Un santo para cada día: 25 de julio Santiago Apóstol (Patrón de España. Foco de atracción para los peregrinos de Europa)
| Francisca Abad Martín
A nuestro santo de hoy se le conoce por el distintivo de “Santiago el Mayor” para distinguirle del otro Santiago, el que era pariente de Jesús, al que denominamos “El Menor”.
Cuando comienza Jesús los tres años de su “vida pública”, el mar de Galilea era el principal medio de vida para los pueblos que vivían en sus orillas: Cafarnaúm, Betsaida, Magdala, Tiberiades. Había pescadores agrupados por familias, que sobrevivían del producto de la pesca. Los había más modestos, como Simón y su hermano Andrés y otros más “pudientes”, como Zebedeo y sus dos hijos, Santiago y Juan, que tenían una barca mejor y otros empleados.
Salomé, la esposa de Zebedeo, es mencionada varias veces por los evangelistas. Pudo ser una de las mujeres que iban con el grupo que acompañaba a Jesús y también estaría con María, la Madre de Jesús y María Magdalena, al pie de la cruz.
Ambos hermanos tenían un carácter impetuoso, por eso Jesús les puso el apodo de “Boanerges” (hijos del trueno). Lo demostraron en algunas ocasiones, por ejemplo cuando al aproximarse a una aldea de Samaria y sus habitantes no quisieron recibirles, la reacción de los violentos Santiago y Juan fue: ”Señor ¿quieres que pidamos que baje fuego del Cielo y los consuma?”(Lc. 9,54). Pero a pesar de todo, Jesús sentía una predilección hacia ellos. En los acontecimientos más destacados están ellos presentes: en la Transfiguración en el Tabor, en la resurrección de la hija de Jairo, en la agonía en Getsemaní, etc. Su madre quiere lo mejor para ellos y así, pensando que el Mesías es un libertador político, que restaurará el reino de Israel, le pide que sus dos hijos se sienten junto a su trono, uno a su derecha y el otro a su izquierda; ambición muy propia de una madre.
Pero el destino de Santiago no estaba donde su madre pensaba. Jesús les había pedido a los Apóstoles que predicaran el Evangelio hasta en los “últimos confines de la tierra” y eso es lo que hizo Santiago, llegar hasta el “Finis terrae”. Hispania era entonces el final de la tierra conocida. Era la zona más lejana del Imperio Romano, la más desconocida, la más misteriosa. Santiago viene hablándoles de un nuevo Dios que ha sido crucificado por sus enemigos y predica la mansedumbre y la pobreza. ¡Le toman por loco! Debió desembarcar por Tarragona. Cuentan que al llegar a Caesaraugusta (la actual Zaragoza) estaba deprimido y desalentado, porque no veía resultados para tanto esfuerzo. Entonces, la Madre de Jesús, que tanto les había alentado después de la Resurrección y Ascensión de su Hijo, le sonríe, le habla y le consuela. La semilla que él había sembrado germinaría y daría abundante fruto.
Pero una vez asentados los cimientos de la fe cristiana en las tierras hispanas, Santiago regresa a Jerusalén en el año 44 y es el primero en “beber el cáliz” que Jesús les había prometido. Herodes Agripa, que entonces gobernaba en Judea, “quitó la vida a Santiago, hermano de Juan con la espada” (Act. 12, 2). La persecución dispersó a sus discípulos y dice la Tradición que ellos trajeron su cuerpo en barco hasta los confines de la Tierra, donde él había predicado, sepultándolo en un lugar, que no pudo ser localizado, próximo a las rías gallegas y que una vez descubierto milagrosamente, se convirtió en el centro de peregrinaciones cristianas más importante del mundo, después de Roma y Jerusalén por donde han pasado millones de peregrinos de toda clase y condición movidos por la llama de la fe, sembrada por el gran Apóstol.
Efectivamente el sepulcro de Santiago se habría de convertir en un lugar predilecto de peregrinación, que se remonta al siglo X después de que Alfonso II descubriera su tumba, siendo en el siglo XII cuando estas peregrinaciones experimentan un enorme apogeo a impulsos del arzobispo Diego Gelmirez, quien es reconocido también como el gran iniciador de la basílica compostelana, la más bella de todas las que levantó el arte románico, donde reposan los restos del Apóstol; este auge fue creciendo durante el siglo XIII. En la actualidad, por los motivos que sean, el camino de Santiago es recorrido por muchos peregrinos, a lo cual seguramente han contribuido las visitas realizadas tanto por Juan Pablo II en 1982 y en 1989, como por Benedicto XVI en el año 2010.
Reflexión desde el contexto actual:
España tiene mucho que agradecer al Apóstol Santiago, no solo por habernos traído la fe, sino también porque supuso un apoyo moral en la Reconquista, escenario donde los ejércitos españoles dejaron escritas páginas gloriosas. Hay quien asegura haber visto al santo Patrón cabalgando montado en un caballo, alentando a los suyos con una espada en la mano, lo que daría lugar a esa imagen tan popularizada de “Santiago Matamoros”, inmortalizado en multitud de pinturas y esculturas que hoy se tratan de ocultar, porque no va con estos tiempos. ¿Qué hay de histórico en todo esto? Pues para decirlo en pocas palabras, actualmente la crítica se muestra muy exigente, llegando a cuestionarse la presencia del apóstol en nuestro suelo patrio, incluso se mantiene la tesis de que los restos que reposan en Santiago de Compostela no sean los suyos. Sea como fuere, hemos de dar por rigurosamente cierto que Santiago durante toda la Edad Media, fue un símbolo, un poderoso foco de atracción que movía cantidades ingentes de peregrinos en todo el mundo. Esta tradición aún se mantiene. Son muchos los que hacen el Camino de Santiago y también quienes lo hacen más de una vez en su vida. Lástima que la intencionalidad de este peregrinaje haya quedado un tanto desvirtuada, sin que se pueda decir que la motivación religiosa sea la única y principal para emprender el camino e ir a honrar al Apóstol