Un santo para cada día: 28 de enero St. Tomás de Aquino (El más sabio de los santos y el más santo de los sabios)
Cuando viene un nuevo ser al mundo explícita o implícitamente proyectamos sobre él un interrogante de futuro ¿Qué será de mayor? ¿Cómo será su vida?, ¿cuál habrá de ser su destino y vocación? A veces sucede que los padres proyectan un plan sobre el hijo que no se ajusta a lo que en verdad éste quiere y a lo que Dios tiene dispuesto y esto es exactamente lo que sucedió con Tomás. Nacido hacia el 1224 en el castillo de Rocaseca, en la región del Lacio (Italia), hijo de los condes de Aquino, Landolfo y Teodora, quienes imaginaban verle un día como abad del vecino monasterio de Montecasino, cuna de la orden benedictina, que era tanto como decir uno de los personajes más ricos, influyentes y poderosos de Italia. Allí fue precisamente ingresado Tomás para recibir las primeras instrucciones y de allí pasaría a la universidad de Nápoles para estudiar Artes Liberales. En esta ciudad tomó contacto con los dominicos que acababan de instalarse en esta ciudad. En la Orden de Predicadores creía poder encontrar Tomás lo que andaba buscando, por lo que a la edad de diecinueve años decidió vestir el hábito blanco dominicano.
A partir de aquí se van a desatar las hostilidades de la familia, que no vio con buenos ojos la decisión tomada por el joven estudiante de ingresar en una orden mendicante. Un día cuando fray Tomás, acompañando al p. General se dirigía a Polonia, fue raptado por sus hermanos y conducido a Rocaseca, donde fue encerrado en una torre del castillo; allí trataron de disuadirle cariñosamente su madre y hermanas para que volviese a los benedictinos, que es donde estaba su porvenir. En vista de que ello no dio resultado entran en acción sus aguerridos hermanos, con métodos menos pudorosos, como el de introducirle en la habitación una prostituta, de la que fray Tomás tuvo que defenderse, repeliendo la agresión sexual a tizonazo limpio. Después de pasar aquí un año de secuestro infructuoso, el joven fraile pudo huir, seguramente con la complicidad de alguna de las hermanas o tal vez de la propia madre.
Incorporado a la orden va a comenzar para fray Tomás un itinerario por los centros universitarios más prestigiosos. En Paris tendría por maestro a Alejandro de Hales y en Colonia a Alberto Magno, ambos le ayudarían a caminar por las amplias avenidas del aristotelismo y a extraer todas las posibilidades del mismo, en orden a hacer más fecunda la teología cristiana. Pronto sus maestros se dieron cuenta que tenían delante una inteligencia superdotada. En las disputas teológicas el frailecito se comportaba más como un doctor que como un estudiante, lo que hizo que su fama trascendiera de los recintos universitarios. Una vez ordenado sacerdote su fama se fue agrandando y a propuesta de su maestro Alberto va a ir ocupando las cátedras de Colonia y de Paris, cuando Tomás todavía no había cumplido los 30 años. Urbano IV se fija en él para ocupar la sede episcopal de Milán, pero Tomas fiel a su vocación y a sus ansias de saber, bastante tenía con seguir preguntándose ¿Quién es Dios? Lo que a él verdaderamente le preocupaba es que llegara un día en que pudiera responder a esta pregunta que venía obsesionándole desde la infancia y a ello va a dedicar todas sus fuerzas.
El ilustre profesor comienza a superar a los que han sido sus maestros y se revela como un innovador: métodos nuevos, tesis nuevas, en fin, un nuevo talante de hacer teología. Ha tenido la osadía de tomar a Aristóteles como el marco adecuado para reconstruir la teología cristiana en un momento en que el peripatético estaba mal visto en Europa y esto habría de traerle serios problemas con las autoridades académicas, disputas, intrigas, acusaciones, hostilidades, huelgas, que ponían al sabio dominico en el ojo del huracán. Tres años duró su primer magisterio en un Paris turbulento y agitado, en que Tomás escribiría muchos de sus tratados filosófico-teológicos, dejando iniciada la Summa contra Gentiles.
De la Universidad Parisina pasó al Estudio General de la Corte Pontificia en Italia donde permanecería 9 años con una gran concurrencia de alumnos. En este tiempo acabó la “Summa contra Gentiles”, para comenzar otras nuevas obras entre otras el gran monumento para todos los tiempos que fue “La “Summa Theológica”, obra que concluiría en su segunda etapa como profesor en Paris, donde habría de permanecer hasta que nuevamente las contiendas, intrigas y desórdenes, le obligan a abandonar la docencia en la universidad de esta ciudad. A partir de aquí Fray Tomás reduciría también su actividad frenética como escritor, porque todo cuanto había escrito le parecía paja. Por fin hacia el 1265 se abre la etapa mística del Doctor Angélico, centrado ya en la labor ministerial, convirtiéndose en el cantor de la eucaristía. Ya no solo es teólogo, es también el místico que justifica el hecho de que se le haya tenido como “El más sabio de los santos y el más santo de los sabios”
Invitado personalmente por Gregorio X para asistir al concilio II de Lyon, no podrá llegar a su destino, porque estando de camino le sorprendió una rara enfermedad que acabaría con él, muriendo el 7 de marzo de 1274 en el monasterio de Fossanova.
Reflexión desde el contexto actual.
¿Qué pensar sobre la actualidad y vigencia del pensamiento de Sto Tomás? Ciertamente, no estamos viviendo los mejores tiempos del tomismo, no podemos decir que sea el pensamiento que esté ahora de moda. Posiblemente nunca lo estuvo. El pensamiento de Sto. Tomás hay que encuadrarlo dentro del clasicismo del más puro estilo, lo que quiere decir, que sin representar a una época histórica determinada está presente en todas y cada una de ellas. En ese sentido le veremos como música de fondo a lo largo de los tiempos. Que el Doctor Angélico, pueda ser considerado como el Doctor más representativo, como el Doctor de la Cristiandad, es un hecho innegable; lo ha sido y lo seguirá siendo en su universalidad, persistentemente citado, reconocido y de obligada referencia.