Con Ascensión, Jesús sigue con y en nosotros, misionando y evangelizando.

FIESTA DE LA ASCENSIÓN AÑO B. 13.05.2018.


(Marcos 16, 15-20).



"Y les dijo: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará. Y estas señales acompañarán a los que crean: en mi Nombre echarán los espíritus malos, hablarán en nuevas lenguas, tomarán con sus manos las serpientes y, si beben algún veneno, no les hará ningún daño. Pondrán las manos sobre los enfermos y los sanarán".
Así, pues, el Señor Jesús, después de hablar con ellos, fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.
Y los discípulos salieron a predicar por todas partes con la ayuda del Señor, el cual confirmaba su mensaje con las señales que lo acompañaban".



En la Ascensión Jesús no se fue, no nos dejó huérfanos, se colocó definitivamente entre nosotros en los lugares en los que había enseñado previamente a sus apóstoles a reconocerlo: en la Palabra, en la Fracción del Pan,en los Sacramentos, en la Oración, en la Evangelización, en el hermano, en la Iglesia,en el mundo, en "todo y todos".
Si la Ascensión fuese una partida, una despedida de Jesús, los apóstoles y ahora nosotros, estaríamos tristes y con un peso grande en el alma por ello. Considerar su Ascensión, como un "encielamiento", sería para nosotros como un entierro.

Me parece conveniente para entender mejor la Ascensión hacer una distinción entre una desaparición y una partida. Una partida denota y origina una ausencia. Una desaparición da comienzo a una presencia oculta. Y esta distinción hace una diferencia radical.

Cristo se ha quedado con nosotros hasta la consumación de los siglos. Por la Ascensión entró en la omnipresencia y omnipotencia del Padre. Está en el cielo, en la tierra y en todas partes muy presente. Se trata de que Jesús Resucitado ha sido plenamente glorificado, ascendido y espiritualizado en su humanidad. Y por esto mismo, se puso más que nunca en relación con cada uno de nosotros, y está en nosotros, en un corazón y alma pobre de espíritu, dispuesto a acogerlo como Señor de su vida.
En el Credo decimos:

"Subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios Padre Todopoderoso".

No queremos ni creemos en un desplazamiento de lugar. Por medio de esas palabras estamos simbolizando sólo un crecimiento de poder, de gloria y Ascensión del Señor Resucitado.

"Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él". (Juan 14,23).

Lo que nos está diciendo este Evangelio es que el Padre con Jesús y el Espíritu Santo: Dios Uno y Trino está con nosotros, en nosotros, aquí abajo en la tierra, para siempre.
El Evangelio habla de que Jesús hará "morada" en nosotros. En otras ocasiones, yo he hablado de que el Señor "habita" en nosotros, que hace "morada y habitación", revelando una profunda y hermosa vida interior de los corazones que acogen y creen en el Señor. ¡Que hermoso es ser "habitado" por Jesús, el Señor!
Una morada y una habitación dice mucho más o significa mucho más que una presencia. Yo puedo estar presente en una calle de Puente Alto, o puedo andar visitando pastoralmente uno de los Campamentos, pero la morada y la habitación la tengo únicamente en mi casa.
Dios no ha querido tener más que una casa, y esta casa somos nosotros. Ojalá siempre le abramos la puerta de nuestra casa a Jesús, y Él habitará en nosotros.


En la oración de Jesús, el Padre Nuestro, nosotros decimos:

"Padre Nuestro que estás en los cielos". Queremos significar, no un alejamiento de Dios, un "orgulloso aislamiento", sino una situación y un estado de glorificado y espiritualizado; una situación dominante desde la que todo lo puede ver, e intervenir por ello más fácilmente en todos los rincones de la tierra.
Entonces, Jesús alcanzó por medio de su Ascensión esta eficacia infinita que le permite llenarlo todo con su presencia:

"El mismo que bajó, subió después por encima de todos los cielos, para llenarlo todo". (Efesios 4,10).

Citemos también el Prefacio de la Eucaristía de la Ascensión: "Ascendió hoy a lo más alto de los cielos. No lo hizo para apartarse de la pequeñez de nuestra condición humana sino para que lo sigamos confiadamente como miembros suyos...". "El mismo, después de la resurrección se apareció visiblemente a todos sus discípulos y ante sus ojos, fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad".

"Encielar" al Señor es desterrarlo, perderlo. Su Ascensión es una Ascensión en esfuerzo hacia arriba, en eficacia; es, por lo tanto, una intensificación de su presencia entre nosotros y en el mundo: es hacia las personas y hacia la sociedad actual. Vuelvo a repetir no se trata de una Ascensión local que lo alejará de nuestro lado. Más aún, Jesús no se queda sólo a nuestro lado, sino que, para el hombre y mujer dispuestos, se queda no al lado, sino dentro de ellos: habitándolos.

Del mismo modo que Jesús no abandonó a su Padre para venir a salvarnos en su Encarnación, tampoco se separó de nosotros para volver al Padre. Él no tuvo que retroceder caminos. Lo único que hizo fue establecer y asegurar la comunicación.

"Mientras miraban fijamente al cielo hacia donde iba Jesús, de repente tuvieron a su lado dos hombres vestidos de blanco que les dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí mirando el cielo? Éste que ha sido llevado, este mismo Jesús, vendrá como lo han visto subir al cielo". (Hechos 1, 10-11).

Esto quiere decir: no pierdan tiempo, vayan y extiendan el Reino de Jesús y su presencia, acabando su obra aquí en la tierra: Hagan Misión y Evangelización. Hay una unión estrecha entre Ascensión, Misión y Evangelización. Pues desde el momento en que el Jesús histórico dejó a sus discípulos, son ellos, la Iglesia, quienes deben estar a cargo de extender, a través de todo el mundo, la Buena nueva de la resurrección de Jesús. El Evangelio de hoy nos dice:

"Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación".

Y este Evangelio que se anuncia en todas partes y en todo lugar es una certeza y un absoluto:

"El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará".

El punto esencial y principal del Evangelio no es sobre opiniones, o sobre preguntas sobre problemas sin respuesta, o de cosas meramente de contingencias. Es una certeza, confrontando a todo hombre, apelando a definiciones radicales.

Los resultados de la Misión y de la Evangelización son siempre extraordinarios, por sobre posibilidades humanas. Son conversión a la fe, conversión del pecado, libertad de corazones, fraternidad y nuevas relaciones de amistad y de confianza en la sociedad, purificación y mejoramiento de culturas. Todo esto está simbolizado en los signos externos que menciona el Evangelio del envío de hoy: Marcos 16, 17-18.

Y el Evangelio de hoy continúa:

"Y los discípulos salieron a predicar por todas partes con la ayuda del Señor, el cual confirmaba su mensaje con las señales que lo acompañaban".

¡Qué alegría! Jesús está aquí en la tierra, con nosotros; no nos dejará jamás, puesto que su presencia espiritualizada ha alcanzado una intensidad y una extensión que su presencia carnal no hubiera podido obtener.
Esto significa que nos resulta mejor que si se hubiese quedado carnalmente; así podremos encontrarlo presente en todas partes, en la oración y en la acción, en los sacramentos, en nosotros y en nuestros hermanos, en el apóstol, en el confesor y en el pecador, en todos los lugares de la sociedad, incluso en los que trabajan y pueden liberar, unir y hacer ascender la sociedad, gracias a la presencia definitiva y espiritualizada de Jesús "ascendido" y vivo entre y en nosotros.

Lo que dicen los antropólogos sobre el progreso humano también nos puede ayudar a comprender el hecho de la Ascensión de Jesús.

Ellos ven al hombre pasar de una etapa a otra etapa de su desarrollo. ¿Cuál es el punto de llegada, al cual tiende este caminar, hacia adelante o hacia arriba?
Nosotros los creyentes caminamos hacia Jesús, que nos muestra el punto de llegada en la "glorificación de su cuerpo", como la anticipación del punto a donde debe llegar el ser humano y con él toda la naturaleza.

Nos movemos hacia el encuentro con Dios con todo nuestro ser, con nuestra historia, con la tierra, y este encuentro con Dios será también un encuentro entre nosotros, los hermanos. Y lo grande de nuestra fe, es que el mismo Jesús es el "Camino" que nos conduce al punto o a la meta final.
Podemos deducir que cuando hacemos algo o actuamos con compromiso por el perfeccionamiento de la humanidad, le ayudamos a caminar hacia su etapa final, la acercamos a Dios. Pero trae una cuestión acerca de lo que muchos hombres, sobre todo los poderosos coludidos con clase política, entienden por perfeccionar la humanidad y su propio país, sinónimo de un progreso económico, que hace al hombre siempre y cada vez más materialista, llegando a la misma corrupción, dañando al país. País, que son los hombres y mujeres de una nación. Se daña el alma nacional y se saquean los bienes que pertenecen a todos los chilenos, y sobre todo dañando desde antaño a los pobres, también a la clase media, y cabe nombrar también al pueblo mapuche. Esa visión o ese corazón idolátrico de poder y riqueza hace una pérdida de valores. Hace que una minoría poderosa, con sus negocios y maniobras turbias, lleve a una crisis, a una inmoralidad y a una falta de confianza generalizada: de personas y de instituciones.

En una visión cristiana, perfeccionar al hombre es perfeccionar sus relaciones, esto es, capacitarlo para convivir como un hermano, como un amigo, como un buen vecino, y no como un déspota, un opresor, un explotador y un ladrón.

"La organización técnico-científica de ciertos países está engendrando una visión cientista del hombre cuya vocación es la conquista del universo. En esta visión sólo se reconoce como verdad lo que la ciencia puede demostrar; el mismo hombre se reduce a su definición científica. En nombre de la ciencia todo se justifica, incluso lo que constituye una afrenta a la dignidad humana. Al mismo tiempo se someten las comunidades nacionales a decisiones de un nuevo poder, la tecnocracia. Una especie de ingeniería social puede controlar los espacios de libertad de individuos e instituciones, con el riesgo de reducirlos a meros elementos de cálculos". (Puebla 315).

He elegido esta cita, porque esto fácilmente se puede aplicar a un país centrado en la ciencia económica, como sucede en Chile, con un neo liberalismo o "capitalismo salvaje". Lo veo así, porque me duele profundamente la crisis moral de mi patria, que ha puesto al descubierto, la mentira y la corrupción, y todo sustentado (convenido) por grandes empresarios favoreciendo a los políticos, y éstos, a su vez, a los poderosos empresarios, aprovechando su condición de candidatos, de parlamentarios y políticos de una clase dominante en el país.

"Es grave obligación nuestra proclamar, ante los hermanos... , la dignidad que a todos, sin distinción alguna le es propia y que sin embargo vemos conculcada tantas veces en forma extrema. A reivindicar tal dignidad nos mueve la revelación contenida en el mensaje y en la persona misma de Jesucristo: Él "conocía lo que hay en el hombre" (Juan 2,25); con todo, no vaciló en "tomar la forma de esclavo" (Flp.2, 7) ni rechazó vivir hasta la muerte junto a los postergados para hacerlos partícipes de la exaltación que Él mismo mereció de Dios Padre". (Puebla 316).

"Profesamos, pues, que todo hombre y toda mujer por más insignificantes que parezcan, tienen en sí una nobleza inviolable que ellos mismos y los demás deben respetar y hacer respetar sin condiciones; que toda vida humana merece por sí misma, en cualquier circunstancia, su dignificación; que toda convivencia humana tiene que fundarse en el bien común, consistente en la realización cada vez más fraterna de la común dignidad, lo cual exige no instrumentalizar a unos en favor de otros y estar dispuestos a sacrificar aun bienes particulares". (Puebla 317)

"Condenamos todo menosprecio, reducción o atropello de las personas y de sus derechos inalienables; todo atentado contra la vida humana, desde la oculta en el seno materno, hasta la que se juzga como inútil y la que se está agotando en la ancianidad; toda violación o degradación de la convivencia entre los individuos, los grupos sociales y las naciones". (Puebla 318).

"Es cierto que el misterio del hombre sólo se ilumina perfectamente por la fe en Jesucristo que ha sido para América Latina fuente histórica del anhelo de dignidad, hoy clamoroso en nuestros pueblos creyentes y sufridos. Sólo la aceptación y el seguimiento de Jesucristo nos abren a las certidumbres más confortantes y a las exigencias más apremiantes de la dignidad humana, ya que ésta radica en la gratuita vocación a la vida que el Padre Celestial va haciendo oír de modo nuevo, a través de los combates y las esperanzas de la historia. Pero no nos cabe duda de que, al luchar por la dignidad, con un esfuerzo sincero por liberarse de engaños y apasionamientos, siguen la luz del espíritu que el Creador les ha dado, para reconocer en la propia persona y en la de los demás un don magnífico, un valor irrenunciable, una tarea trascendente". (Puebla 319).

"De este modo, nos sentimos urgidos a cumplir por todos los medios lo que puede ser el imperativo original de esta hora de Dios en nuestro continente; una audaz profesión cristiana y una eficaz promoción de la dignidad humana y de sus fundamentos divinos, precisamente entre quienes más lo necesitan, ya sea porque la desprecian, ya sobre todo porque, sufriendo ese desprecio, buscan - acaso a tientas - la libertad de los hijos de Dios y el advenimiento del hombre nuevo en Jesucristo". (Puebla 320).

Esto nos llevaría a la conclusión de que es más religioso el que trabaja por mejorar las relaciones entre los hombres, aun cuando no se profese religioso, que el que ve la religión en forma egoísta, para sí, como un objeto de consumo, y que no se compromete nunca, de hecho, para que cambien estas relaciones injustas. Por eso, Jesús ha dicho que:

"No todo el que dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los cielos, sino aquellos que hacen la voluntad del Padre".

Y la voluntad del Padre es que el hombre egoísta se haga hombre del amor.
Ese es el sentido de las palabras de los dos personajes de blanco, que en la Ascensión, viendo a los discípulos mirar para arriba, les dicen: "¿Por qué están mirando el cielo?. Como diciendo:"miren la tierra, háganla mejor, ocúpense de transformarla, de hacerla "ascender", cambiando a los hombres. De hecho Jesús volverá aquí un día". Esto habría que repetirlo a tanta gente que nos quiere hacer "mirar el cielo" para que no miremos la tierra, porque la tierra se la quieren dividir y repartir solo entre ellos (otro saqueo más).

En el Evangelio de hoy, Jesús no invita a sus Apóstoles a quedarse ahí contemplándolo en su gloria. Los manda a Evangelizar, a comunicar la gran noticia de que somos hijos de Dios, hermanos entre nosotros, y que por eso debemos tratarnos como si fuéramos hermanos de la misma carne y de la misma sangre. Y para que no vacilen, en dejarlo de mirar subiendo, les asegura que vayan sin temor:

"Vayan yo estoy con ustedes hasta el fin del mundo".

"De hecho, no me abandonan, porque yo voy con ustedes; y tendrán éxito en su Misión porque en realidad, soy yo el que poco a poco transformó esta humanidad de lobos en una comunidad de hermanos".

PALABRA DE DIOS.

Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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