"Feliz ese servidor (a) al que su patrón, cuando llegue, encuentre tan bien ocupado".

Lucas 12,32-48.

Este Evangelio que Jesús hoy nos pone nos da el sentido cristiano de la vida y de la muerte. Y providencialmente coincide con la gran pascua de nuestra amiga y hermana Eliana Greisse, gran mujer y luchadora por los derechos humanos de sus hermanos sufridos de Puente Alto a causa de la dictadura.Nunca olvidaré cómo cooperó y se adecuó a la mística pedida por Cardenal Raúl Silva Henríquez: "tenemos que salvar vidas". Eso lo hizo Eliana en Puente Alto.
Por nuestra fe podemos dar testimonio que la querida Eliana le da un verdadero sentido a la vida y a la muerte.
Ella no vivió como muchos que se organizan como si fueran a vivir para siempre.Ella fue una mujer que vivió como una servidora de la causa de Dios, con su ropa de trabajo puesta y con su lámpara encendida, esperando activamente a su Señor.Ella estuvo esperando al Señor que regresaba de las bodas, y le abrió la puerta apenas llegó. "Felices los servidores (as) a los cuales Cristo encuentre velando"."Yo les digo que él mismo se pondrá el delantal, los hará sentarse a su mesa y les servirá uno por uno". Es esto lo que estamos celebrando hoy día en la muerte de nuestra querida Eliana.
Ella es feliz en estos momentos. Cristo al llamarla la encontró ocupada amando con compromiso verdadero a sus hermanos, especialmente a los más sufridos. Ella ante la llegada del Señor a su vida y a su vida familiar, estuvo pronta para abrirle la puerta en cuanto el Señor golpeó su puerta. Estaba lista para abrirle.

Su vida no fue organizada como si fuera a vivir para siempre.Ella no se dedicó a adquirir bienes para siempre, y preocupada de hacer cosas materiales, como si éstas no se echaran a perder nunca.Ella no vivió la tentación del materialismo acumulador, que asalta a todas las sociedades y también a los creyentes, llevándolos a un ateísmo práctico. A veces nos organizamos como si Dios no existiera, y como si nuestro destino se agotara en la tierra.Y Jesús hoy día nos advierte sobre la tentación de la acumulación, de la instalación, de la seguridad y de una previsión excesiva. Nos advierte contra el materialismo práctico. Más positivamente nos da el sentido cristiano de la vida y de la muerte. Eliana le dio un sentido a su vida y a su muerte. Se dio un tesoro inagotable en el cielo, ayudando con el amor a sus hermanos como Dios nos manda.


En ningún lugar del Evangelio Jesús nos hace creer, que con el tiempo, la mayoría de la humanidad se convertirá.
Sabemos que el mundo no cristiano es mucho más numeroso que el mundo "cristiano" y que crece más rápidamente. Mientras en el mundo "cristiano"muchos dejan la práctica religiosa, comprendemos que la Iglesia es a la vez una señal y un pequeño rebaño.
Jesús nos pide a cada uno de nosotros que esté desprendido de las cosas de la tierra. También se lo pide a la Iglesia. Lo importante para la Iglesia no es construir instituciones poderosas ni buscar puestos de poder y de influencias en la sociedad del poder. Pues el mundo va pasando, y nosotros esperamos la venida del Señor. Insistimos con Francisco I: "Quiero una Iglesia pobre y para los pobres".
Si queremos amar de verdad al Padre Dios, debemos tener presente en todo momento que él nos ha elegido antes que a otros para ser en el mundo este pequeño rebaño que va a lo esencial: amando a Dios y buscando desde ya un mundo de Reino, de justicia y fraternidad; que nadie esté marginado a "la vera del camino". Vivir la Parábola del Buen Samaritano hoy es urgente y esencial. Y es la manera de estar vigilante cuando Dios nos llame.


En el fondo de todo, en Evangelio de hoy está el tema de la muerte. Este tema no es un invento de la religión; es un hecho real de nuestra existencia, sin el cual no entendemos la vida. El tema de la muerte - de "mi muerte" - no se puede eludir ni como humano ni como cristiano.
La muerte es un hecho que hay que saber enfrentar y darle un sentido evangélico. Sólo la fe nos da el significado de la muerte, y nos da el valor para enfrentarla con serenidad.


No podríamos vivir tranquilos pensando continuamente en la muerte y que cada uno tiene que morir, y que esto podría ser en cualquier momento. Pero tampoco es humano no tener ninguna conciencia de la muerte, y vivir y actuar como si esto no fuera a suceder nunca. Esta actitud es la que reprueba Jesús hoy día en el Evangelio. De esta actitud falsa, que nos instala acumulando bienes o riquezas, y que nos materializa, llevándonos a una idolatría del "tener", Dios nos suele arrancar, cuando experimentamos la muerte de algún cercano o una muerte imprevista de alguien.
Es necesario meditar con fe sobre lo relativo de la vida y el sentido de la muerte; es necesario para ir adquiriendo en nosotros las actitudes que nos está pidiendo el Evangelio. Se trata de tener vigilancia y espera de la venida del Señor. También ser desprendido de las riquezas: no irán con nosotros con la muerte. Hay que valorar las promesas eternas,y también el sentido que le estamos dando a nuestras actividades aquí en la tierra.


Pero hay que tener claro que no somos absolutos. Cristo es el único absoluto: el único Señor. A él tenemos que dar cuenta de nuestra vida, si hemos actuado y poseído según su ley evangélica.
La muerte es el hecho que me recuerda el absoluto de Dios y lo relativo de nuestras actividades, de nuestras cosas y proyectos.


Al terminar quiero contradecir un dicho muy en boga en la gente: "Todo tiene remedio en la vida, menos la muerte. Falso. ¿Por qué?
Jesús es la respuesta: "Yo soy la resurrección y la vida, él que cree en mí aunque haya muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre. Así es.
Volver arriba