Hoy día, en Chile, ¿amar en la medida de lo posible?

Domingo Quinto de Pascua. Año C. 24.04.2016.


(Juan 13, 31-35.).



Otras citas evangélicas importantes y complementarias:


"Así se manifestó el amor de Dios entre nosotros... y envió a su Hijo como víctima por nuestros pecados: en esto está el amor".
"Él(Jesucristo) sacrificó su vida por nosotros y en esto hemos conocido el amor"; así, también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos".
"Nosotros hemos encontrado el amor de Dios presente entre nosotros y hemos creído en el amor".
"Dios es amor. El que permanece en el amor, en Dios permanece, y Dios en él".
(1-Juan 4,10; 3,16; 4,16.)

"En Él estaba la plenitud del Amor...".
"pero por Cristo Jesús llegó el Amor...".
"Cuando hayan levantado en alto al Hijo del Hombre, entonces conocerán que yo soy...".
"Yo soy el Buen Pastor. El Buen Pastor da su vida por las ovejas".
"El Padre me ama porque yo mismo doy mi vida, y la volveré a tomar. Nadie me la quita, sino que yo mismo la voy a entregar".
"Les he dado un ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes".
"Yo los he amado a ustedes como el Padre me ama a mí: permanezcan en mi amor. Si guardan mis mandatos, permanecerán en mi amor...".
"Mi mandamiento es éste: Ámense unos con otros como yo los he amado. No hay amor más grande que éste: dar la vida por sus amigos".
"Yo les ordeno esto: que se amen unos a otros".
(Juan 1,14; 1,17; 8,27; 10,11; 10,17-18; 13,15; 15,9-10; 15,12-13; 15,17).

"Les doy un mandamiento nuevo: ámense los unos a los otros. Así como Yo los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto reconocerán que ustedes son mis discípulos: en el amor que se tengan los unos a los otros". (del Evangelio de este domingo:: Juan 13,34-35).



Es en este contexto, que tenemos que comprender y aceptar, el mandamiento nuevo de Jesús.
¡Esta es Palabra de Dios. Y esta Palabra tiene un nombre: Jesús!
La vida de Jesús es la del Verbo Encarnado.
La Palabra era vida en el Hijo del Hombre. Por eso, muchos, al oírlo, decían:

"¡Qué modo de hablar!".
"Todos lo aprobaban , muy admirados de esta proclamación de la gracia de Dios".
"Cuando Jesús terminó estos discursos, lo que más había impresionado a la gente era su modo de enseñar, porque hablaba con autoridad y no como los maestros de la Ley que tenían ellos".
"Los maestros de la Ley y los fariseos se hacen cargo de la doctrina de Moisés. Hagan y cumplan todo lo que dicen, pero no los imiten, ya que ellos enseñan y no cumplen. Preparan pesadas cargas, muy difíciles de llevar, y las echan sobre las espaldas de la gente, pero ellos ni siquiera levantan un dedo para moverlas".
(Lc.4,36; Lc.4,22; Mt.7,28-29; Mt.23,2-4).



La autoridad estaba en la vida consecuente de Jesús con la Palabra que enseñaba. Al contrario, a los fariseos y maestros de la Ley, se les podría aplicar el dicho: "Padre Gatica, predica y no practica".
Todo lo que Jesús decía era vida en Él; lo que decía lo hacía, y todos los que creían, comprobaban las palabras de Jesús, contemplándolo, viendo sus gestos, sus obras y sus acciones.



Jesús estando ya cercano a su Pascua, nos entrega el Mandamiento Nuevo.
Quiero insistir que se trata de amar a la manera de Jesús:

"como yo los he amado";


Esto hay que recalcarlo, pues bien sabemos, que el amor de Jesús, llega a su plenitud en la entrega de su vida por nosotros. Es un amor hasta el extremo de negarse a sí mismo; olvidándose de sí; muriendo por nosotros; dando su vida hasta el extremo de morir crucificado; no se guardó nada para sí; lo dio y compartió todo; dio su vida, para que nosotros tuviéramos vida y vida en abundancia.
Jesús, antes había dicho:

"No hay amor más grande que éste: dar la vida por los que se ama".


Y posteriormente, mostrando su compromiso y obediencia al Padre, entregando, con un amor extraordinario su vida, por nuestra salvación y liberación integral, expira:

"Todo está cumplido".


Jesús se ha entregado con un amor radical y total. Entregó su Cuerpo y derramó su Sangre. Es el Pan de Vida y Bebida de Salvación:

"Quien come de este Pan (su Cuerpo) y bebe de esta Sangre tendrá la vida eterna".



Todos podemos deducir, conociendo y habiendo aceptado esa vida que, Jesús nos da en abundancia, qué significa, entonces, el mandamiento nuevo: no se trata sólo de no hacer con los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros; no se trata sólo de amar a los que nos quieren, ni amar en la medida de lo posible, porque también eso lo pueden hacer los no cristianos. Se trata de un mandamiento radical. El radicalismo del amor cristiano está en amar como Jesús:

"Perdonar setenta veces siete". "Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, rueguen por los que los maltratan".
(Mt.18, 21-22; Lc. 6,27-28).

Debemos entregarnos al servicio de la justicia y del amor hasta el extremo, aún hasta el sacrificio de la vida.
Según mi convicción de conciencia evangélica, creo que es un mandamiento nuevo porque supera al mandamiento que nos exige:

"ama a tu prójimo como a ti mismo".



Jesús va más allá del amor a sí mismo. Ya lo hemos visto: nos amó hasta dar su vida.
Ahora bien, este mandamiento no es un consejo ni algo facultativo en la vida de los cristianos.
Es "un mandamiento nuevo".


Es de la esencia del ser cristiano. Tan esencial es, que es lo que nos hace discípulos de Jesús por sobre cualquiera otra condición. Constituye nuestra identidad cristiana. Ni siquiera ninguna práctica de piedad, ni la sola participación de la Misa, es lo esencial para Jesús. Tal vez, si comprendiéramos y viviéramos, en nuestra vida diaria, la Misa, estaríamos amando hasta el extremo de dar la vida. No olvidemos:

"Hagan esto en memoria mía".

Comunión de vida, con el Cuerpo de Cristo entregado y con la Sangre derramada de Cristo, significa ser un cristiano que ama hasta dar la vida, como su Maestro.
Eso es, precisamente el mandamiento nuevo: amar a la manera de Jesús:

"Después, tomó el pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio, diciendo: "Esto es mi Cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía". Después de la Cena hizo lo mismo con la copa. Dijo: "Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que va a ser derramada por ustedes". (Lucas 22,19-20).


Eso es el amor y la caridad que nos manda encarnar Jesús en el mundo de hoy. Vivir el mandamiento del amor es vivir la Eucaristía. Ahí está el mandamiento nuevo.


Creo, en este momento, que despierta en mí, la vivencia del Cristo que amó hasta el extremo, la memoria de nuestro mártir de América Latina y el Caribe: Monseñor Oscar Arnulfo Romero, quien en plena dictadura en República del Salvador, se puso del lado de los pobres, perseguidos, detenidos, torturados y asesinados; pasando a ser la voz de los sin voces; defendiendo y exponiendo su vida por la causa de sus hermanos salvadoreños; defendiendo a Cristo, en los rostros sufrientes de hombres y mujeres, a causa de la violación de los derechos humanos y denunciando los crímenes de lesa humanidad.
Es significativo y no es casual, que el Caín de hoy haya actuado, matándolo y haciéndolo nuestro mártir: ¡Celebrando la Eucaristía!

Le rindo mi sincero homenaje, lleno de admiración: ¡Es el Alter Christus! Amó a la manera de Cristo. Nuestro "sentido de los fieles" pide, que sea reconocido oficialmente santo, cuanto antes, por nuestra Iglesia, y ahora con Francisco I a la cabeza, dándole más urgencia a su causa:

"Caritas Christi urget nos".



El mandamiento esencial y nuevo, cumplido por nosotros, es la señal de que somos de Jesús:

"Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos: si se tienen amor unos a otros".



Pero esta caridad y amor que Jesús nos exige supera nuestras meras fuerzas humanas. Somos frágiles y pecadores; somos egoístas y cobardes para amar como Jesús amó. Nuestro amor se asemeja más bien a una caricatura del amor de Jesús: Amamos en la medida de lo posible.
No olvidemos que este amor es la caridad, una virtud teologal. Es un don de Dios. Es fruto de la resurrección del Dios hecho Hombre. Es un don de la Pascua de Cristo. Si amamos es porque Jesús resucitó.

¿Cómo lograr esto?

Para eso, Jesús nos dejó la Eucaristía. Ésta renueva sacramentalmente el misterio de nuestra fe: el misterio pascual de Cristo. Nos da una fuerza especial de caridad fraterna.
La Pascua y la Eucaristía son la base y sustento de nuestro amor hasta el extremo a nuestros hermanos, y de una manera preferencial a los más pobres.
Si lo creyentes no amamos a la manera de Jesús a los hombres y mujeres de nuestro mundo hacemos vana la muerte y resurrección de Cristo y nos hacemos mentirosos. Con un amor comprometido, a la manera de Jesús, hacemos vida la Eucaristía:

"Anunciamos tu Muerte. Proclamamos tu Resurrección. ¡Ven Señor, Jesús".


Cristo murió y resucitó para instaurar entre los hombres y mujeres una verdadera fraternidad; para superar la injusticias, las desigualdades y el "pecado social", para construir el Reino instaurado e inaugurado por Él.
La misión evangelizadora de la Iglesia y de cada cristiano es crear fraternidad; cada vez que amamos en forma efectiva: hasta el extremo, estamos haciendo un avance del Reino de Dios; estamos dando testimonio de la resurrección del Señor. Estamos celebrando la Eucaristía de la vida, uniendo nuestra fe con nuestra vida, según los signos de los tiempos.


Esta misión de crear fraternidad es difícil y conflictiva en nuestro mundo, porque se enfrenta con los obstáculos puestos por el egoísmo de unos pocos poderosos, que defienden sus intereses, privilegios sociales y culturales; que hacen y son obstáculos con sus abusos de poder.
Esta minoría y su práctica egoísta es la antípoda a la sociedad de la civilización del amor y del compartir instaurada por Cristo con su Muerte y Resurrección y en su Eucaristía.


Se ha globalizado en el mundo, un sistema económico, egoísta, acumulador, concentrador de poder y riquezas. Este sistema hace el "pecado social". Se ha institucionalizado un sistema perverso que acarrea sufrimientos en tantos y tantos sectores de la humanidad; es una violencia institucionalizada que hace una tentación a la violencia. Violencia que no queremos. Se trata del sistema neo liberal o "capitalismo salvaje".
Es valioso y permanente el pensamiento escuchado en una predicación: "Una comunidad capitalista no tiene derecho a celebrar la Eucaristía porque está creando un monstruo que no podrá ser absorbido por la comunidad".
El predicador se refería a ese "capitalismo salvaje, duro e inhumano" que afecta y destruye a tantos sectores del mundo. Aquel que apoya esta crueldad vive en pecado mortal por la injusticia que comete especialmente con los pobres.


La Constitución que tiene Chile, hecha por la dictadura, propicia y protege el acumular entre los privados y clase política en el poder, haciendo no sólo el "pecado social", la injusticia y la marginación, sino también un negociado corrupto entre ellos: Un pecado contra Jesús en el hermano. Es un pecado contra Jesús, Pan y Bebida Eucarística, que debe compartirse.


Debido a la negociación política, con dictadura cívica-militar, para recuperar el poder, todavía está vigente esta institucionalidad ilegítima y protectora de los privados y clase política. ¡Es una institucionalidad ilegítima insensible ante los pobres y marginados! Y resulta que los ilegítimos en el poder llaman en forma inconducente a pronunciarse sobre una Nueva Constitución. ¡No tienen ni derecho ni autoridad moral para hacer este llamado! ¡No dan confianza al pueblo!
Han pasado más de cuarenta años del Golpe Cívico- Militar, y casi 27 años de gobiernos posteriores al tiempo del dictador. Ni el Ejecutivo ni el Parlamento han cambiado ese poder de colusión entre privados poderosos y clase política en los Partidos y en el Parlamento no representativo, elegido con una ley binominal injusta y excluyente, y por tanto también ilegítimo. Lo más que han hecho, faltando al amor fraterno, a la manera de Jesús, es retoques cosméticos. Más que nada, tanto Ejecutivo como Parlamento, han seguido "legitimando" lo ilegítimo. Y las reformas prometidas por gobierno actual no han tenido resultados. Nunca podrán resultar con institucionalidad ilegítima y con el sistema económico perverso o "capitalismo salvaje" como lo llamó el Papa.
Dicen, después de trámites fallidos e inconducentes, que las reformas tendrán un camino apenas gradual.


En una reciente encuesta la autoridad ilegítima del Ejecutivo alcanza un 74% de rechazo y desaprobación, casi igual, aunque más aumentada, que la no votación ciudadanía o soberanía nacional. Me parece, y lo digo por amor a Chile y los pobres, que hay que rechazar soberanamente, como pueblo, ese intento espurio y extraño de hacer por ese camino una Nueva Constitución.

¡Tienen que haber autoridades legítimas y nuevas convocando a una Nueva Constitución!

Debo agregar algo más: para sostener esta institucionalidad perversa e ilegítima, me parece que hoy de una u otra forma, se está aplicando todavía la mal llamada Doctrina de Seguridad Nacional, que es la inseguridad misma para millones de hogares y de hermanos nuestros.
Ahora, ante cualquier discenso popular, es aplicada, en forma solapada, esa Doctrina de Inseguridad Nacional, aduciendo y calificando todo, rápidamente, como actos terroristas; se aplica, oprimiendo al pueblo, una llamada "ley antiterrorista", que ha sido rechazada por el ordenamiento jurídico internacional. Todo esto es la antípoda al mandamiento nuevo.


Ante esta situación, la Iglesia tiene la misión profética de anunciar el amor de Jesús, y denunciar el "pecado social", convocando a la justicia y al amor fraterno. No es fácil cumplir esta tarea. Pero los discípulos de Cristo no son más que su maestro. Es ya bastante que sean como su maestro.
Mientras existan las injusticias y las desigualdades entre nosotros, los hombres y mujeres no pueden hacerse hermanos ni vivir la fraternidad ni reconciliarse. Por eso es un pecado. Es un desafío a la conciencia cristiana y a la misión de la Iglesia, luchar contra ello, a causa de la exigencia del mandamiento nuevo del amor a la manera de Jesús: exigencia de crear fraternidad, para que el mundo crea que Cristo resucitó. El amor, hasta el extremo, de los cristianos en el mundo, es manifestación del don del amor de Jesús Resucitado y en la Eucaristía.



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+





























































































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