MARÍA LA VIRGEN DE LA ESPERANZA.
DOMINGO CUARTO DE ADVIENTO AÑO B. 21.12.2014.
(Lucas 1, 26-38)
María es una persona central en este tiempo de Adviento En el Evangelio de hoy es presentada como el modelo de la Esperanza de la Navidad. La lectura es el anuncio (Anunciación) del nacimiento de Jesús, el esperado - con esperanza - de los hombres:
"Entró el ángel a su presencia y le dijo: Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo".
Por lo tanto María era ya una persona santa.Era una santidad entregada por Dios, para hacerla digna Madre de Jesús. Esta parte de la Anunciación es especialmente importante para enfatizar el rol de María y su vocación en nuestro cristianismo.
"Alégrate". Era el llamado esperanzador que los profetas dirigían a la "hija de Sión" o sea a la comunidad de los humildes en espera de la venida del Salvador:
"Salta, llena de gozo, oh hija de Sión, lanza gritos de alegría, hija de Jerusalén. Pues tu rey viene hacia tí; él es santo y victorioso, humilde y va montado sobre un burro,... .". (Zacarías 9, 9.).
"Llena de gracia". La palabra que usa el Evangelio significa en forma precisa: amada y favorecida Otros habían sido amados, elegidos y favorecidos, pero aquí, refiriéndose a la Virgen, viene a ser como el nombre propio de María. A María le impresiona lo que Dios le está comunicando:
"María quedó muy conmovida por lo que veía, y se preguntaba que querría decir ese saludo".
Comprendió, consciente de la presencia de Dios, que Él le estaba inspirando sus decisiones, que Dios le estaba revelando su vocación sin par.
"¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?"
El ángel precisa que el niño nacerá de María sin intervención de José. El que va a nacer de María en el tiempo es el mismo que ya existe en Dios, nacido de Dios, Hijo del Padre. Y su concepción en el seno de María no es otra cosa que una venida de Dios a nuestro mundo:
"El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será Santo y con razón lo llamarán Hijo de Dios".
Los libros del Antiguo Testamento hablaban de la nube o sombra que llenaba el Templo signo de la presencia de Dios que cubría y amparaba la Ciudad santa:
"Cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, la nube llenó la Casa de Yavé. Y por causa de la nube,los sacerdotes no pudieron continuar con la ceremonia, pues la Gloria de Yavé había llenado su Casa".(1 Reyes 8,10-11).
Al usar esta figura, el Evangelio quiere decir que María pasa a ser la morada de Dios desde la cual Él obra sus misterios. El Espíritu Santo viene, no sobre su Hijo, sino primeramente sobre María, para que conciba por obra del Espíritu, como siempre decimos, puesto que se excluyó toda intervención de varón. Jesús es concebido en María Virgen por efecto de la total adhesión de ella a la Palabra única y eterna del Padre.
Aquí podemos ver como Dios por la palabra del ángel anuncia a María la milagrosa concepción de Jesús. María será la madre de Jesús. María no duda de las palabra del ángel, pero no entiende cómo habrá de ser esto. Se produce un diálogo muy humano por parte de María, lo que la hace muy cercana a nosotros, incapaz de entender los caminos de Dios. Pero su fe se mantiene fuerte, como un modelo del ideal de la fe cristiana: apoyarse totalmente en la palabra de Dios, incluso sin entenderlo todo.
"Dijo María: Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho".
Al final, María rinde no solamente su limitado raciocinio humano, sino toda su vida futura en las manos amorosas de Dios.
María no sólo puede prever lo que significará ser la Madre de Jesús y seguirlo a Él en su misión, sino también está lista para dejar sus planes de lado y entrar en los misteriosos planes de Dios.
'Al concebir a Jesús,por la acción misteriosa del Espíritu Santo, María se compenetró, se impregnó de la Presencia del Señor y se afirmó en la fuerza de Dios y en su Promesa.
Todo parecía absurdo, sin embargo era feliz y cantaba al Señor por las maravillas que iba haciendo el Señor:
"Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva, porque quiso mirar la condición humilde de su esclava". (Lc. 1, 46-55).
La esperanza le dio la fuerza, en las grandes dificultades que tuvo que superar para hacer la Voluntad de Dios, y asumió todo con grande y extraordinaria entereza confiada que el futuro pertenecía a su Hijo: María estaba impregnada de la Presencia de Dios y convencida que jamás Dios abandona a los suyos.
María vive en una actitud vigilante y expectante. Su oración es una espera de amor, para descubrir los pasos del Señor. Atenta y abierta a la vida, a guardar en su corazón las palabras del Señor para discernir hacia donde se proyecta el Querer de Dios.
La Virgen vive en una actitud expectante. Sabe que el futuro es totalmente imprevisible y pertenece a Dios. Incluso, en el momento dramático y trágico de la Pasión de su Hijo Jesucristo, ella espera confiada la respuesta del Padre. Se compromete con su Hijo y está en la lucha con Él hasta el final.
La Virgen María vivió profundamente la esperanza en los momentos difíciles, porque creyó en las Bienaventuranzas:
"Felices los pobres, felices los que lloran y felices los que están perseguidos". (Mt. 5,1 ss).
La Virgen Santa entendió que la Pasión era necesaria para entrar en la gloria y así vive esos momentos difíciles con grande y profunda esperanza.
María había entendido que los que sufren con Jesucristo recibirán una eterna y gratificante recompensa:
"Oí una voz que clamaba desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres; fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y Él mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado". (Apoc.21,3-4).
Por estas razones la Iglesia piensa en María como en "la Virgen de la Santa Esperanza y del Amor Hermoso".
Será siempre el mejor ejemplo de quien entendió y vivió en la esperanza, es la imagen del centinela o el sereno, que espera la llegada de la aurora y sabe que vendrá la luz de la Resurrección.
Pasó por la incomprensión, por la soledad, estuvo al pie del calvario y siempre creyó y espero con confianza en Jesús, el Señor de la Esperanza'.
Se ha dicho que la fe es permanecer fiel en las tinieblas a aquello que se ha visto en la luz. María escuchó tan bien la palabra del ángel que la guardó toda su vida, se alimentó de ella toda su vida, creyó siempre, con toda su alma de esperanza, que "Jesús, su Hijo, salvaría a su pueblo", que "su reino no tendrá fin", que "nada es imposible para Dios".
María fue la única a la que la muerte de Cristo no la desalentó, no obstante su pena; o mejor dicho, ya que esto es poco, a la que la muerte de Cristo no la separó de Él.
De igual manera que en la anunciación, hubo un tiempo en que la Virgen María sola fue toda la Iglesia recibiendo a Cristo en la fe, también en su muerte. Ella fue también toda la Iglesia recogiéndolo con su fe, esperanza y amor.
María recordaba las promesas del ángel: promesas de Dios; recordaba la historia del pueblo escogido, las profecías, y si su cumplimiento la consumía de dolor, la fortificaba igualmente la esperanza y fe. Al pie de la cruz, con todas las fibras de su ser gritando de dolor, estaba también animada de una intensidad de fe y de esperanza tan grande que, cuando más tarde, antes que los demás apóstoles, ella lo elevó al gozo de la resurrección, sintió profundamente que lo que ella había sabido no había cambiado jamás.
Un día toda la Iglesia se encontró alrededor de la Madre Santa; hoy toda la Iglesia se ha vuelto a encontrar en el ambiente en que ella había nacido.
"La Iglesia "instruida por el Espíritu Santo venera" a María "como madre amantísima, con afecto de piedad filial" (LG 13).En esa fe el Papa Pablo VI quiso proclamar a María como "Madre de la Iglesia"(Cfr.Acta Apostolicae Sedis, 1964,1007).
"Se nos ha revelado la admirable fecundidad de María. Ella se hace Madre de Dios, del Cristo histórico en el fiat de la anunciación, cuando el Espíritu Santo la cubre con su sombra. Es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo místico. Además, es nuestra Madre "por haber cooperado con su amor" (LG 53) en el momento en que el corazón traspasado de Cristo nacía la familia de los redimidos; "por eso nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61). Vida de Cristo que irrumpe victorioso en Pentecostés, donde María imploró para la Iglesia el Espíritu Santo vivificador.
"La Iglesia, con la Evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en "transformar desde dentro" en "renovar la misma humanidad" (EN 18) es un verdadero volver a nacer. En ese parto, que siempre se reitera, María es nuestra Madre. Ella, gloriosa en el cielo, actúa en la tierra. Participando del señorío de Cristo Resucitado, "con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan" (LG 22); su gran cuidado es que los cristianos tengan vida abundante y lleguen a la madurez de la plenitud de Cristo" (Cfr. Jn.10, 10; Ef. 4, 13).
"María no sólo vela por la Iglesia. Ella tiene un corazón tan amplio como el mundo e implora ante el Señor de la historia por todos los pueblos. Esto lo registra la fe popular que encomienda a María, como Reina maternal, el destino de nuestras naciones".( Párrafos tomados de Puebla desde el 286 al 289).
Se nos habla que la Iglesia con la Evangelización, engendra nuevos hijos, y que esto es "un verdadero volver a nacer". La Iglesia llega a tener la vocación y la misión evangelizadora de la Virgen. Ella con su fiat hizo que la Palabra, el Verbo, el Evangelio: Jesús se hiciera carne en el mundo.
Cada uno de nosotros tiene la misma misión que la Virgen Santa, la misma vocación increíble: colocar a Dios en el mundo, hacer que Dios viva en el mundo, hacer que Dios llegue a ser Alguien vivo en nuestro mundo. Es nuestra tarea: Misionar y Evangelizar.
Por eso, podemos decir con toda propiedad que "la Virgen de la Santa Esperanza y del Amor Hermoso", es también la Madre de la Evangelización de la Iglesia.La Iglesia Evangeliza con María, y María Evangeliza con la Iglesia. Por eso, al terminar, termino diciendo con el Papa Francisco I:
"Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro "sí"
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú,llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada en la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evngelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres ícono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
(Evangelii gaudium. Francisco I, páginas 218 a 220: De María, la Madre de la Evangelización).
P. S. Siendo este el último domingo de Adviento, y estando tan cercana la Navidad: Jesús está a la puerta, deseo, "ungido para evangelizar a los pobres, y desde los pobres a todo y a todos", un gran Nacimiento en Jesús, con la participación indispensable de María, la Madre Santa.
Les bendice con fe, esperanza y amor,
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
(Lucas 1, 26-38)
María es una persona central en este tiempo de Adviento En el Evangelio de hoy es presentada como el modelo de la Esperanza de la Navidad. La lectura es el anuncio (Anunciación) del nacimiento de Jesús, el esperado - con esperanza - de los hombres:
"Entró el ángel a su presencia y le dijo: Alégrate, llena de gracia: el Señor está contigo".
Por lo tanto María era ya una persona santa.Era una santidad entregada por Dios, para hacerla digna Madre de Jesús. Esta parte de la Anunciación es especialmente importante para enfatizar el rol de María y su vocación en nuestro cristianismo.
"Alégrate". Era el llamado esperanzador que los profetas dirigían a la "hija de Sión" o sea a la comunidad de los humildes en espera de la venida del Salvador:
"Salta, llena de gozo, oh hija de Sión, lanza gritos de alegría, hija de Jerusalén. Pues tu rey viene hacia tí; él es santo y victorioso, humilde y va montado sobre un burro,... .". (Zacarías 9, 9.).
"Llena de gracia". La palabra que usa el Evangelio significa en forma precisa: amada y favorecida Otros habían sido amados, elegidos y favorecidos, pero aquí, refiriéndose a la Virgen, viene a ser como el nombre propio de María. A María le impresiona lo que Dios le está comunicando:
"María quedó muy conmovida por lo que veía, y se preguntaba que querría decir ese saludo".
Comprendió, consciente de la presencia de Dios, que Él le estaba inspirando sus decisiones, que Dios le estaba revelando su vocación sin par.
"¿Cómo podré ser madre si no tengo relación con ningún hombre?"
El ángel precisa que el niño nacerá de María sin intervención de José. El que va a nacer de María en el tiempo es el mismo que ya existe en Dios, nacido de Dios, Hijo del Padre. Y su concepción en el seno de María no es otra cosa que una venida de Dios a nuestro mundo:
"El Espíritu Santo descenderá sobre tí y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso tu hijo será Santo y con razón lo llamarán Hijo de Dios".
Los libros del Antiguo Testamento hablaban de la nube o sombra que llenaba el Templo signo de la presencia de Dios que cubría y amparaba la Ciudad santa:
"Cuando los sacerdotes salieron del Lugar Santo, la nube llenó la Casa de Yavé. Y por causa de la nube,los sacerdotes no pudieron continuar con la ceremonia, pues la Gloria de Yavé había llenado su Casa".(1 Reyes 8,10-11).
Al usar esta figura, el Evangelio quiere decir que María pasa a ser la morada de Dios desde la cual Él obra sus misterios. El Espíritu Santo viene, no sobre su Hijo, sino primeramente sobre María, para que conciba por obra del Espíritu, como siempre decimos, puesto que se excluyó toda intervención de varón. Jesús es concebido en María Virgen por efecto de la total adhesión de ella a la Palabra única y eterna del Padre.
Aquí podemos ver como Dios por la palabra del ángel anuncia a María la milagrosa concepción de Jesús. María será la madre de Jesús. María no duda de las palabra del ángel, pero no entiende cómo habrá de ser esto. Se produce un diálogo muy humano por parte de María, lo que la hace muy cercana a nosotros, incapaz de entender los caminos de Dios. Pero su fe se mantiene fuerte, como un modelo del ideal de la fe cristiana: apoyarse totalmente en la palabra de Dios, incluso sin entenderlo todo.
"Dijo María: Yo soy la servidora del Señor; hágase en mí lo que has dicho".
Al final, María rinde no solamente su limitado raciocinio humano, sino toda su vida futura en las manos amorosas de Dios.
María no sólo puede prever lo que significará ser la Madre de Jesús y seguirlo a Él en su misión, sino también está lista para dejar sus planes de lado y entrar en los misteriosos planes de Dios.
'Al concebir a Jesús,por la acción misteriosa del Espíritu Santo, María se compenetró, se impregnó de la Presencia del Señor y se afirmó en la fuerza de Dios y en su Promesa.
Todo parecía absurdo, sin embargo era feliz y cantaba al Señor por las maravillas que iba haciendo el Señor:
"Celebra todo mi ser la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en el Dios que me salva, porque quiso mirar la condición humilde de su esclava". (Lc. 1, 46-55).
La esperanza le dio la fuerza, en las grandes dificultades que tuvo que superar para hacer la Voluntad de Dios, y asumió todo con grande y extraordinaria entereza confiada que el futuro pertenecía a su Hijo: María estaba impregnada de la Presencia de Dios y convencida que jamás Dios abandona a los suyos.
María vive en una actitud vigilante y expectante. Su oración es una espera de amor, para descubrir los pasos del Señor. Atenta y abierta a la vida, a guardar en su corazón las palabras del Señor para discernir hacia donde se proyecta el Querer de Dios.
La Virgen vive en una actitud expectante. Sabe que el futuro es totalmente imprevisible y pertenece a Dios. Incluso, en el momento dramático y trágico de la Pasión de su Hijo Jesucristo, ella espera confiada la respuesta del Padre. Se compromete con su Hijo y está en la lucha con Él hasta el final.
La Virgen María vivió profundamente la esperanza en los momentos difíciles, porque creyó en las Bienaventuranzas:
"Felices los pobres, felices los que lloran y felices los que están perseguidos". (Mt. 5,1 ss).
La Virgen Santa entendió que la Pasión era necesaria para entrar en la gloria y así vive esos momentos difíciles con grande y profunda esperanza.
María había entendido que los que sufren con Jesucristo recibirán una eterna y gratificante recompensa:
"Oí una voz que clamaba desde el trono: Esta es la morada de Dios entre los hombres; fijará desde ahora su morada en medio de ellos y ellos serán su pueblo y Él mismo será Dios-con-ellos. Enjugará toda lágrima de sus ojos y ya no existirá ni muerte ni duelo, ni gemidos, ni penas porque todo lo anterior ha pasado". (Apoc.21,3-4).
Por estas razones la Iglesia piensa en María como en "la Virgen de la Santa Esperanza y del Amor Hermoso".
Será siempre el mejor ejemplo de quien entendió y vivió en la esperanza, es la imagen del centinela o el sereno, que espera la llegada de la aurora y sabe que vendrá la luz de la Resurrección.
Pasó por la incomprensión, por la soledad, estuvo al pie del calvario y siempre creyó y espero con confianza en Jesús, el Señor de la Esperanza'.
Se ha dicho que la fe es permanecer fiel en las tinieblas a aquello que se ha visto en la luz. María escuchó tan bien la palabra del ángel que la guardó toda su vida, se alimentó de ella toda su vida, creyó siempre, con toda su alma de esperanza, que "Jesús, su Hijo, salvaría a su pueblo", que "su reino no tendrá fin", que "nada es imposible para Dios".
María fue la única a la que la muerte de Cristo no la desalentó, no obstante su pena; o mejor dicho, ya que esto es poco, a la que la muerte de Cristo no la separó de Él.
De igual manera que en la anunciación, hubo un tiempo en que la Virgen María sola fue toda la Iglesia recibiendo a Cristo en la fe, también en su muerte. Ella fue también toda la Iglesia recogiéndolo con su fe, esperanza y amor.
María recordaba las promesas del ángel: promesas de Dios; recordaba la historia del pueblo escogido, las profecías, y si su cumplimiento la consumía de dolor, la fortificaba igualmente la esperanza y fe. Al pie de la cruz, con todas las fibras de su ser gritando de dolor, estaba también animada de una intensidad de fe y de esperanza tan grande que, cuando más tarde, antes que los demás apóstoles, ella lo elevó al gozo de la resurrección, sintió profundamente que lo que ella había sabido no había cambiado jamás.
Un día toda la Iglesia se encontró alrededor de la Madre Santa; hoy toda la Iglesia se ha vuelto a encontrar en el ambiente en que ella había nacido.
"La Iglesia "instruida por el Espíritu Santo venera" a María "como madre amantísima, con afecto de piedad filial" (LG 13).En esa fe el Papa Pablo VI quiso proclamar a María como "Madre de la Iglesia"(Cfr.Acta Apostolicae Sedis, 1964,1007).
"Se nos ha revelado la admirable fecundidad de María. Ella se hace Madre de Dios, del Cristo histórico en el fiat de la anunciación, cuando el Espíritu Santo la cubre con su sombra. Es Madre de la Iglesia porque es Madre de Cristo, Cabeza del Cuerpo místico. Además, es nuestra Madre "por haber cooperado con su amor" (LG 53) en el momento en que el corazón traspasado de Cristo nacía la familia de los redimidos; "por eso nuestra madre en el orden de la gracia" (LG 61). Vida de Cristo que irrumpe victorioso en Pentecostés, donde María imploró para la Iglesia el Espíritu Santo vivificador.
"La Iglesia, con la Evangelización, engendra nuevos hijos. Ese proceso que consiste en "transformar desde dentro" en "renovar la misma humanidad" (EN 18) es un verdadero volver a nacer. En ese parto, que siempre se reitera, María es nuestra Madre. Ella, gloriosa en el cielo, actúa en la tierra. Participando del señorío de Cristo Resucitado, "con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan" (LG 22); su gran cuidado es que los cristianos tengan vida abundante y lleguen a la madurez de la plenitud de Cristo" (Cfr. Jn.10, 10; Ef. 4, 13).
"María no sólo vela por la Iglesia. Ella tiene un corazón tan amplio como el mundo e implora ante el Señor de la historia por todos los pueblos. Esto lo registra la fe popular que encomienda a María, como Reina maternal, el destino de nuestras naciones".( Párrafos tomados de Puebla desde el 286 al 289).
Se nos habla que la Iglesia con la Evangelización, engendra nuevos hijos, y que esto es "un verdadero volver a nacer". La Iglesia llega a tener la vocación y la misión evangelizadora de la Virgen. Ella con su fiat hizo que la Palabra, el Verbo, el Evangelio: Jesús se hiciera carne en el mundo.
Cada uno de nosotros tiene la misma misión que la Virgen Santa, la misma vocación increíble: colocar a Dios en el mundo, hacer que Dios viva en el mundo, hacer que Dios llegue a ser Alguien vivo en nuestro mundo. Es nuestra tarea: Misionar y Evangelizar.
Por eso, podemos decir con toda propiedad que "la Virgen de la Santa Esperanza y del Amor Hermoso", es también la Madre de la Evangelización de la Iglesia.La Iglesia Evangeliza con María, y María Evangeliza con la Iglesia. Por eso, al terminar, termino diciendo con el Papa Francisco I:
"Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu,
acogiste al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro "sí"
ante la urgencia, más imperiosa que nunca,
de hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Tú,llena de la presencia de Cristo,
llevaste la alegría a Juan Bautista,
haciéndolo exultar en el seno de su madre.
Tú, estremecida de gozo,
cantaste las maravillas del Señor.
Tú, que estuviste plantada en la cruz
con una fe inquebrantable
y recibiste el alegre consuelo de la resurrección,
recogiste a los discípulos en la espera del Espíritu
para que naciera la Iglesia evangelizadora.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados
para llevar a todos el Evngelio de la vida
que vence a la muerte.
Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos
para que llegue a todos
el don de la belleza que no se apaga.
Tú, Virgen de la escucha y la contemplación,
madre del amor, esposa de las bodas eternas,
intercede por la Iglesia, de la cual eres ícono purísimo,
para que ella nunca se encierre ni se detenga
en su pasión por instaurar el Reino.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa,
de la justicia y el amor a los pobres,
para que la alegría del Evangelio
llegue hasta los confines de la tierra
y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente,
manantial de alegría para los pequeños,
ruega por nosotros.
Amén. Aleluya.
(Evangelii gaudium. Francisco I, páginas 218 a 220: De María, la Madre de la Evangelización).
P. S. Siendo este el último domingo de Adviento, y estando tan cercana la Navidad: Jesús está a la puerta, deseo, "ungido para evangelizar a los pobres, y desde los pobres a todo y a todos", un gran Nacimiento en Jesús, con la participación indispensable de María, la Madre Santa.
Les bendice con fe, esperanza y amor,
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+