Sabiduría, discernimiento y sentido del pecado

Domingo Diez Año Ordinario B. 10.06.2018.

Génesis 3,9-15
2Cor.4,13-5,1
Marcos 3,20-35.

(Al comenzar advierto que por fallas difíciles de mi computador no pude cumplirles el domingo pasado. Acudo a vuestra comprensión, pidiéndoles las disculpas del caso).

En el texto del Génesis se nos narra bíblicamente de la caída del hombre: varón y mujer en el Paraíso. Para pecar el varón y la mujer tuvieron que ser tentados y el tentador es el demonio. Desde entonces, el demonio se convierte en la señal y símbolo del mal, y en un factor permanente de la tentación y el pecado.

En texto del Evangelio del domingo pasado, Jesús nos habla de un pecado que no tiene perdón; un pecado contra el Espíritu Santo. Y nace una duda en la mente humana con algunas interrogantes:
¿Cómo es posible que el Dios Amor, "lento a la ira y pronto a la misericordia", nos hable de un pecado sin perdón? ¿Acaso su voluntad no fue la salvación y el perdón del pecado, enviando a su Hijo, el Dios hecho Hombre, a salvar, encarnándose como el Buen Pastor que viene a buscar a la oveja perdida? ¿No fue Jesús el que nos amó hasta dar su vida y morir en la Cruz, para salvarnos? ¿No fue Él que nos dijo: "No hay amor más grande que el dar la vida por los que se ama?
Y Jesús, buscando nuestro perdón y salvación, fue muy consecuente y realizó el acto de amor más grande de la historia, dio su vida, entregándola en un gran martirio de amor en la Cruz, por nuestra salvación y perdón: "Cubrió la multitud de nuestros pecados", para hombres de ayer, de hoy y de mañana. Este amor perdonador, Jesús lo hizo en la Cruz y en el Altar de la Eucaristía. En esas circunstancias Jesús nos dio el mandamiento principal:

"Hagan esto en memoria mía". "Ámense los unos a los otros como yo los amé".

Todo denota amor y perdón por nosotros, cumpliendo con su amor extremo con la
voluntad de su Padre, que quería nuestra salvación: el perdón del pecado humano.

¿En qué consiste ese pecado que no se perdona, no porque Dios no pueda o no quiera, sino porque se encierra en sí mismo, y no se abre al perdón?

La enseñanza de Jesús viene en el momento en que los letrados lo acusan de estar endemoniado. Lo cual era en ellos una malicia y una falta de sabiduría, discernimiento y falta del sentido del pecado totales, que les hacía perder el sentido de lo bueno y de lo malo.

El pecado contra el Espíritu, que no se perdona, es perder el mismo "sentido del pecado". Llamar a lo bueno malo, y a lo malo bueno. Llamar a Jesús un endemoniado. Perder la capacidad de "sabiduría y de discernir" lo que viene del buen o del mal espíritu. En ese estado de alma, es imposible convertirse, porque falta la base: saber reconocer lo malo. Saber lo que es pecado.

¿Por qué esto es un pecado contra el Espíritu Santo?

Porque el Espíritu nos da el don de la "sabiduría y el don de discernimiento", lo que se ha llamado la discreción de espíritus.
Es decir, nos da la "sabiduría y el discernimiento" para distinguir lo bueno de lo malo, a Dios y al pecado, en un mundo tan confuso como el actual. Así puede estar sucediendo en algunos miembros de una Iglesia en crisis, que se han centrado y encerrado con porfía en los delitos o abusos sexuales y también en los victimarios que no reconocen su delito y pecado. Los que comentan estos hechos, incluso en Medios de Prensa, lo hacen con dichos y actitudes sin darse cuenta que actúan sin "sabiduría" y discernimiento", también con actitudes condenatorias a las personas pecadoras y de delito, asunto que corresponde a los Tribunales de justicia. Porque los hombres de delito y pecado ciertamente tienen que recibir la condena o sentencia de verdad y justicia, y con el debido deber de reparación. Pero los que comentan y se encierran en los delitos y abusos sexuales, lo hacen sin comprender que nuestra Iglesia es mucho más que eso. Lo hacen, tal vez, sin mucha conciencia, cayendo o haciendo una cierta discriminación homofóbica, cuando hay tanto que hacer para salir de la crisis, para hacer un verdadero éxodo.
Por eso llamo al arrepentimiento y a un reconocer y pedir perdón por parte de los victimarios. Y a los comentaristas de estos delitos: Seamos una Iglesia "en salida", "pobre y para los pobres", "en la calle", misionando y encarnando a Jesús en el mundo de hoy, viviendo el Vaticano II, Medellín y Puebla, también, poniendo en práctica: "La Evangelización en el mundo contemporáneo" de Paulo VI. ¡Hechos y no palabras! "La fe sin obras es una fe muerta. Espero mucho de los laicos que, en una Iglesia de Comunión y Participación, tienen no sólo una acción de ejecutivos de los planes pastorales, sino que tienen un rol de participación en la "decisión" en la Organización Pastoral de su Iglesia(Puebla 808). En el mundo y en la sociedad tienen un rol específico de participar en política, incluso partidaria, como una expresión más eximia de su caridad, buscando el bien de la "polis", el bien común de los chilenos, especialmente con un compromiso por los más pobres, que "piden a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte" (Medellín).
El laico de la Iglesia de Jesús, por su compromiso específico con el mundo, trae a su Iglesia el mundo real con todos sus gozos y esperanzas, con sus lágrimas y angustias; pero también lleva a su Iglesia al mundo como el Verbo Encarnado.
Hay mucho que hacer, a pesar que se dice que el mundo de hoy está perdiendo el "sentido del pecado". Esto equivale a decir que está perdiendo la
"sabiduría y el "discernimiento". Se dice que se está haciendo ciego. Se cierra la puerta al perdón, porque ya no se sabe de qué pedir perdón.
La advertencia de Jesús en Evangelio del domingo no es sólo para las personas, sino también para la sociedad. Por eso el Espíritu Santo es un don para cada uno, y para el mundo. Éste también lo necesita. Para formarse él, también una conciencia "sabia y de discernimiento". El Espíritu es la conciencia crítica en cada uno, y en la sociedad. Él nos recuerda todo lo que ha dicho Cristo sobre el bien y el mal:

"Y cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los introducirá a la verdad total".(Juan 16, 13 y ss.).

Por último, Jesús nos enseña que Él ha venido a crear una fraternidad nueva. ¿"Quiénes son mis hermanos...? El que cumple la voluntad de Dios es mi hermano...". Para ser hermano de Jesús - discípulo - no hay privilegios establecidos. Ni siquiera el parentesco ni la amistad. La fidelidad a lo que Jesús enseñó es lo nos hace hermanos. Esta es la base de la fraternidad cristiana, de la Iglesia de Jesús: somos hermanos y amigos; somos hermanos unos de otro cuando salimos de nuestro egoísmo y encierro para ir al encuentro de la voluntad de Dios. Que así sea.


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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