Que no haya angustias ni miedos: Me voy, pero vengo a ustedes.
Domingo Sexto de Pascua. Año C. 01.05.2016.
(Juan 14, 23-29.)
El Evangelio de esta domínica es un aviso por adelantado de dos grandes fiestas litúrgicas importantes y de sustento de nuestra fe cristiana. El Evangelio de hoy es como una preparación a la Ascensión y de Pentecostés.
En este Evangelio Jesús está anunciando el Espíritu Santo (Pentecostés). Es el mayor don pascual. Y lo anuncia junto con preceder y preparar a los discípulos a su partida (Ascensión).
Hablar de partida, suena a una despedida de un Jesús que nos deja, que se va de nuestro lado. Así suena para los criterios del mundo. Pero no es así, al contrario, Jesús está anunciando y evangelizando la gran noticia:
"Ya han oído lo que les dije: Me voy, pero vengo a ustedes". (Jn. 14,28).
" En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Intercesor no vendrá a ustedes". (Jn.16,7).
Convenía, era necesario, que la presencia física de Jesús fuera sustraída a los cristianos, para que viniera para siempre por el Espíritu. Por tanto:
"Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo". (Jn. 14,27).
"Les he hablado mientras estaba con ustedes En adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas las cosas y les recordará todas mis palabras". (Jn. 14,25).
Es grande la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida cristiana y en la historia de la humanidad. El Espíritu "renueva la faz de la tierra, haciendo que todas las cosas sean recreadas". Pero antes fue necesario que Jesús tuviera su Ascensión: que subiendo al cielo se hiciera presente por su Espíritu.
El Espíritu es el gran animador de la vida de la Iglesia. Por eso, no nos "angustiemos ni tengamos miedo", por la hora presente y los desafíos que ella nos está trayendo, cuando somos testigos de problemas de falta de credibilidad en nosotros, Pueblo de Dios. Creamos en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y siendo dóciles a sus inspiraciones y fuerzas; actuando con gran compromiso, obedeciendo a sus enseñanzas, recordando las palabras de Jesús, renovaremos la faz de la Iglesia y de la tierra.
En verdad, Cristo sigue actuando en la historia de la Iglesia y de la humanidad por su Espíritu.
Cito a Puebla:
"El Espíritu que llenó el orbe de la tierra abarcó también lo que había de bueno en las culturas precolombinas; Él mismo les ayudó a recibir el Evangelio ; Él sigue hoy suscitando anhelos de salvación liberadora en nuestros pueblos. Se hace, por tanto, necesario descubrir su presencia auténtica en la historia del continente". (Puebla 201).
Lo importante en nuestra fe cristiana no es tener el privilegio de la presencia física de Jesús. Hay gente que piensa, que tendría más fe, si hubiera estado en la época de Jesús, conociéndolo, oyéndolo y viéndolo con sus propios ojos. Este pensamiento es desmentido porque hubo mucha gente que lo escucharon, lo vieron en su tiempo, incluso, fueron testigos de los milagros hechos por Jesús, sin embargo no creyeron el Él. La fe cristiana y por ende el compromiso con Cristo no es fruto de su presencia física, sino de la acción del mismo Cristo, por su Espíritu en nosotros.
Y hay que decir, que según las leyes físicas, sería imposible eso de:
"Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él".
La presencia física de Cristo no puede ser ni vivir en nosotros: también cuerpos físicos. Por eso, la Ascensión, es como preludio de la habitación de Jesús en nosotros por su Espíritu. De ahí:
"En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy el Espíritu no vendrá a ustedes".
Así, también, se entiende:"Me voy,pero vengo a ustedes".
El ser "habitados" depende de algo que Cristo dejó muy claramente establecido: ser fieles en creer y en cumplir, en nuestra vida de todos los días, las palabras de Jesús:
"Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él".
Al hacer morada en nosotros; al "habitar" en mí y en cada uno de nosotros, nos va recordando, a través de la historia, todo lo que Él nos dijo, y lo repito:
"En verdad les conviene que yo me vaya (físicamente), porque si no me voy, el Intercesor no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se los mandaré". (Jn.16,7).
Nos enseña a reconocer su acción en la sociedad actual, en los conflictos y en las realidades temporales que nos rodean. El Espíritu Santo es llamado por Jesús:
"Yo les enviaré, desde el Padre, el Espíritu de la verdad", que procede del Padre". (Jn. 15,26).
"Y cuando venga él, el Espíritu de la verdad los introducirá a la verdad total".
(Jn. 16,13).
"Cuando él venga, rebatirá las mentiras del mundo, y mostrará cuál ha sido el pecado, quién es el justo y quién es condenado". (Jn. 16,8).
"El Espíritu Santo es llamado por Jesús "Espíritu de verdad" y el encargado de llevarnos a la verdad plena (Cfr. Jn. 16,13) da en nosotros testimonio de que somos hijos de Dios y de que Jesús ha resucitado y es "el mismo ayer y hoy y por los siglos". (Heb.13,8). Por eso es el principal evangelizador, quien anima a todos los evangelizadores y los asiste para que lleven la verdad total sin errores y sin limitaciones". (Puebla 202).
Nos va enseñando a encontrar en los hechos y acontecimientos, ya sea colectivos o personales, la conducción que va señalando la presencia de Dios, lo que Dios nos quiere decir y exigir; los caminos por dónde quiere que caminemos.
Él no llevará a la verdad total como decíamos recordando a Juan 16,13. Cuando se dice "verdad total" es que el Espíritu no quiere que seamos superficiales y enajenados, sino personas de la verdad acerca de lo que está sucediendo en la realidad y historia de todos los días, y así podamos responder con compromiso a las exigencias de Cristo, "según los signos de los tiempos" como nos dice también el Vaticano II.
Estamos en el preludio de la Ascensión y de Pentecostés.
Pidamos a Jesús, el Señor, que seamos consecuentes con el Evangelio de hoy. Que Él nos prepare al cambio y comienzo de una nueva vida, en nosotros, en nuestra Iglesia y en la historia, y en un verdadero compromiso con nuestro mundo y realidad actual, "recordando" y "guardando" "todo lo que les he dicho". Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
(Juan 14, 23-29.)
El Evangelio de esta domínica es un aviso por adelantado de dos grandes fiestas litúrgicas importantes y de sustento de nuestra fe cristiana. El Evangelio de hoy es como una preparación a la Ascensión y de Pentecostés.
En este Evangelio Jesús está anunciando el Espíritu Santo (Pentecostés). Es el mayor don pascual. Y lo anuncia junto con preceder y preparar a los discípulos a su partida (Ascensión).
Hablar de partida, suena a una despedida de un Jesús que nos deja, que se va de nuestro lado. Así suena para los criterios del mundo. Pero no es así, al contrario, Jesús está anunciando y evangelizando la gran noticia:
"Ya han oído lo que les dije: Me voy, pero vengo a ustedes". (Jn. 14,28).
" En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Intercesor no vendrá a ustedes". (Jn.16,7).
Convenía, era necesario, que la presencia física de Jesús fuera sustraída a los cristianos, para que viniera para siempre por el Espíritu. Por tanto:
"Que no haya en ustedes ni angustia ni miedo". (Jn. 14,27).
"Les he hablado mientras estaba con ustedes En adelante el Espíritu Santo Intérprete, que el Padre les enviará en mi Nombre, les va a enseñar todas las cosas y les recordará todas mis palabras". (Jn. 14,25).
Es grande la importancia del Espíritu Santo en nuestra vida cristiana y en la historia de la humanidad. El Espíritu "renueva la faz de la tierra, haciendo que todas las cosas sean recreadas". Pero antes fue necesario que Jesús tuviera su Ascensión: que subiendo al cielo se hiciera presente por su Espíritu.
El Espíritu es el gran animador de la vida de la Iglesia. Por eso, no nos "angustiemos ni tengamos miedo", por la hora presente y los desafíos que ella nos está trayendo, cuando somos testigos de problemas de falta de credibilidad en nosotros, Pueblo de Dios. Creamos en la acción del Espíritu Santo en nosotros, y siendo dóciles a sus inspiraciones y fuerzas; actuando con gran compromiso, obedeciendo a sus enseñanzas, recordando las palabras de Jesús, renovaremos la faz de la Iglesia y de la tierra.
En verdad, Cristo sigue actuando en la historia de la Iglesia y de la humanidad por su Espíritu.
Cito a Puebla:
"El Espíritu que llenó el orbe de la tierra abarcó también lo que había de bueno en las culturas precolombinas; Él mismo les ayudó a recibir el Evangelio ; Él sigue hoy suscitando anhelos de salvación liberadora en nuestros pueblos. Se hace, por tanto, necesario descubrir su presencia auténtica en la historia del continente". (Puebla 201).
Lo importante en nuestra fe cristiana no es tener el privilegio de la presencia física de Jesús. Hay gente que piensa, que tendría más fe, si hubiera estado en la época de Jesús, conociéndolo, oyéndolo y viéndolo con sus propios ojos. Este pensamiento es desmentido porque hubo mucha gente que lo escucharon, lo vieron en su tiempo, incluso, fueron testigos de los milagros hechos por Jesús, sin embargo no creyeron el Él. La fe cristiana y por ende el compromiso con Cristo no es fruto de su presencia física, sino de la acción del mismo Cristo, por su Espíritu en nosotros.
Y hay que decir, que según las leyes físicas, sería imposible eso de:
"Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él".
La presencia física de Cristo no puede ser ni vivir en nosotros: también cuerpos físicos. Por eso, la Ascensión, es como preludio de la habitación de Jesús en nosotros por su Espíritu. De ahí:
"En verdad, les conviene que yo me vaya, porque si no me voy el Espíritu no vendrá a ustedes".
Así, también, se entiende:"Me voy,pero vengo a ustedes".
El ser "habitados" depende de algo que Cristo dejó muy claramente establecido: ser fieles en creer y en cumplir, en nuestra vida de todos los días, las palabras de Jesús:
"Si alguien me ama, guardará mis palabras, y mi Padre lo amará y vendremos a él para hacer nuestra morada en él".
Al hacer morada en nosotros; al "habitar" en mí y en cada uno de nosotros, nos va recordando, a través de la historia, todo lo que Él nos dijo, y lo repito:
"En verdad les conviene que yo me vaya (físicamente), porque si no me voy, el Intercesor no vendrá a ustedes. Pero si me voy, se los mandaré". (Jn.16,7).
Nos enseña a reconocer su acción en la sociedad actual, en los conflictos y en las realidades temporales que nos rodean. El Espíritu Santo es llamado por Jesús:
"Yo les enviaré, desde el Padre, el Espíritu de la verdad", que procede del Padre". (Jn. 15,26).
"Y cuando venga él, el Espíritu de la verdad los introducirá a la verdad total".
(Jn. 16,13).
"Cuando él venga, rebatirá las mentiras del mundo, y mostrará cuál ha sido el pecado, quién es el justo y quién es condenado". (Jn. 16,8).
"El Espíritu Santo es llamado por Jesús "Espíritu de verdad" y el encargado de llevarnos a la verdad plena (Cfr. Jn. 16,13) da en nosotros testimonio de que somos hijos de Dios y de que Jesús ha resucitado y es "el mismo ayer y hoy y por los siglos". (Heb.13,8). Por eso es el principal evangelizador, quien anima a todos los evangelizadores y los asiste para que lleven la verdad total sin errores y sin limitaciones". (Puebla 202).
Nos va enseñando a encontrar en los hechos y acontecimientos, ya sea colectivos o personales, la conducción que va señalando la presencia de Dios, lo que Dios nos quiere decir y exigir; los caminos por dónde quiere que caminemos.
Él no llevará a la verdad total como decíamos recordando a Juan 16,13. Cuando se dice "verdad total" es que el Espíritu no quiere que seamos superficiales y enajenados, sino personas de la verdad acerca de lo que está sucediendo en la realidad y historia de todos los días, y así podamos responder con compromiso a las exigencias de Cristo, "según los signos de los tiempos" como nos dice también el Vaticano II.
Estamos en el preludio de la Ascensión y de Pentecostés.
Pidamos a Jesús, el Señor, que seamos consecuentes con el Evangelio de hoy. Que Él nos prepare al cambio y comienzo de una nueva vida, en nosotros, en nuestra Iglesia y en la historia, y en un verdadero compromiso con nuestro mundo y realidad actual, "recordando" y "guardando" "todo lo que les he dicho". Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+