Catequesis del exproprefecto para el Jubileo de las personas con discapacidad Fisichella: "No debemos rendirnos. La debilidad es una herramienta"

Jubileo de las personas con discapacidad
Jubileo de las personas con discapacidad

Oración y relatos de padres y jóvenes que viven experiencias de acompañamiento y enriquecimiento con personas con discapacidad. Estos son los momentos que marcaron la catequesis en la Plaza de San Pedro, dirigida por el arzobispo: "Lleváis demasiado tiempo en la sombra, es hora de reavivar la esperanza"

(Vatican News).- Paraguas abiertos y muchos sombreros para protegerse del sol primaveral, camisetas de colores para identificar el grupo al que pertenecen. Es el marco de la Plaza de San Pedro donde centenares de personas con discapacidad, acompañadas por sus familiares y cuidadores, participan en su Jubileo y en la catequesis de Monseñor Rino Fisichella, ex proprefecto del Dicasterio para la Evangelización. Es el saludo en LIS que abre este momento de oración y reflexión en el que participan personas de 95 países: de Japón, Bolivia, Estados Unidos y muchos otros. «El mundo entero», dice el arzobispo, «está hoy aquí en la Plaza de San Pedro».

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La esperanza, una llama que hay que reavivar

Es el Jubileo de las personas con discapacidad, es el Jubileo de la esperanza, de esa esperanza, dice Fisichella, que acompaña a todos en el despertar, que no notamos pero que guía toda nuestra vida. Una llama que hay que reavivar, que alimenta la mente y el corazón. La verdadera esperanza, no atada a las cosas efímeras, recuerda el prelado, tiene el rostro de Jesús de Nazaret, por eso la invitación es a caminar junto a Él, dejándonos guiar por su Palabra, dando testimonio con gestos y opciones de vida porque Él es esperanza para todos, nadie excluido.

Jubileo de los discapacitados en la Plaza de San Pedro

La debilidad, una herramienta para amar más

“Ustedes están en el corazón de la Iglesia”, afirma Monseñor Fisichella, refiriéndose a las personas más vulnerables, frágiles y débiles que a menudo no reciben la atención que merecen. En la debilidad —explica— debemos encontrar nuestra vocación en la Iglesia; la debilidad es una herramienta para amar aún más. Haz de la discapacidad la fuerza del amor que se da a todos; nadie más que tú puede dar testimonio del amor cristiano.

Numerosas asociaciones llegaron a San Pedro (Vatican Media)

Creativos y alegres

La invitación del arzobispo es a no mirar para otro lado: «Habéis estado demasiado tiempo en la sombra, este es el momento de reavivar la esperanza», porque quien experimenta la debilidad es testigo del amor de Cristo. El prelado cuenta luego la historia de un niño nacido en una familia noble en el año 1013 en Suabia. Un niño discapacitado y deforme que es confiado a una comunidad de monjes. El niño se llamaba Erman, no sabía hablar ni escribir pero aún así los frailes lo acogieron con cariño. Aprendió latín, griego, matemáticas, música e incluso árabe, y luego murió de pleuresía. “¿Sabes por qué te conté esta historia?” pregunta Fisichella, “porque Erman escribió la Salve Regina”, una oración de fe nacida de un niño discapacitado que “experimentó lo que era la verdadera esperanza, la verdadera fe y el amor a María, madre de misericordia”. Por eso, concluye Fisichella, no debemos rendirnos nunca, “ser más creativos, alegres, capaces de comunicar la esperanza que hay dentro de nosotros”. Por último, el canto coral, en honor a Erman, de la Salve Regina en todos los idiomas del pueblo presente en la plaza.

Alessio Carparelli y Barbara Racca   (Vatican Media)

Testimonios de cuidado y amor

Después del momento de oración, hubo espacio para algunos testimonios. Desde Kerala, India, a través de un vídeo, monseñor Mar Jose Pulickal, Obispo de la Eparquía de Kanjirapally, relata la experiencia de “Angels’ Village”, una iniciativa que ofrece oportunidades de educación, formación y rehabilitación a más de doscientos niños con discapacidad mental. Alessio Carparelli y Barbara Racca, padres de dos niños de 22 y 15 años, ambos con autismo severo, recuerdan el sufrimiento que vivieron cuando descubrieron la discapacidad de sus hijos. “Destrozó nuestro plan familiar”, dice Alessio. “Pedimos ayuda, aprendimos a rediseñar nuestras vidas, a volver a vivir y ya no sobrevivir”. Bárbara expresa su esperanza: que todos puedan mirar al otro sin prisa, ofreciendo una sonrisa, "no tengamos siempre prisa en la vida de cada día y en el trabajo, detengámonos siempre".

Annamaria, Mario, Raffaele y Lavinia cuentan sus historias, todos ellos desde la Parroquia de los Santos Mártires de Uganda en Roma. Annamaria tiene 20 años, estudia en la universidad, explica que perdió a su hermana Eliana, discapacitada, hace unos años. Es franca, decidida y tiene ganas de decir que está allí delante de San Pedro como catequista y no como familiar de una persona discapacitada. Tiene claro en su cabeza que la inclusión de un adulto a menudo se caracteriza por la compasión o la ayuda; La de un niño es acogida, amistad y también amor. Nos invita pues a educar juntos a nuestros hijos, con o sin discapacidad, porque sólo creciendo juntos podremos cambiar nuestra perspectiva. La experiencia de Raffo también es conmovedora, no habla pero tiene la voz de Lavinia. Tiene 13 años, en su testimonio dice que le parece extraño pero entiende, observa, comprende. Habla de la belleza de su parroquia, del Papa Francisco y de los zapatos negros que llevó hasta el final, signo de su entrega a los demás. “Como él”, escribe, “me gustaría usar mis zapatos para ayudar a los demás”.

Los chicos de la parroquia de los Santos Mártires de Uganda (Vatican Media)

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