El Arcipreste de la Basílica de San Pedro llama la atención sobre los desafíos del presente Gambetti suple al Papa en los Oficios de Jueves Santo: "¡Cuántos son crucificados por el mal que hay en el mundo!"

Gambetti, lavando los pies en San Pedro
Gambetti, lavando los pies en San Pedro Vatican Media

"Me conmueve profundamente la determinación de Jesús de compartir el pan y el vino con todos aquellos que el Padre le ha dado. Es tan humano, en la prueba. Y pienso en cuántas oportunidades he perdido de ser tan humano ante las adversidades de la vida, ocupado buscando soluciones o vías de escape"

"Lo único que le importa es el amor. Éste es el único sacerdocio. Lavad los pies, incluso los de Judas. Él me lava los pies. Él te lava los pies. Vive el dinamismo de la proximidad, de la reciprocidad, vive el verbo de dar y recibir, vive la potencia de servir y la impotencia de acoger"

(Vatican News).- El mundo “nos traiciona”, “nos entrega”, para obtener ganancias “económicas y de poder”. A esta lógica –que arma los conflictos de nuestro tiempo– se contrapone un nuevo “poder”, inherente al “servir” y encarnado por Jesús, expresión concreta del “dinamismo de la proximidad”. Esta es la imagen entregada por el cardenal Mauro Gambetti, arcipreste de la Basílica Papal de San Pedro, en la homilía de la Misa in Coena Domini del Jueves Santo.

La celebración, presidida por el cardenal esta tarde, 17 de abril, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, en presencia del cardenal Secretario de Estado de la Santa Sede, Pietro Parolin, incluyó también el tradicional rito del Lavatorio de los pies. 

Un momento del lavatorio de los pies

Un momento del lavatorio de los pies   (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

La primera Pascua, entre la opresión y el sufrimiento

La homilía del cardenal Gambetti ha pasado a la historia. Un regreso a los orígenes de la Pascua, el primero, en Egipto. Tierra, en aquel tiempo, de “esclavitud, de opresión y de sufrimiento”. El cardenal recordó el término hebreo del que deriva la palabra Pascua, es decir “Pasach”, que puede traducirse como “saltar, proteger”.

Dios danza ante las casas para proteger a los anawim, los humildes, los pobres que confían en él, mientras la muerte pasa.

El cardenal Gambetti inciensa el altar eucarístico en la Basílica de San Pedro en el Vaticano

El cardenal Gambetti inciensa el altar eucarístico en la Basílica de San Pedro en el Vaticano   (VATICAN MEDIA Divisione Foto)

Pascua de Jesús, “humano en prueba”

También la Pascua de Jesús se cumple en la prueba, entre «injusticias, vejaciones, calumnias, enfermedades, violencias, miedos, soledad». Sin embargo, en un contexto tan difícil, “desea ardientemente nutrir la intimidad y familiaridad del hogar doméstico”. Su cenáculo es un “mosaico” heterogéneo de la humanidad. Los rasgos de los discípulos, los más variados: “impulsivos y apasionados, reflexivos y profundos, ambiciosos e impetuosos, sinceros y humildes”. Las características comunes son en cambio la sed de gloria, la debilidad, la capacidad de ocultar las propias fragilidades.

Me conmueve profundamente la determinación de Jesús de compartir el pan y el vino con todos aquellos que el Padre le ha dado. Es tan humano, en la prueba. Y pienso en cuántas oportunidades he perdido de ser tan humano ante las adversidades de la vida, ocupado buscando soluciones o vías de escape.

Pascua del presente, donde falta la compasión

Desde las Escrituras, la mirada del cardenal se amplía al presente, no menos probado por tantos “Judas” que nos quitan “los valores, la inteligencia, la conciencia, el amor humano”.

Todos estamos en venta, en base a un costo-beneficio, a cambio de algún beneficio económico y de poder.

La denuncia del cardenal Gambetti se extiende a los vínculos que se tejen en los diversos contextos de la vida cotidiana, donde falta la «compasión». El mundo “traiciona” en busca de ganancias, e incluso las prácticas religiosas corren el riesgo de caer en esta lógica, cuando se doblegan ante “alguna forma de gloria, algún bien material o algún poder: vendemos nuestra fe”.

Las guerras no son más que el resultado de la decadencia, de la concreción de los conflictos y del mal que hay en el mundo. ¡Y cuántos son crucificados por todo esto!

El cenáculo evangélico no parece tan lejano al de las familias actuales. Siguen apareciendo “fragilidad”, “baja autoestima”, “ira”, pero también “sed de libertad, de justicia, de paz”.

"Lo único que le importa es el amor"

La figura de Jesús encarna el antídoto contra las plagas de hoy. Él "no quiere ganar, ni ser aplaudido, ni enriquecerse".

Lo único que le importa es el amor. Éste es el único sacerdocio. Lavad los pies, incluso los de Judas. Él me lava los pies. Él te lava los pies. Vive el dinamismo de la proximidad, de la reciprocidad, vive el verbo de dar y recibir, vive la potencia de servir y la impotencia de acoger.

"El don de uno mismo para hacer vivir al pueblo"

Inclinándose sobre sus discípulos, el corazón de Jesús se hace «uno con la pobreza humana y uno con la majestad divina», dando «vida» a «todas las ovejas del rebaño». Un gesto que atraviesa los siglos y que todavía sigue encarnado. Como Don Giuseppe Berardelli, el sacerdote bergamasco recordado por el cardenal Gambetti que, durante la pandemia, entregó su propio respirador para que lo pudiera utilizar otro. Y murió.

El don de uno mismo para ayudar a la gente a vivir.

El cardenal concluyó su reflexión deseando un “nuevo tiempo” para la Iglesia, en el que pueda “revelar su naturaleza de pueblo sacerdotal”. Una revolución que pasa por “hacerse” Eucaristía, imitando a Jesús, mostrando “la humanidad divina que el bautismo nos ha conferido”.

El rito del lavatorio de los pies

Durante la celebración también se realizó el rito del Lavatorio de los Pies. El arcipreste inclinó la cabeza ante doce laicos, hombres y mujeres que frecuentan o trabajan en las naves de la Basílica de San Pedro. Rostros cotidianos, cada uno con sus propias fragilidades, símbolos vivos de ese gran cenáculo de la humanidad evocado por el cardenal Gambetti en su homilía.

La banda sonora la componen las voces de la Cappella Giulia, el coro histórico que acompaña las ceremonias celebradas en San Pedro por el Capítulo Vaticano, no presidido por el Papa. Un legado musical que hunde sus raíces en 1513, cuando el Papa Julio II reorganizó este conjunto que aún hoy conserva, nota tras nota, la belleza de la liturgia.

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