Francisco pide "impregnar de Evangelio nuestras casas y convertirlas en cenáculos de fraternidad" Papa: "La Iglesia, aunque perseguida, incomprendida y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a cada hombre y mujer"
"Hoy concluimos nuestra catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles con la última etapa misionera de San Pablo: Roma"
"El camino de Pablo, que era uno con el del Evangelio, es una prueba de que los caminos del hombre, si se viven con fe, pueden convertirse en un espacio de tránsito para la salvación de Dios"
"Convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos"
"Que el Espíritu reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y gozosos"
"Convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos"
"Que el Espíritu reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y gozosos"
En la catequesis de la audiencia de los míercoles, el Papa Francisco aboga, una vez más, por una Iglesia de puertas abiertas y acogedora, aunque sea "perseguida, incomprendida y encadenada". Más en concreto, invita a todos los creyentes a "convertir sus casas en cenáculos de fraternidad" y a "ser evangelizadores valiente sy gozosos". Francisco no hizo ni la más mínima mención al caso del 'librogate', que sigue dando que hablar en todo el mundo.
Texto completo de la catequesis del Papa (traducción propia)
Queridos hermanos y hermanas!
Hoy concluimos nuestra catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles con la última etapa misionera de San Pablo: Roma (cf. Hch 28,14). Aquí llega el Apóstol de los gentiles después de un largo y agitado viaje, marcado por amenazas y peligros, pero también por encuentros hospitalarios, por el buen olor de la fe de los discípulos de Cristo y por las revelaciones consoladoras y alentadoras del Señor.
El camino de Pablo, que era uno con el del Evangelio, es una prueba de que los caminos del hombre, si se viven con fe, pueden convertirse en un espacio de tránsito para la salvación de Dios, a través de la Palabra de fe que es un fermento activo en la historia, capaz de transformar situaciones y abrir nuevos caminos.
Las vicisitudes de Pablo no han desvitalizado la Palabra, sino que la han fortalecido. El frágil barro de su vida no ha ahogado el tesoro del poder de Dios (cf. 2 Co 4,7), sino que lo ha sacado a la luz, mostrando que la dirección de los acontecimientos no pertenece a los hombres, sino al Espíritu Santo, que da fecundidad a la acción misionera de la Iglesia.
Con la llegada de Pablo al corazón del Imperio, termina la historia de los Hechos de los Apóstoles, que no termina con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra. El final del relato de Lucas, centrado en el camino del Evangelio en el mundo, contiene y recapitula todo el dinamismo de la Palabra de Dios, una Palabra imparable que quiere correr para comunicar la salvación a todos. El Evangelio, que había comenzado su camino hacia Jerusalén, la ciudad santa, ha llegado ahora a Roma, desde donde podrá partir de nuevo hacia nuevos horizontes, según los planes de Dios.
En Roma, Pablo se encuentra ante todo con sus hermanos y hermanas en Cristo, que lo acogen y le dan valor (cf. Hch 28,15) y cuya cálida hospitalidad hace pensar en lo mucho que se esperaba y deseaba su llegada. Entonces se le permite vivir por su cuenta bajo custodia militar, es decir, con un soldado que lo cuide. En arresto domiciliario. A pesar de su condición de prisionero, Pablo pudo reunirse con los judíos notables para explicarles por qué se vio obligado a apelar al César y a hablarles del reino de Dios. Trata de convencerlos sobre Jesús, partiendo de las Escrituras y mostrando la continuidad entre la novedad de Cristo y la "esperanza de Israel" (Hechos 28, 20). Pablo se reconoce profundamente judío y ve en el Evangelio que predica, es decir, en el anuncio de Cristo muerto y resucitado, el cumplimiento de las promesas hechas al pueblo elegido.
Después de este primer encuentro informal que encuentra a los judíos bien dispuestos, sigue otro más oficial durante el cual, durante todo un día, Pablo anuncia el reino de Dios y trata de abrir a sus interlocutores a la fe en Jesús, partiendo "de la ley de Moisés y de los profetas" (Hch 28,23). Como no todos están convencidos, denuncia el endurecimiento del corazón del pueblo de Dios, causa de su condenación (cf. Is 6,9-10), y celebra con pasión la salvación de las naciones que se muestran sensibles a Dios y capaces de escuchar la palabra del Evangelio (cf. Hch 28,28).
En este punto, Lucas concluye su obra mostrándonos no la muerte de Pablo, sino el dinamismo de una Palabra que "no está encadenada" (2 Tm 2,9), sino lista para ser sembrada a mano llena por el Apóstol. Pablo hace esto "con toda franqueza y sin impedimento" (Hch 28, 31), en una casa donde él acoge a los que quieren recibir el anuncio del reino de Dios y conocer a Cristo. Esta casa abierta a todos los corazones en búsqueda es la imagen de la Iglesia que, aunque perseguida, incomprendida y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a cada hombre y mujer para anunciarles el amor del Padre que se ha hecho visible en Jesús.
Queridos hermanos y hermanas, al final de este camino, vividos juntos siguiendo la carrera del Evangelio en el mundo, que el Espíritu reavive en cada uno de nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y gozosos. Que nos permita también a nosotros, como a Pablo, impregnar de Evangelio nuestras casas y convertirlas en cenáculos de fraternidad, donde podamos acoger a Cristo vivo, que "sale a nuestro encuentro en todo hombre y en todo tiempo" (cf. II Prefacio de Adviento).
Texto completo del saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas: Concluimos hoy el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles reflexionando sobre la última etapa misionera de san Pablo en Roma, a donde llega después de un largo viaje, lleno de amenazas y de peligros, pero también de la hospitalidad de los cristianos y de la consolación del Señor. Este es también el viaje del Evangelio, que desde Jerusalén llega a Roma, de donde se extenderá al mundo entero.
En esta ciudad, aun siendo prisionero, Pablo recibió de la autoridad el beneficio de vivir por cuenta propia, en una casa particular, “bajo custodia militar”. Esta situación le permitía recibir libremente a todos los que venían a encontrarlo, a quienes anunciaba el Reino de Dios e instruía en el conocimiento de Cristo Jesús. Entre ellos había también algunos judíos, a quienes trataba de mostrar, a partir de la Ley y los Profetas, la continuidad entre la «esperanza de Israel» y la novedad de Cristo, en quien Dios cumplió sus promesas al Pueblo elegido.
Los Hechos de los Apóstoles no se cierran con el martirio de Pablo, sino con la siembra abundante de la Palabra de Dios. La casa romana del Apóstol, abierta a todos los que buscaban y querían recibir el anuncio del reino y conocer a Jesús, es imagen de la Iglesia, que no obstante perseguida, incomprendida y encadenada, no se cansa de acoger con corazón de madre a todo hombre y mujer, para anunciarles el amor del Padre que se hizo visible en Jesús.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica. Pidamos al Espíritu Santo que estimule en todos nosotros la llamada a ser evangelizadores valientes y decididos para que, como san Pablo, vivamos la alegría del Evangelio y convirtamos nuestros hogares en cenáculos de fraternidad abiertos a todos los hermanos. Que Dios los bendiga.
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