"Le confiamos a María Auxiliadora de manera especial el deseo de paz de Ucrania y del mundo entero" El Papa denuncia que "la cultura moderna redujo la verdad a la ciencia exacta y a la tecnología, creando un mundo sin esperanza y sin amor"

Fake News
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"La búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse totalmente de la pasión por la  justicia"

"Una cultura que presume de medir todo y manipular todo termina por producir también una  desmoralización colectiva del sentido, del amor, del bien"

"Si los ancianos, que ya han visto de  todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la  fe"

"No es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las  supersticiones colectivas y las verdades pseudo-científicas"

"La acedia es la rendición al conocimiento del  mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente"

En su ciclo de catequesis sobre la vejez, el Papa Francisco glosó hoy un pasaje del Libro del Eclesiástés o Cohélet y sus proclamas irónicas sobre el sentido y el sinsentido de la vida. El Papa advirtió claramente contra la “razón cínica” de la cultura moderna e instó a no caer en la “sociedad del cansancio”, que conduce a la “acedia” que es “la rendición al conocimiento del  mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente”. Por eso, en plan profético, Bergolgio denuncia: “La cultura moderna redujo la verdad a la ciencia exacta y a la tecnología, creando un mundo sin esperanza y sin amor”.

Por eso, “no es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las  supersticiones colectivas y las verdades pseudo-científicas”. Pero hay salida. Según el Papa, “si los ancianos, que ya han visto de  todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la  fe”.

En su saludo en polaco, Francisco volvó a recordar a la martirizada Ucrania: “En nuestras oraciones a María Auxiliadora, le confiamos de manera especial el deseo de paz de Ucrania y del mundo entero”.

Ucrania

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

En nuestra reflexión sobre la vejez, hoy meditamos con el Libro del Eclesiastés o Cohélet, otra  joya que encontramos en la Biblia. En una primera lectura este breve libro impresiona y deja  desconcertado por su famoso estribillo: «Todo es vanidad», todo es “niebla”, “humo”, “vacío”. Sorprende  encontrar estas expresiones, que cuestionan el sentido de la existencia, dentro de la Sagrada Escritura. En  realidad, la oscilación continua de Cohélet entre el sentido y el sinsentido es la representación irónica de  un conocimiento de la vida que se desprende de la pasión por la justicia, de la que el juicio de Dios es  garante. Y la conclusión del Libro indica el camino para salir de la prueba: «Teme a Dios y guarda sus  mandamientos, que eso es ser hombre cabal» (12,13). 

Frente a una realidad que, en ciertos momentos, nos parece acoger todos los contrarios,  reservándoles el mismo destino, que es el de acabar en la nada, el camino de la indiferencia puede  parecernos también a nosotros el único remedio para una dolorosa desilusión. Preguntas como estas  surgen en nosotros: ¿Nuestros esfuerzos han cambiado el mundo? ¿Alguien quizá es capaz de hacer valer  la diferencia entre lo justo y lo injusto? 

Es una especie de intuición negativa que puede presentarse en cada etapa de la vida, pero no hay  duda de que la vejez hace casi inevitable el encuentro con el desencanto. Y por tanto la resistencia de la  vejez a los efectos desmoralizantes de este desencanto es decisiva: si los ancianos, que ya han visto de  todo, conservan intacta su pasión por la justicia, entonces hay esperanza para el amor, y también para la  fe. Y para el mundo contemporáneo se ha vuelto crucial el paso a través de esta crisis, crisis saludable,  porque una cultura que presume de medir todo y manipular todo termina por producir también una  desmoralización colectiva del sentido, del amor, del bien.  

Eclesiastés

Esta desmoralización quita el deseo de hacer. Una presunta “verdad”, que se limita a registrar el mundo, registra también su indiferencia hacia los opuestos y los entrega, sin redención, al fluir del tiempo  y al destino de la nada. De esta forma -revestida de cientificidad, pero también muy insensible y muy  amoral- la búsqueda moderna de la verdad se ha visto tentada a despedirse totalmente de la pasión por la  justicia. Ya no cree en su destino, en su promesa, en su redención. 

Para nuestra cultura moderna, que al conocimiento exacto de las cosas quisiera entregar  prácticamente todo, la aparición de esta nueva razón cínica – que suma conocimiento e irresponsabilidad  – es un contragolpe muy duro. De hecho, el conocimiento que nos exime de la moralidad, al principio  parece una fuente de libertad, de energía, pero pronto se convierte en una parálisis del alma. 

Cohélet, con su ironía, ya desenmascara esta tentación fatal de una omnipotencia del saber -un  “delirio de omnisciencia” - que genera una impotencia de la voluntad. Los monjes de la más antigua  tradición cristiana habían identificado con precisión esta enfermedad del alma, que de pronto descubre la  vanidad del conocimiento sin fe y sin moral, la ilusión de la verdad sin justicia. La llamaban “acedia”. Una tentación de todos y también de los ancianos. No  es simplemente pereza. No es simplemente depresión. Más bien, es la rendición al conocimiento del  mundo sin más pasión por la justicia y la acción consecuente.

La acedia

El vacío de sentido y de fuerzas abierto por este saber, que rechaza toda responsabilidad ética y  todo afecto por el bien real, no es inofensivo. No solamente le quita las fuerzas a la voluntad del bien: por  contragolpe, abre la puerta a la agresividad de las fuerzas del mal. Son las fuerzas de una razón  enloquecida, que se vuelve cínica por un exceso de ideología. De hecho, con todo nuestro progreso y  bienestar, nos hemos convertido verdaderamente en una “sociedad del cansancio”. Pensad un poco esto. Teníamos que producir  bienestar generalizado y toleramos un mercado sanitario científicamente selectivo. Teníamos que poner  un límite infranqueable a la paz, y vemos sucesión de guerras cada vez más despiadadas contra personas  indefensas. La ciencia progresa, naturalmente, y es un bien. Pero la sabiduría de la vida es otra cosa, y  parece estancada. 

Finalmente, esta razón an-afectiva e ir-responsable también quita sentido y energías al  conocimiento de la verdad. No es casualidad que la nuestra sea la época de las fake news, de las  supersticiones colectivas y las verdades pseudo-científicas. Es curioso que, en esta cultura del saber preciso, se difundan tantas tonterías cultas, que conducen a una vida de superstición. La vejez puede aprender de la sabiduría  irónica de Cohélet el arte de sacar a la luz el engaño oculto en el delirio de una verdad de la mente  desprovista de afectos por la justicia. ¡Los ancianos llenos de sabiduría y humor hacen mucho bien a los  jóvenes! Los salvan de la tentación de un conocimiento del mundo triste y sin sabiduría. Y los devuelven  a la promesa de Jesús: «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán  saciados» (Mt 5, 6). Tenemos una misi´ln muy grande en el mundo. Por favor, no buscar refugio en un idealismo sin raíces ni en las tonterías de la vida.

Sociedad del cansancio

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:  

Hoy meditamos sobre el pasaje del libro del Eclesiastés o Cohélet, en el que está la frase:  “todo es vanidad y correr tras el viento”, que nos previene del sinsentido que supone un conocimiento  separado de la justicia. Los ancianos que, después de haber experimentado tantas cosas en sus vidas,  son capaces de conservar intacta la pasión por la justicia, nos enseñan que aún hay esperanza para el  amor y para la fe, la que nos protege del desencanto.  

En nuestro mundo está presente el cinismo de la razón enloquecida e ideologizada, que se  basa solo en la “verdad científica”, sin sensibilidad ni moralidad, es decir, sin pasión por la justicia.  Esta razón cínica e irresponsable, paraliza el alma con la tentación de la omnipotencia del  saber. Nos hemos convertido en una sociedad del cansancio, pues el progreso y el bienestar carentes  de justicia nos han robado las energías para hacer el bien. Por eso, aunque la ciencia avance, la guerra  sigue causando estragos. En la antigüedad cristiana se daba a esta vanidad del conocimiento el nombre  de acedia. El libro del Eclesiastés nos enseña a desenmascarar el engaño encubierto de las

pseudo verdades de nuestra época, para poder adherir con entusiasmo a la Bienaventuranza que Jesús promete  a quienes no pierden nunca el hambre y la sed de la justicia. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Señor que nos preserve  del desencanto y nos conceda la sabiduría y el buen humor de los ancianos para no dejar nunca de  trabajar por la justicia. Dios los bendiga. Muchas gracias. 

Papa, en la audiencia
Papa, en la audiencia

Saludo en polaco

Saludo cordialmente a los polacos. Ayer celebramos la memoria de la Santísima Virgen María Auxiliadora. En nuestras oraciones le confiamos de manera especial el deseo de paz de Ucrania y del mundo entero. Que la Madre de Dios nos enseñe a ser solidarios con los que son probados por la tragedia de la guerra y a lograr la reconciliación de las naciones. Os bendigo cordialmente a todos.

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