"El que vive para explotar la naturaleza, termina por explotar a la gente y tratarla como esclava" El Papa propone la “revolución del cuidado” y denuncia que los 'cuidadores' a menudo “no reciben ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen”

Cuidadores
Cuidadores

"El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza"

"Leo en los periódicos que dos glaciares están a punto de caer. Será terrible. El nivel del mar crecerá y planteará mucho mal"

"Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente y cuidar a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos"

"El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza"

"Abusar de los ecosistemas es un grave pecado que daña y enferma"

"No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge"

"Nuestros hermanos y hermanas más pobres y nuestra madre tierra gimen por el daño y la injusticia que hemos causado y reclaman otro rumbo"

"El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente, tratando de conjugar los conocimientos ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea sostenible"

"Contemplar y cuidar: ambas actitudes muestran el camino para corregir y reequilibrar nuestra relación como seres humanos con la creación"

El Papa Francisco prosigue, en el marco del patio de San Dámaso, sus catequesis sobre la pandemia y sus consecuencias, deteniéndose hoy en lo que denominó “la revolución del cuidado”. A su juicio, para salir de la pandemia hay que implementar el cuidado y la contemplación. Por eso, invitó a cumplir “esta regla de oro”, que aporta “salud y esperanza” y denunció la situación de los 'ciudadores' que, a menudo, “no reciben ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen”. Y también recordó los atentados contra la casa común, como el de "los dos glaciares que están a punto de caer" y se unió al dolor por el asesinato del sacerdote Roberto Malgesini, a manos de uno de los necesitados que cuidaba.

Catequesis del Papa (Traducción no oficial)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Para salir de una pandemia, es necesario cuidarse y cuidarnos mutuamente. También debemos apoyar a quienes cuidan a los más débiles, a los enfermos y a los ancianos. Estas personas -bien definidas por el término español "cuidadores"- desempeñan un papel esencial en la sociedad actual, aunque a menudo no reciban ni el reconocimiento ni la remuneración que merecen. El cuidado es una regla de oro de nuestra humanidad y trae consigo salud y esperanza (cf. Enc. Laudato si [LS], 70). Cuidar a los abandonados es una riqueza humana y cristiana.

Papa, en la audiencia

Este cuidado abraza también a nuestra casa común: a la tierra y a cada una de sus criaturas. Todas las formas de vida están interconectadas (cf. ibid., 137-138), y nuestra salud depende de la de los ecosistemas que Dios ha creado y que nos ha encargado cuidar (cf. Gn 2, 15). Abusar de ellos, en cambio, es un grave pecado que daña y enferma (cf. LS, 8; 66). El mejor antídoto contra este abuso de nuestra casa común es la contemplación (cf. ibid., 85; 214). ¿Hay una vacuna para el cuidado de la casa común? El antídoto es la contemplación. "Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso." (ibíd., 215). Sin embargo, nuestro hogar común, la creación, no es un mero "recurso". Las criaturas tienen un valor en sí y "reflejan, cada una a su manera, un rayo de la sabiduría y de la bondad infinitas de Dios" (Catecismo de la Iglesia Católica, 339). Pero ese valor y ese rayo de luz divina hay que descubrirlo y, para hacerlo, necesitamos silencio, escucha y contemplación. Porque la contemplación también cura el alma.

Sin contemplación es fácil caer en un antropocentrismo desviado y soberbio que sobredimensiona nuestro papel de seres humanos y nos posiciona como dominadores absolutos de todas las criaturas. Una interpretación distorsionada de los textos bíblicos sobre la creación ha contribuido a esta visión equivocada, que lleva a explotar la tierra hasta el punto de asfixiarla. Explotar la creación es pecado. Creemos que estamos en el centro, pretendiendo que ocupamos el lugar de Dios; y así arruinamos la armonía de su diseño. Nos convertimos en depredadores, olvidando nuestra vocación de custodios de la vida. Naturalmente, podemos y debemos trabajar la tierra para vivir y desarrollarnos. Pero el trabajo no es sinónimo de explotación, y siempre va acompañado de cuidados: arar y proteger, trabajar y cuidar... Esta es nuestra misión (cf. Gn 2:15). No podemos esperar seguir creciendo a nivel material, sin cuidar la casa común que nos acoge. Nuestros hermanos y hermanas más pobres y nuestra madre tierra gimen por el daño y la injusticia que hemos causado y reclaman otro rumbo. Reclaman de nosotros una conversión, un cambio de camino y cuidar la tierra.

Audiencia

Es importante, pues, recuperar la dimensión contemplativa y mirar la tierra como un don. Cuando contemplamos, descubrimos en los demás y en la naturaleza algo mucho más grande que su utilidad. El contemplar noes explotar, es algo gratuito. Descubrimos el valor intrínseco de las cosas que les ha dado Dios. Como muchos maestros espirituales han enseñado, el cielo, la tierra, el mar, cada criatura posee esta capacidad icónica o mística para llevarnos de vuelta al Creador y a la comunión con la creación. Por ejemplo, San Ignacio de Loyola, al final de sus Ejercicios Espirituales, nos invita a la "Contemplación para alcanzar amor", es decir, a considerar cómo Dios mira a sus criaturas y a regocijarse con ellas; a descubrir la presencia de Dios en sus criaturas y, con libertad y gracia, a amarlas y cuidarlas.

La contemplación, que nos lleva a una actitud de cuidado, no es mirar a la naturaleza desde el exterior, como si no estuviéramos inmersos en ella. Formamos parte de ella. Se hace más bien desde dentro, reconociéndonos como parte de la creación, haciéndonos protagonistas y no meros espectadores de una realidad amorfa que solo serviría para explotaría. El que contempla de esta manera siente asombro no sólo por lo que ve, sino también porque se siente parte integral de esta belleza; y también se siente llamado a guardarla, a protegerla.

Hay algo que no debemos olvidar. El que no sabe contemplar la naturaleza no sabe contemplar a las personas. El que vive para explotar la naturaleza, termina por explotar a la gente y tratarla como esclava. Es una ley universal.

El que sabe contemplar, se pondrá más fácilmente manos a la obra para cambiar lo que produce degradación y daño a la salud. Se comprometerá a educar y a promover nuevos hábitos de producción y consumo, a contribuir a un nuevo modelo de crecimiento económico que garantice el respeto de la casa común. El contemplativo en acción tiende a convertirse en custodio del medio ambiente, tratando de conjugar los conocimientos ancestrales de las culturas milenarias con los nuevos conocimientos técnicos, para que nuestro estilo de vida sea sostenible.

Papa, en la audiencia

Contemplar y cuidar: ambas actitudes muestran el camino para corregir y reequilibrar nuestra relación como seres humanos con la creación. Muchas veces destruimos la creación y nos comportamos con ella como enemigos. No olvidemos que esto se paga caro, como dice el dicho español: Dios perdona siempre, nosotros, a veces, y la naturaleza, nunca”. Hoy leo en los periódicos que dos glaciares están a punto de caer. Será terrible. El nivel del mar crecerá y planteará mucho mal. ¿Por qué? Por el calentamiento global, por no cuidar la casa común. Los que siguen este camino se convierten en “custodios" de la casa común, custodios de la vida y de la esperanza. Custodian el patrimonio que Dios nos ha confiado para que las futuras generaciones puedan disfrutarlo. Pienso de manera especial en los pueblos indígenas, con los que todos tenemos una deuda de gratitud y de penitencia, para reparar el mal que le hicimos. Pero también pienso en aquellos movimientos, asociaciones y grupos populares, que se esfuerzan por proteger su territorio con sus valores naturales y culturales. Sin embargo, no siempre son apreciados e incluso, a veces, se les obstaculiza cuando, en realidad, contribuyen a una revolución pacífica, la "revolución del cuidado". Contemplar para cuidar y contemplar para custodiar y dejar una herencia a las futuras generaciones.

Ahora bien, no hay que delegar en algunos lo que es la tarea de todo ser humano. Cada uno de nosotros puede y debe convertirse en un "custodio de la casa común", capaz de alabar a Dios por sus criaturas, de contemplarlas y protegerlas.

Francisco en la audiencia

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:

Para salir de la pandemia es necesario que sigamos la regla de oro de nuestro ser “hombres y

mujeres”, que es el “cuidar”. Cuidarnos mutuamente entre nosotros, apoyar a los “cuidadores” de los más débiles, de los enfermos y de los ancianos, y cuidar asimismo nuestra casa común, recordando que la tierra y todas las creaturas pertenecen al Señor que las creó y que nos las encomendó para que las conservemos y protejamos.

Nosotros también somos parte de la creación, no somos sus dominadores absolutos, con la pretensión de querer ocupar el lugar de Dios, pensando que tenemos derecho a depredarla, explotarla y destruirla. En cambio, la misión que Él nos ha confiado es que seamos los custodios de esta casa común que nos acoge, y aprendamos a respetarla y a evitar que la sigan maltratando y arruinando.

Todo ha salido de las manos del Creador, que ha dejado su huella en cada creatura. El mejor antídoto para cuidar y proteger nuestra casa común de esos abusos es la contemplación. El mismo Señor nos invita a admirar maravillados y en silencio su obra, para poder reconocer en cada creatura el reflejo de su sabiduría y su bondad. Ser contemplativos nos lleva a ser responsables, con estilos de vida sostenibles que respeten y protejan la naturaleza, de la que también nosotros formamos parte.

Audiencia

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Pidamos al Señor Jesús que nos conceda ser contemplativos, para alabarlo por su obra creadora, que nos enseñe a ser respetuosos con nuestra casa común y a cuidarla con amor, para bien de todas las culturas y de las generaciones futuras. Que Dios los bendiga.

Saludo en italiano

Deseo recordar a Don Roberto Malgesini, sacerdote de la diócesis de Como que ayer fue asesinado por una persona necesitada que él mismo ayudaba. Una persona enferma mental. Me uno al dolor y a la oración de sus familiares y de su comunidad. Y, como dijo su obispo, 'entrego a Dios el testimonio de este testigo de la caridad hacia los más pobres'.Recemos en silencio por Don Roberto y por todos los sacerdotes, religiosos y religiosas y laicos que trabajan con los más descartados de la sociedad.

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