La amarga despedida del Vaticano del 'bello Giorgio' La segunda (¿y última?) mudanza de Gänswein

Gänswein con Francisco, cuando ejercía de prefecto de la Casa Pontificia
Gänswein con Francisco, cuando ejercía de prefecto de la Casa Pontificia

Siguiendo la máxima de San Ignacio de Loyola de no hacer mudanza en tiempo de tribulación, el jesuita papa Bergoglio se ha tomado un tiempo para decidir finalmente el destino de alguien que no le resulta particularmente grato y, además, no lo disimula, como queda reflejado en las páginas de esas memorias envenenadas, tituladas “Nada más que la verdad” (Desclée de Brouwer)

Se acabó la prórroga en el Vaticano para el antaño todopoderoso secretario de Benedicto XVI, el alemán Georg Gänswein (67 años). Seis meses después de la muerte de su protector y de la puñalada en forma de libro de memorias que le asestó al papa Francisco con el cadáver del Papa emérito todavía de cuerpo presente en la basílica de San Pedro, la Santa Sede despacha al ‘bello Giorgio’ con un comunicado de dos líneas que sólo difiere del que utilizaría una gran multinacional en que deja abonada la incertidumbre: “El 28 de febrero de 2023, S.E. Monseñor Georg Gänswein concluyó su cargo como Prefecto de la Casa Pontificia. El Santo Padre ha ordenado que el arzobispo Gänswein regrese a partir del 1 de julio, por el momento, a su diócesis de origen”, decía el texto remitido por la Sala Stampa el 15 de junio.

De esta manera, el papa Francisco se sitúa en la tradición de los anteriores pontífices que enviaron a los secretarios de sus antecesores a lugares fuera de Roma, aunque hay que reconocer que ninguno de ellos dio tantos quebraderos de cabeza como quien llegó desde la Selva Negra alemana al Vaticano de la mano del entonces cardenal Joseph Ratzinger, en 1995, y pasó a ser su secretario personal (y auténtica llave de acceso a él) cuando el llamado Panzerkardinal fue elegido papa en 2005.

La garganta profunda de los 'antiFrancisco'

El ‘George Cloney del Vaticano’, como también se le conocía por su porte, que le convirtió en icono gay en Italia, se fue transformando finalmente en la garganta profunda que filtraba y daba alas a los sectores críticos con Francisco desde el convento Mater Ecclesiae, a tiro de piedra de la residencia donde vive el pontífice argentino, y donde se había recluido Benedicto XVI tras su histórica renuncia en febrero de 2013, acosado por “los lobos” que en la Curia intuían “la falta de fuerzas”, como él mismo reconoció, para acometer las reformas que había comenzado, como la lucha contra los abusos sexuales que salpicaban a destacadas figuras y fundadores de movimientos o los escándalos financieros de una entidad que estaba en la lista negra por blanqueo de dinero y que acabó estallando con el caso Vatileaks, donde la culpa, como suele suceder, se la echaron al mayordomo.

El papa se reunió tres veces con  Gänswein
El papa se reunió tres veces con Gänswein

Siguiendo la máxima de San Ignacio de Loyola de no hacer mudanza en tiempo de tribulación, el jesuita papa Bergoglio se ha tomado un tiempo para decidir finalmente el destino de alguien que no le resulta particularmente grato y, además, no lo disimula, como queda reflejado en las páginas de esas memorias envenenadas, tituladas “Nada más que la verdad” (Desclée de Brouwer).

De hecho, en este medio año le ha recibido en audiencia privada en tres ocasiones: el 9 de enero, el 4 de marzo y el 19 de mayo. Sobre la mesa (además de reconvenirle por el libro, en donde enfrenta la figura de ambos papas cuando uno de ellos ya no está para verificar o desmentir y que reactivó con fuerza los ataques de los sectores más ultras contra Francisco), el destino final de quien seguía siendo prefecto de la Casa Pontificia, una especie de jefe de protocolo del Papa encargado de organizar y atender, entre otras cuestiones, las visitas de los dignatarios internacionales, lo que le daba acceso a información de primera mano.

“No vuelva al trabajo”

Lo era, en realidad, sobre el papel, porque en 2020 Francisco le dijo -como aquél cuenta en su libro-: “Usted sigue de prefecto, pero a partir de mañana no vuelva al trabajo". Fue también una forma muy jesuítica de sacárselo de encima justo después de que se publicara un libro donde Benedicto XVI firmaba con el ultraconservador Robert Sarah -cardenal de referencia para Santiago Abascal- un texto contrario a la ordenación sacerdotal de hombres casados, tema que había estado sobrevolando en las reflexiones del Sínodo sobre la Amazonía ante la falta de sacerdotes en aquellas vastas regiones. "De ahora en adelante quédese en casa. Acompañe a Benedicto, que le necesita, y haga de escudo", le espetó el Papa, con ese lenguaje que, sin poder afirmarlo, intuyes que te acaban de meter un rejonazo.

Gänswein besa el féretro de Benedicto XVI
Gänswein besa el féretro de Benedicto XVI EFE

Gänswein no quería marcharse de Roma. Recién mudado a su apartamento de 300 metros cuadrados desde el convento en el que convivió con su mentor, se postuló para trabajar en la Curia, en un alto cargo conforme a lo que entiende su dignidad y rango como arzobispo. No picó el argentino, que lo quería fuera de los muros vaticanos y le puso en bandeja alguna diócesis alemana donde, por otra parte, la mayoría de los obispos cruzaban los dedos para que no les cayese esa suerte.

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