(Flama).- En 1952, un año antes de que naciera Armand Puig , la parroquia de San Andrés de la Selva del Camp adquirió uno de los edificios más relevantes de esta población del Baix Camp, la Defensa Agraria, para hacer una escuela, que llevó el nombre de San Agustín. Allí llegó con siete años el actual presidente de la Agencia de la Santa Sede para la Valoración y la Promoción de la Calidad de las Universidades y Facultades Eclesiásticas (AVEPRO), tras pasar por los párvulos del Colegio San Rafael, hasta los diez años, cuando se marchó hacia el Seminario de Tarragona. Unos días antes del homenaje que recibirá el teólogo y biblista en el Ateneo Universitario Sant Pacià de Barcelona (el 29 de febrero), Flama convoca en este mismo espacio, ahora reconvertido en un café, a Salvador Domingo y Josep Maria Puig , amigo de niñez y hermano, respectivamente.
"Recuerdo que en este espacio [nos encontramos en un reservado del edificio] había tres salas separadas donde los alumnos éramos distribuidos por edades y recibíamos las lecciones de profesores laicos y de los vicarios que pasaban ", recuerda el también compañero de pupitre de Puig. Tres nombres pasan por la mente de Domingo: “Los primeros profesores que tuvimos fueron mosén Daniel , mosén Albert y mosén Joan [este último, cura del pueblo hasta el 2018]”. Aquellos dos chicos eran los más avanzados de su clase y, por eso, al tener que hacer la primera comunión, el cura los colocó en los primeros bancos del presbiterio de la iglesia (“podríamos decir que rivalizábamos por ser los mejores en cuestiones académicas”, bromea).
"Pero a Armand, a diferencia de otros niños, ya le veíamos cualidades en casa ", confirma su hermano pequeño. Josep Maria, que ha sido alcalde del municipio, afirma que " cogía un vaso y un pedazo de pan y, en un despacho de la rectoría, imitaba al sacerdote haciendo misas". El resto de niños observaban la escena con naturalidad y accedían a convertirse en sus particulares monaguillos. “También íbamos a menudo al Huerto de los Hierros , la casa de nuestros abuelos paternos, donde nos pasábamos horas jugando, ya la de los otros abuelos, los maternos, para seguir los partidos de tenis en su primer televisor”, subraya Josep Maria Puig. "Como todos, jugábamos a ser futbolistas del Barça -toma la palabra Domingo-, pero él estaba más centrado en los estudios".
Una anécdota sobre sus altas capacidades intelectuales se reflejó en unas colonias en Siurana, cerca de la Selva del Camp. “Para ir, teníamos que preparar un trabajo previamente sobre el espacio y los planetas, y Armand hizo un proyecto que dejó a los profesores sin palabras ”, reconoce Salvador. “Eran los tiempos en los que Estados Unidos y Rusia se disputaban realizar el primer viaje a la Luna”, añade. El viaje de Armand Puig, por su parte, se inició unos años después; en este caso, en el seminario.
“Patía de sonambulismo y le hacían dormir solo”
Los viajes al seminario permitían a la familia Puig Tàrrech de establecer un mínimo contacto con su hijo mayor, que se pasaba meses enteros sin tener mucho contacto con el pueblo. "Cuando tenía que ir, después de unos días de descanso, lo hacía con el tren, pero también fue alguna vez con el Biscúter del tío Ramon ", explica Josep Maria. Un trayecto, este último, que condicionaba a los pasajeros de este microcoche cuando había que atravesar alguna pendiente: “Entonces, teníamos que bajar del coche, cargado con las maletas que llevaba Armand, para que no se detuviera; unos metros más allá, volvíamos a subir y retomábamos el recorrido”.
El ex decano de la Facultad de Teología de Cataluña se movía como pez en el agua en aquel nuevo entorno. “Patía de sonambulismo y alguna vez le hicieron dormir solo en una habitación para no asustar a sus compañeros”, recuerda su hermano. Más adelante, el contacto con su tierra nativa se mantuvo de forma estrecha, creando un grupo de folk y convirtiéndose en el director musical de la representación de la Asunción de Madona Santa María de la Selva del Camp. El pueblo fue escenario de la redacción de la Biblia Catalana Interconfesional (“recuerdo que cocinábamos las comidas de todos los biblistas que venían”, asegura Puig) y, en la actualidad, es donde se refugia, cuando vuelve de Roma, un Armand Puig "que siempre ha sido más de letras que de recibir títulos", acaba Josep Maria. "Nunca lo veremos como cardenal".