"La minería ilegal está diezmando el corazón de la Amazonía y el corazón también de la humanidad" Cardenal Barreto: "El cambio climático es algo que realmente nos preocupa. Está afectando a toda la humanidad"

Cardenal Barreto
Cardenal Barreto

En la actualidad el cardenal Barreto es Obispo emérito de la ciudad de Huancayo, en Junín, Perú, y es el presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, que comprende todo el bioma Amazónico

"Lo más característico para mí de la espiritualidad ignaciana, de San Ignacio de Loyola, es servir a Cristo y servir a la Iglesia, ahí donde la Iglesia me necesite. Y esto es lo que estoy haciendo hasta el final de mi vida con la gracia de Dios"

"No puede haber paz en el mundo en el mundo si las religiones no somos capaces de articular los esfuerzos para que desde diversas perspectivas religiosas nos podamos unir para bien de la humanidad"

"Los obispos somos los responsables de animar esta espiritualidad sinodal de caminar juntos, escuchando a Dios, escuchando el grito de los pobres y escuchando el clamor de la tierra"

El cardenal de la iglesia católica Pedro Barreto Jimeno S.J., es un activo colaborador del papa Francisco. Ambos, aparte de ser Jesuitas, poseen una relación personal y laboral, basada en el compromiso con la justicia social, la defensa del medio ambiente y la opción preferencial por los pobres.

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El vicario de Cristo le ha brindado su confianza al haberlo designado como miembro de organismos vaticanos. Es así que ha participado en el Consejo de Cardenales y en los debates sobre la reforma de la Curia romana. En el Sínodo de los Obispos desempeñó un papel clave en la preparación y desarrollo del Sínodo de la Amazonía en el año 2019.

En la actualidad el cardenal Barreto es Obispo emérito de la ciudad de Huancayo, en Junín, Perú, y es el presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía, que comprende todo el bioma Amazónico, el cual abarca a nueve países y es considerado esencial para la salud del planeta.

Centro de Lima
Centro de Lima

-¿Qué momento o experiencia en su vida definió su vocación religiosa?

En primer lugar, debo indicar que es todo un proceso de crecimiento en la conciencia de la llamada que el Señor me hizo.

Yo nací en el centro de Lima, donde pocos árboles había. Justo en el centro de Lima. Y estando en el Colegio de la Inmaculada de los padres jesuitas pude conocer, por primera vez, algunos hermanos indígenas Awajún Wampis del nororiente peruano. Me llamaron mucho la atención los jesuitas que trabajaban en ese tiempo con ellos en el en el vicariato apostólico San Francisco Javier. Tuve la experiencia de sentir algo muy especial, no podía entender qué, pero había algo ahí que comenzó. Esta chispa que fue transformándose en un fuego de aceptar que mi vocación, la llamada que el Señor me hace es servir a nuestros hermanos indígenas de la Amazonía.

Creo que este es el primer momento que yo doy gracias a Dios porque ahora, casi al final de mi vida, estoy como presidente de la Conferencia Eclesial de la Amazonía (CEAMA), que es la primera conferencia eclesial de todos los bautizados en la iglesia, nuestro pueblo santo y fiel de Dios, donde hay obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, uno de ellos indígenas, participando activamente en esta conferencia eclesial.

-¿Por qué eligió a la Compañía de Jesús y cómo influye la espiritualidad ignaciana en su servicio a la iglesia?

-Es una pregunta que me parece muy importante porque yo nací en el centro de Lima, a una cuadra de la parroquia de san Pedro, donde estaban los padres jesuitas. Me bautizó un jesuita. Desde los seis años estuve estudiando en un colegio de los jesuitas y, por tanto, terminé mis estudios secundarios y cuando sentí esta experiencia de la llamada de Dios, no había otra alternativa; el margen de libertad que me dejó Dios era muy poco. Era, como dice Ignacio, una gracia de primer tiempo, es decir, que no podía dudar de que el Señor me llamaba a ser jesuita.

Y lo más característico para mí de la espiritualidad ignaciana, de San Ignacio de Loyola, es servir a Cristo y servir a la Iglesia, ahí donde la Iglesia me necesite. Y esto es lo que estoy haciendo hasta el final de mi vida con la gracia de Dios.

Asamblea Eclesial
Asamblea Eclesial

-¿Cómo han influido sus raíces peruanas y latinoamericanas en su visión y el ejercicio de su ministerio?

Creo que es muy importante reconocer con humildad, pero al mismo tiempo con mucha claridad, que la Iglesia en América Latina ha tenido la agilidad espiritual, pastoral, para aplicar las orientaciones del Concilio Vaticano II.

Recordemos que tres años después de estar celebrando este acontecimiento fundamental que es el Concilio Vaticano II, en 1968 se realizó la segunda Conferencia Episcopal Latinoamericana en la ciudad de Medellín, en Colombia, donde por primera vez el Papa Paulo VI estuvo presente.

A lo largo de esta historia de la Iglesia latinoamericana, fue desarrollándose un esfuerzo muy grande de renovación de la Iglesia. Y yo tuve la oportunidad de participar en la V Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en Aparecida, donde el Papa Benedicto XVI, en su alocución inicial, ponía dos cosas muy claras: la centralidad de la Palabra de Dios en la evangelización y la opción preferencial por los pobres que está implícita en la fe cristológica.

Estos dos aspectos resumieron muy bien el esfuerzo que la Iglesia en América Latina hiciera.  A lo largo de esta historia de la Iglesia latinoamericana fue desarrollando un esfuerzo muy grande de renovación de la Iglesia latinoamericana. Y uno de los aspectos que se resaltó en Aparecida fue precisamente la evangelización en la Amazonía. Y esto volvió a indicarme a mí esta motivación inicial, que he compartido, desde aquel encuentro de joven con nuestros hermanos Awajun Wampis, que representaba, también a todos los pueblos originarios que vivían en la Amazonía.

-El Perú, como otros países latinoamericanos, es diverso en culturas y creencias. ¿Desde su experiencia, cómo se podría promover el diálogo interreligioso sin perder la identidad católica?

-En realidad, el Papa Francisco es fruto de este proceso de renovación que Aparecida, el documento de Aparecida, nos motivaba de esta centralidad de Cristo y de este servicio a la humanidad desde la evangelización integral a la que somos llamados. Y por tanto, creo yo que es muy necesario el diálogo entre las religiones. No puede haber paz en el mundo en el mundo si las religiones no somos capaces de articular los esfuerzos para que desde diversas perspectivas religiosas nos podamos unir para bien de la humanidad.

Creo que aquí está el signo de credibilidad. Si las religiones, de aquellos que creemos en un ser trascendente, un ser que nos ha dado la vida, que ha creado nuestra casa común, no nos unen, ¿cómo vamos a ser auténticos seguidores de ese Dios que une en una sola familia?

Aparecida
Aparecida

-¿En qué temas sociales debería la Iglesia trabajar más estrechamente con los gobiernos?

-La doctrina social de la Iglesia que brota del Evangelio de Jesucristo nos pone, de manera muy especial, en una preocupación muy, muy seria con respecto a la familia.

La familia es la base de la sociedad. Este amor, yo diría de Dios, manifestado en un sacramento, el sacramento del matrimonio, tiene que reforzarse mucho más. Definitivamente, el Papa Francisco, al convocar un sínodo sobre la familia nos ayudó muchísimo a tener en cuenta esta responsabilidad que tenemos todos, especialmente los laicos, de vivir su llamada, la llamada de Dios a conformar un hogar donde la experiencia de fraternidad, de comunión, de participación en la única misión de Jesús, tiene que estar muy presente.

En segundo lugar, el cuidado de la persona humana. Todos somos hermanos y hermanas. Y el Papa Francisco nos ha regalado esta encíclica, Fratelli tutti, Hermanos todos. Y esto significa que tenemos que caminar juntos en la historia, abrazados en esta comunión, en la diversidad que podamos tener desde el punto de vista cultural, social, porque todos somos parte de la única familia humana.

Y un tercer aspecto, que es importante, es el cuidar nuestra casa común. La Laudato si', esta encíclica programática también, al igual que La alegría del Evangelio, nos hace tomar conciencia de esta centralidad de Cristo como fundamento de nuestra alegría y nuestra esperanza, y necesariamente exige que cada uno de nosotros cuidar nuestro entorno natural.

El cambio climático es algo que realmente nos preocupa. Está afectando a toda la humanidad. Esta es, yo diría, la gran tarea que debemos hacer como Iglesia.

Amazonia
Amazonia

-¿Qué avances concretos ha visto en la protección del territorio amazónico y sus poblaciones y qué desafíos persisten?

-Bueno, la Amazonía, que tiene más de siete millones de kilómetros cuadrados, que es un bioma que no solamente beneficia a la región, sino también a la humanidad porque regula el clima del mundo, ha sufrido, yo diría, históricamente, las laceraciones del apetito voraz e irracional de la codicia de las personas. Los caucheros, por ejemplo. En la época del caucho se diezmaron los pueblos originarios que, como dice el Papa Francisco, son los guardianes de la naturaleza.

Creo que es muy importante que la Iglesia, desde el 2014, tenga una red eclesial pan-amazónica más allá de las fronteras nacionales. Y desde el 2020, unos meses después de haberse realizado el sínodo sobre la Amazonía, se creado la Conferencia Eclesial de la Amazonía que tengo el privilegio de presidir, juntamente con otros hermanos y hermanas.

Esta Conferencia Eclesial de la Amazonía está muy unida a la red eclesial que está presente, de manera muy especial, en el territorio. La Conferencia Eclesial de la Amazonía, la CEAMA, promueve la sinodalidad, el caminar juntos en defensa de la vida, de los derechos humanos y también del anuncio del Evangelio a aquellos que realmente han sido postergados, descartados de la sociedad. Esta es nuestra misión.

El gran desafío que tenemos como Iglesia en la Amazonía es este, yo diría, huaico de propuestas de deforestación y de uso irracional e indiscriminado de los recursos naturales que están presentes en la Amazonía.

La minería ilegal está diezmando el corazón de la Amazonía y el corazón también de la humanidad.

Minería
Minería

-El Papa ha plateado e insiste en una Iglesia sinodal. ¿Cómo debemos entender los fieles católicos  la sinodalidad?

La palabra sínodo está en el corazón del Concilio Vaticano II. san Juan Pablo II continuó esta propuesta de san Pablo VI al crear el sínodo de obispos. El sínodo de obispos es el sínodo de la humanidad. El sínodo significa caminar juntos, buscando la voluntad de Dios.

El Papa Francisco ha convocado en dos sesiones, 2023 y 2024, un sínodo sobre la sinodalidad. La sinodalidad es buscar cómo, desde la diversidad cultural y social, todos los bautizados y bautizadas caminamos en conjunto con Dios en la persona de Cristo, guiados por el Espíritu Santo.

Los obispos somos los responsables de animar esta espiritualidad sinodal de caminar juntos, escuchando a Dios, escuchando el grito de los pobres y escuchando el clamor de la tierra. Pero todos estamos llamados a participar juntos en esta maravillosa peregrinación que hacemos a Dios. Porque venimos de Dios y volvemos a Dios, como nos lo dice el mismo Jesús.

Creo que es muy importante esta espiritualidad sinodal que desde la realidad nos dice que caminemos juntos, que depongamos todo aquello que nos separa y busquemos lo mucho que nos une cuidando la vida, dignificando a la persona creada imagen y semejanza de Dios y cuidando nuestra casa común.

-¿Qué consejos podría darnos a los laicos para vivir y comprometernos activamente en la sinodalidad?

-Más que darles consejos les pido que sean conscientes de que hoy es la hora de los laicos.

Los laicos, dice expresamente el Concilio Vaticano II, están llamados a la transformación de la sociedad. Desde la familia y desde el mundo del trabajo, son los instrumentos de Dios para santificar la vida en sociedad. Esta es la gran llamada que el Señor hace a través del Concilio Vaticano II y a través también de la Doctrina Social de la Iglesia.

-¿Qué opina sobre los desafíos al interior de la Iglesia, como los casos de abusos y la necesidad de transparencia? ¿Cómo se pueden abordar estos temas para recuperar la confianza de la gente?

-Es muy doloroso ponerse en lugar de aquellos que han sido víctimas de los abusos de miembros de la Iglesia, personas que se suponía fueron llamadas a dar testimonio de lo que Jesús quería, como el respeto irrestricto a los derechos humanos, el respeto a la vida.

Ante los abusos, la Iglesia católica tiene todavía un desafío muy fuerte que realizar. ¿Y por qué? Porque el papa Francisco y antes también Benedicto XVI, hicieron el esfuerzo de poder ser transparentes ante esta lacra del pecado que entró en la Iglesia y tenemos que reconocerlo con humildad.

Somos pecadores. La Iglesia es pecadora pero al mismo tiempo es santa porque es Jesucristo su fundamento. Y en este camino que estamos realizando, somos conscientes de que aún nos falta mucho para ser transparentes, para ser sinceros, para buscar la verdad. Y, por tanto, tenemos que ayudarnos mutuamente a conseguirlo y ayudar al papa Francisco para que siga caminando con transparencia rindiendo cuentas de todo lo que hacemos, porque ante Dios no podemos engañar.

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-El mundo ya era complejo y parece haberse complicado mucho más con las guerras y las nuevas políticas agresivas de las potencias mundiales…

En el tiempo de Jesús también había mucha complejidad en la política y en la sociedad. Y yo estoy convencido que la raíz de la división, de las guerras y de la violencia es el pecado, que se llama 'egoísmo' y que hace que caigamos en esta grave tentación de creernos el centro de la humanidad, el centro del mundo. De querer apropiarnos de las riquezas naturales y también de la dignidad de países, de pueblos. Las guerras están ahí, en el corazón del hombre, por esa maldad que está enquistada en cada uno de nosotros.

¿Qué hacer ante esta situación? Decirle a los jóvenes que tienen en sus manos el crear una nueva sociedad. Nosotros, tal vez con limitaciones, hemos hecho ese esfuerzo. Pero el poder del mal ha sido vencido por la gracia de la resurrección de Cristo. Esta es nuestra esperanza. Por algo el papa Francisco ha convocado en este 2025 un Jubileo de la Esperanza, 'Peregrinos de la esperanza'. Y el peregrinaje no es simplemente un paseo o un turismo, sino un lugar del encuentro con Dios, del encuentro con los hermanos y de un encuentro, también, admirado de la maravilla de la creación, aún cuando haya tantos signos de muerte y de destrucción.

La esperanza nunca puede dejar de estar presente en el corazón de un creyente. Un creyente confía no en sí mismo, sino en ese Dios que se ha hecho hombre en la persona de Jesucristo quien, a su vez, nos ha donado al Espíritu Santo que camina con nosotros.

-En los años 80 usted conoció al padre Jorge Mario Bergoglio cuando, siendo el Provincial (superior) de la orden Jesuita en la Argentina, lo llevó a conocer el barrio porteño de Flores en el que su madre vivió hasta los nueve años de edad.

¿Qué reflexión podría darnos del papa Francisco como ser humano y cabeza de la Iglesia universal? ¿Podría contarnos alguna anécdota que tenga presente con él?

-Sí, efectivamente, en 1980 yo era un joven jesuita que acababa de hacer la Tercera probación, que llamamos, y dentro de la cual experimentamos también el mes de los ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola. Fue precisamente el padre Miguel Ángel Fiorito quien nos acompañó en la experiencia y por eso pude ir con otro compañero jesuita a Buenos Aires en 1980, donde pude conocer al padre Jorge Mario Bergoglio, que acababa de ser elegido superior provincial. Recuerdo la amabilidad con que me recibió y, de manera muy especial cuando le dije que mi madre, hija de españoles, vivió hasta los 9 años en el barrio Flores. Él mismo se ofreció para llevarme a conocer el lugar donde mi madre pasó los primeros años de su vida.

Yo considero que el papa Francisco, después de casi 40 años que yo lo había visto, es un papa transformado. Es como cuando uno tiene una fotografía de hace 30, 40 años y la ve ahora, en el 2025: ha habido un camino que ha recorrido. Y yo estoy agradecido a Dios porque veo en el papa Francisco un hombre honesto, consecuente, donde en primer lugar está la persona de Cristo y su amor por la Iglesia. Que es, en resumen, lo que Ignacio de Loyola, el fundador de los jesuitas, pedía. Amar a Cristo con todo nuestro corazón, con toda nuestra alma y amar a la Iglesia que es nuestra madre.

Pero el amor tiene que ponerse en obra. Y ahí yo estoy tocando un lema, porque cuando el Papa San Juan Pablo II me nombró obispo del vicariato apostólico de Jaén, donde también estaban los hermanos indígenas amazónicas, tomé como lema 'en todo amar y servir'.

Por tanto, yo doy gracias a Dios porque el papa Francisco es una vida entregada hasta el final de su vida. Que el Señor nos lo conserve y que su legado sea también un anticipo de buscar siempre la mayor gloria de Dios.

Vaticano
Vaticano

-¿Qué opinión le merece los cambios que el papa Francisco ha ido realizando en la Iglesia en estos doce años de papado?

En realidad, yo precisaría que los cambios han venido del Concilio Vaticano II. Este año 2025, estamos cumpliendo 60 años de la culminación de este evento eclesial inspirado por el Espíritu Santo a san Juan XXIII que unido a san Pablo VI, dos grandes santos, impulsaron este proceso de renovación.

Yo diría que el papa Francisco, al igual que san Juan Pablo II y el papa Benedicto XVI, lo único que han hecho es poner en práctica estas orientaciones del Concilio Vaticano II. Y aquí volvemos a la lozanía y sencillez de san Juan XXIII, un papa que, aparentemente, desde el punto de vista humano iba a ser como una especie de puente que no iba a crear muchos problemas, y a los pocos días él mismo convoca el Concilio Vaticano II como una inspiración del Espíritu Santo.

Por tanto, podríamos decir que los cambios que nosotros estamos experimentando a raíz de las decisiones que el papa Francisco está asumiendo son precisamente fruto de esta corriente espiritual sinodal del Concilio Vaticano II.

Añadiría, para entender bien esta respuesta, que el río Amazonas es muy grande, muy ancho. Y aparentemente no se mueve el agua. Pero debajo hay una corriente tan fuerte que podemos decir que es, para nosotros, la renovación de la Iglesia impulsado por el Espíritu Santo. Que estos cambios nos ayuden a vivir con alegría y con esperanza nuestra vida cristiana.

-Esperamos y pedimos en oración que el santo padre Francisco permanezca conduciendo la barca de Pedro por muchos años más. ¿Cuál cree que será su legado?

-El Papa Francisco, a sus 88 años, lleva una vida intensa. Incluso ahora, con las limitaciones físicas, está realizando sus viajes apostólicos y su entrega total a Cristo y a la Iglesia. Yo diría que es un regalo muy grande para la Iglesia Universal y para la Iglesia también de América Latina.

Papa Francisco
Papa Francisco

Sabemos que él es el 266 sucesor del apóstol Pedro y el primer papa latinoamericano. Él, desde el primer momento, puso en la conciencia de la sociedad el problema de los migrantes. Su primer viaje fuera de Roma fue a Lampedusa; recordemos esto. El tema de los migrantes es un tema que nos remite a Jesús, que también fue un migrante y es algo que nos está demostrando que los migrantes son el rostro especial de Jesús. La humanidad es dueña del mundo. La humanidad no tiene ni debe tener fronteras. Dios nos creó con esta diversidad cultural, pero también al mismo tiempo con esta unidad en la humanidad.

El otro aspecto que me parece muy importante, es toda la cuestión del cuidado de nuestra casa común. El papa Francisco insiste en esto. Recordemos como él, en plena pandemia, asumía también esta fortaleza de la esperanza que Jesús nos da. Por tanto, tenemos que ser conscientes de que todos somos hermanos y hermanas, de que todo está interconectado y de nuestra responsabilidad de dejar un mundo mejor para los niños y para las generaciones que vengan.

-El Papa Francisco tiene, lamentablemente, muchos detractores en su pontificado. ¿Qué mensaje podría darles a aquellas personas que siguen a la Iglesia y que a veces son engañadas con noticias falsas en los medios y particularmente en la redes sociales?

-Bueno, primero tendré la referencia de Jesús. A Jesús también lo criticaron y con mucha fuerza. Algunos le decían que era borracho, que era comilón, que era amigo de publicanos y de prostitutas. Eran las críticas que le hacían a Jesús. Y por tanto no deben llamarnos la atención estas críticas destructivas, desde el punto de vista social y desde el punto de vista humano. Aquel que quiera seguir a Jesús tiene que cargar su cruz, la cruz de los insultos y de las mentiras.

Es muy importante reconocer con mucho dolor que, a veces, las críticas que están dentro de mis hermanos cardenales, de arzobispos, de laicos, de religiosos, religiosas…, que se dicen católicos, pero que critican directamente a las autoridades de la Iglesia, especialmente al Papa Francisco.

Yo diría que, con el texto de Marcos 9, 40, cuando Jesús les dice a los discípulos: "los que no están con nosotros están a favor de nosotros. Los que no nos critican están a favor de nosotros".

Creo que la gran mayoría de la humanidad, creyentes y no creyentes, está con el papa Francisco y está con esta Iglesia humilde y pecadora, pero al mismo tiempo valiente y con coraje de reconocer nuestro pecado, renovar nuestra humanidad y nuestra Iglesia.

-¿Hay algún santo que lo inspire y acompañe especialmente en su ministerio? ¿Por qué?

-Bueno, para mí Ignacio de Loyola, fundador de los Jesuitas, siempre ha sido fuente de inspiración porque él tenía en su juventud un ansia muy grande de poder, de relucir su vida y sus cualidades, y estaba muy apegado a sí mismo, muy encerrado en su pequeño mundo. Y es una bombarda la que lo hace cambiar.

Para mí, la muerte de mi padre, -a los 14 años de edad yo era el segundo de seis hermanos, con un hermanito de un año y medio- fue como la bombarda que de alguna manera me hizo reaccionar, en primer lugar contra Dios, preguntando por qué: por qué ha sucedido esta pérdida de nuestro padre en un momento importante de nuestra vida.

San Ignacio de Loyola
San Ignacio de Loyola

Este por qué, después se transformó en el para qué. Y el para qué era el para qué de la vida. Y el para qué era precisamente para mirar la vida no desde mi dolor, sino desde el dolor y la exclusión de los demás. A partir de ahí, san Ignacio de Loyola es para mí fuente de inspiración y de compromiso.

Lógicamente, Rosa de Lima, Martín de Porres, los santos peruanos, son fundamentalmente dos inspiraciones. La intimidad espiritual y el compromiso con los pobres tanto de Rosa de Lima, como de Martín de Porres.

-¿Qué mensaje le gustaría dejar a los fieles para inspirarlos en su caminar diario?

-Esperanza. La esperanza que no defrauda, como dice san Pablo, que es lo que repite el papa Francisco. Este camino que desarrollamos juntos en este peregrinaje en la historia, nos hace relativizar las cosas que nos preocupan hoy, para saber que nuestra vida -como me decía una ancianita en los albores de mi sacerdocio, al poco tiempo de ser ordenado- nuestra vida es prestadita por Dios. Dios nos ha prestado la vida para hacer el bien, no el mal. Y esta es, yo diría, para mí, la mejor manera de darles un mensaje que yo mismo me lo aplico. Servir por amor y amar sirviendo.

-¿Podría darnos su bendición?

-Con mucho gusto. Que Dios Todopoderoso nos bendiga, nos guarde de todo mal en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Bendición
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