"La envidia y la acedia están haciendo mucho daño en nuestras comunidades" Gemma Morató : "La vida religiosa le puede aportar al mundo actual el gustillo de algo que llena tanto que es para toda la vida"
“Curar (y cambiar) la Vida Consagrada. Una apuesta por la “dimensión amorosa” de la vida fraterna en comunidad” de Sor Gemma Morató i Sendra
"A mis alumnos de diferentes nacionalidades los alerto de esta cuestión que puede llevarlos a sentirse, por la manera como los tratan o como se sitúan en su país, de que tienen un estatus más alto o perfecto"
"Solteronas y, ¡solterones que también los puede haber! No me preocupa tanto si nos ven así sino si nos volvemos realmente esto"
"La generación tapón son aquellos religiosos/as que viven como si fueran la última generación y detrás de ellos nada. Aquello de 'después de mí, el diluvio'. Por tanto, siguen asumiendo, a veces en modo víctima, lugares de responsabilidad, no desean cambios, no escuchan, dicen que dialogan, pero es un simple simulacro, no dejan paso"
"Solteronas y, ¡solterones que también los puede haber! No me preocupa tanto si nos ven así sino si nos volvemos realmente esto"
"La generación tapón son aquellos religiosos/as que viven como si fueran la última generación y detrás de ellos nada. Aquello de 'después de mí, el diluvio'. Por tanto, siguen asumiendo, a veces en modo víctima, lugares de responsabilidad, no desean cambios, no escuchan, dicen que dialogan, pero es un simple simulacro, no dejan paso"
El pasado 7 de febrero se presentó en Barcelona el libro “Curar (y cambiar) la Vida Consagrada. Una apuesta por la “dimensión amorosa” de la vida fraterna en comunidad” de Sor Gemma Morató i Sendra, Dominica de la Presentación, periodista, teóloga y experta en Teología de la Vida Consagrada. La acompañaron el P. Juanjo Moré, delegado diocesano para la Vida Consagrada del arzobispado de Barcelona, y el P. Francisco Javier Caballero, superior provincial de los Redentoristas y director de la Editorial Perpetuo Socorro.
En esta entrevista exclusiva con RD, la religiosa reivindica las tesis de su libro. Por ejemplo, que los/las religiosas están llamados a ser "profetas en este mundo tan lleno de vacíos, pero con tantos valores"; que no pueden sentirse superiores a los laicos; que se sienten orgullosos de romper con la tiranía de lo provisional: "Le podemos aportar al mundo actual el gustillo de algo que llena tanto que es para toda la vida". Y, por supuesto, que, como decía santo Tomás "más vale iluminar que brillar".
Reconoce que, a veces, las monjas pueden convertirse en "solteronas" y que "la envidia y la acedia están haciendo mucho daño" en las comunidades religiosas, asi como la "generación T" o generación tapón. "Es un grupo de religiosos de la generación que vivió profundamente el postconcilio, que experimentaron tiempos eclesiales únicos, pero viven como si fueran la última generación y detrás de ellos nada. Aquello de 'después de mí, el diluvio'. Por tanto, siguen asumiendo, a veces en modo víctima, lugares de responsabilidad, no desean cambios, no escuchan, dicen que dialogan, pero es un simple simulacro, no dejan paso".
-Las tiritas de la portada de tu libro llaman la atención, pero hacen pensar en que las heridas de la vida consagrada son pequeñas y tiene fácil curación.
-¡Jaja! Bueno creo que es una manera simpática de caer en la cuenta de que mientras “hay vida hay esperanza” y que si realmente hay algo para sanar es que la vida sigue fluyendo. Como afirmo en el libro “si hay algo que curar es que aún hay vida, y muchas veces vida en abundancia”.
Hay heridas, situaciones que tendrían fácil curación si cambiamos un poco los parámetros, por eso insisto tanto en la comunicación y el diálogo en el libro. Si no somos capaces de expresar cómo nos sentimos, es muy difícil construir comunidad. Evidentemente se requiere la escucha por parte del otro u otros, elemento imprescindible y no siempre presente.
Tampoco soy ilusa y sé que hay heridas hondas o con mucho pus y una tirita no sirve, pero si se van reconociendo éstas y se buscan espacios de sanación se inicia todo un camino bueno y reconciliador especialmente para la propia persona.
-¿Cómo ser "profetas en este mundo tan lleno de vacíos, pero con tantos valores", como escribes?
-Pues siendo y estando con la gente. Teniendo las puertas abiertas, sin grandes pretensiones, estar dispuestos a escuchar, a transmitir la alegría de Aquél de quien nos hemos fiado y que pasa por la cruz, pero la vence. A veces los caminos no son fáciles, ni se entienden, pero si la gente nos ve convencidos, aun con nuestros sufrimientos, pero dejando traslucir algo que va más allá porqué sabemos de Quien nos hemos fiado, estamos abriendo caminos que pueden inspirar a otros. Como decía Santo Tomás más vale iluminar que brillar.
-¿Todavía pretende la vida religiosa vivir una vida más perfecta que la de los 'simples' laicos?
-¡Ay no! Ni pensarlo, aunque muchas veces a mis alumnos de diferentes nacionalidades los alerto de esta cuestión que puede llevarlos a sentirse, por la manera como los tratan o como se sitúan en su país, de que tienen un estatus más alto o perfecto. Creo que aquí en España si alguien aún lo piensa está muy fuera del mundo y del querer de la Iglesia (y todavía hay algún instituto presente en nuestro país que hace diferencias y eso es muy peligroso). Como decía, la idea de más perfección persiste en algunos países y culturas y debe ser superada ahondando en los ricos documentos generados a raíz del Concilio Vaticano II. Eso no quita que tenemos una vocación específica que debemos cuidar con esmero, pues quizás tanta disolución en la masa nos ha hecho perder cuál es la llamada a la que respondimos un día pasando a formar parte de un carisma específico. Por su parte, el laico tiene su vocación, su camino y sus retos, claves para la Iglesia de hoy y para ser verdaderamente Iglesia sinodal.
-¿Es difícil ofrecer a los jóvenes, que viven inmersos en la cultura de la temporalidad y de la provisionalidad, una vida religiosa que es para siempre?
-Pues sí. Incluso en algunos foros de diálogo se han hecho preguntas de si la vida religiosa podría ser para un tiempo, una temporada, unos años. Creo que debe seguirse enfocando para toda la vida, sabiendo que a veces no sucede así, pero justamente debemos dar testimonio de vida entregada y comprometida al Señor para siempre, no sólo a causas o misiones, sino de vida fraterna en comunidad.
Al mundo actual lleno de provisionalidad, de tantos inicios y finales, como expone Zygmunt Bauman y explico en el libro, le podemos aportar el gustillo de algo que llena tanto que es para toda la vida y que evidentemente no está exento de dificultades, pero sé que estoy en el lugar donde el Señor me quiere y libremente le digo sí, aunque en ocasiones haya que luchar contra viento y marea, como en tantas opciones fundamentales si son verdaderas.
-¿Corréis el riesgo de que los/as jóvenes os vean como 'solteronas' con una vida que no atrae?
-Solteronas y, ¡solterones que también los puede haber! No me preocupa tanto si nos ven así sino si nos volvemos realmente esto. Hay que cuidar la vida religiosa, no perdiendo el centro, Jesucristo, siendo flexibles y muy abiertos al Espíritu. Es tiempo del Espíritu y nadie que se deje llevar por Él se verá como un solterón en el sentido más terrible del término.
Pero hay que pulir, “cambiar” tal como dice el título del libro, ciertas cuestiones: simplificar estructuras, apostar por el diálogo, ser detallistas, generar comunidades felices…
-¿La intercongregacionalidad es una salida para la cada vez mayor falta de vocaciones a la vida religiosa en España?
-A veces me da miedo hablar de “salidas” en sentido de “no hay otro remedio”. Ya existen caminos emprendidos, experiencias hechas, tanto de vida comunitaria como, sobre todo, de misiones compartidas. Lo importante es trabajar en Iglesia y sabernos ayudar y hacer esfuerzos comunes.
Hay que hacerlo bien hecho para que nadie sienta que su carisma se pierde o es menospreciado; defiendo mucho el sentido de pertenencia y la riqueza que conllevan dichos carismas para la misma Iglesia, como manera de encontrar el zapato que nos conviene.
Estamos muy apegados a lo nuestro y a mucha honra, pero habrá que trabajar acercamientos reales, posibles, con empatía, con mucho tacto para que no perdamos energías inútiles que se necesitan para hacer Iglesia y sobre todo para ser testimonio de la verdadera manera de vivir, la de Jesús.
-¿Existen la envidia y la acedia en las comunidades religiosas de una forma significativa?
-Y tanto que existen, como en todo grupo humano, mal nos pese. Las dos han hecho y están haciendo mucho daño, y hay quien se ríe de que el problema de muchos de nuestros males sean estas actitudes, pero lo son, y en una vida comunitaria esto desgasta muchísimo. En el libro abundo en la cuestión sin rodeos, pues apenas se empiezan a tener en cuenta. La envidia ya destaca más a tenor de haber destapado los abusos de poder y de conciencia. La acedia, cuesta, y eso que el papa Francisco lo ha expresado más de una vez, como un problema grave de nuestra vida religiosa, pero hay quien lo considera un tema pasado de moda y en cambio es actual y bien real.
-"No es el techo el que hace comunidad, sino la unión de corazones". ¿Cómo vencer la rutina de la comunidad de techo para pasar a la de corazones?
Es verdad que es el Señor quien nos ha llamado, y nos unimos a una congregación sin saber a quién nos vamos a encontrar, pero eso no quita que se cuide cómo se conforman las comunidades. Debajo de estos techos puede haber muchas cosas y a veces no son comunidades, si no gente que pernocta en un mismo lugar. Aquí insisto de nuevo en la comunicación, si no nos contamos la vida, no seremos capaces de vivir en comunión. La gracia está en explicarse y saberse escuchado para gozar de las diferencias de los otros y entonces vas amando esa comunidad que siendo muy diversa está unida de corazón.
-¿Las Redes pueden ser 'enemigas' de la buena vida comunitaria?
-Bueno, eso es como todo, depende del uso que se haga de ellas. Cuando alguien busca una vía de escape, esta es muy fácil, asequible y rápida. No es cuestión de ser antiredes, sino de saber cuándo usarlas, cuándo compartir, cuándo pasar ratos comunitarios e incluso cuándo pasarlos también con el móvil en la mano. Todo en su justa medida, como en tantas cosas cotidianas.
-¿Qué es la 'generación T' que, a tu juicio, está impidiendo la evolución y la creatividad de la vida religiosa?
-En el tema que nos ocupa, es un grupo de religiosos de la generación que vivió profundamente el postconcilio, que experimentaron tiempos eclesiales únicos, pero viven como si fueran la última generación y detrás de ellos nada. Aquello de “después de mí, el diluvio”. Por tanto, siguen asumiendo, a veces en modo víctima, lugares de responsabilidad, no desean cambios, no escuchan, dicen que dialogan, pero es un simple simulacro, no dejan paso. De aquí la “generación tapón”, vigente en muchos ámbitos, sean institucionales, empresariales o académicos y, por tanto, también en la vida religiosa, que además tiene poca gente joven y es difícil que puedan abrirse paso con nuevas maneras de ser, pensar y hacer. Esto no significa que todo lo nuevo o diferente sea válido y que solo unos tengan la razón, el camino requiere paciencia y apertura, y mucho equilibrio.
El pasado 7 de febrero se presentó en Barcelona el libro “Curar (y cambiar) la Vida Consagrada. Una apuesta por la “dimensión amorosa” de la vida fraterna en comunidad” de Sor Gemma Morató i Sendra.
Podéis ver más explicación o el acto aquí
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