La Iglesia y el mundo necesitan su primavera en la supuesta 'era dorada' ¿Por qué necesitamos a Francisco al timón de la barca de Pedro?

Papa Francisco
Papa Francisco

"La inmensa mayoría de los católicos (y de los clérigos), que no sale en los medios ni en las redes sociales, reza por Francisco y espera que salga adelante el Papa de las periferias, el profeta de la misericordia, porque la Iglesia y el mundo lo necesitan más que nunca"

"En un planeta herido por la desigualdad, el cambio climático y el resurgir de populismos oscuros, Jorge Mario Bergoglio no es solo un líder, es una brújula"

"Mientras tenga aliento, mientras pueda alzar su cayado, la Iglesia y el mundo lo necesitan. Para terminar sus reformas, para enfrentar a los Trump de turno, para cerrar el Jubileo, para sanar heridas, para abrir el altar a las mujeres, para abrazar a los pobres, para salvar el planeta y porque, sencillamente, lo queremos con nosotros"

Llevan años deseándole la muerte. Son sus enemigos íntimos, muchos de los cuales militan entre las filas de ese clero de funcionarios de lo sagrado tan denostado por Francisco. Llevan años tragando quina y, cada vez que le ven flaquear, se frotan las manos y saltan de alegría. Son los rigoristas, la fachosfera católica, instala en Estados Unidos, en España y en otros países del mundo, y engrasada con el dinero de las terminales trumpistas.

Aprovechando su estancia en el Gemelli, repiten una y mil veces que Francisco está cansado, que sus 88 años pesan, que su rodilla maltrecha y sus achaques son señales de que debería dar un paso al lado, como hizo Benedicto. Y bajarse de la cruz, al contrario de lo que hizo su admirado Juan Pablo II. 

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Un altar con flores, velas y mensajes para Francisco ante el Gemelli
Un altar con flores, velas y mensajes para Francisco ante el Gemelli

Pero la inmensa mayoría de los católicos (y de los clérigos), que no sale en los medios ni en las redes sociales, reza por Francisco y espera que salga adelante el Papa de las periferias, el profeta de la misericordia, porque la Iglesia y el mundo lo necesitan más que nunca

En un planeta herido por la desigualdad, el cambio climático y el resurgir de populismos oscuros, Jorge Mario Bergoglio no es solo un líder, es una brújula. Y hay demasiados frentes abiertos, demasiadas reformas a medio tejer, como para que su revolución silenciosa se detenga ahora. Necesitamos a Francisco, y aquí van las razones.

Culminar la primavera de la Iglesia

Francisco llegó como un soplo de aire fresco tras años de invierno eclesial. Su apuesta por una Iglesia sinodal, menos clerical y más pueblo de Dios, está en marcha, pero no terminada. El Sínodo de la Sinodalidad, esa aventura de escucha y discernimiento, necesita su mano firme para florecer. Las reformas de la Curia (Praedicate Evangelium), el freno a los fastos y el giro hacia los pobres son brotes verdes de su primavera, pero aún falta regarlos. Si se va ahora, corremos el riesgo de que el frío vuelva a congelar los sueños. Necesitamos tiempo para que su semilla arraigue.

El Papa y Trump
El Papa y Trump

Hacer frente al huracán Trump

El mundo tiembla ante el regreso de Donald Trump, el magnate que encarna el poder sin empatía, el capitalismo sin freno y el desprecio por los débiles. Francisco ya lo enfrentó en su primer mandato, llamando a construir puentes en vez de muros. Hoy, con Trump de nuevo en la Casa Blanca, la voz del Papa es un contrapeso imprescindible. ¿Quién, si no él, puede plantarle cara al "America First" con un "Humanidad Primero"? Su Evangelio sin adornos es el antídoto contra un liderazgo que idolatra el dinero y pisotea a los migrantes. Francisco debe quedarse para ser faro en esta tormenta y recordar al mundo, como ya hizo en su carta a los obispos estadounidenses, que las deportaciones masivas son una ignominia y un atentado contra la dignidad humana.

Llevar el Jubileo a buen puerto

El Jubileo de 2025, que arrancó en diciembre pasado, es el gran regalo de Francisco al mundo: un año de esperanza, reconciliación y puertas abiertas (literalmente, desde la cárcel de Rebibbia hasta San Pedro). Pero el Jubileo no es solo un evento.Es un símbolo de su pontificado: misericordia para los presos, acogida para los olvidados, perdón para los heridos. Si renuncia, ¿quién garantizará que ese espíritu llegue a su clímax y fragüe en gestos concretos en favor de los más necesitados, como la condonación de la deuda externa de los países pobres? Francisco debe cruzar la meta de su propio Año Santo.

Acabar con la lacra de los abusos

Nadie puede negar que Francisco ha dado pasos gigantes contra los abusos sexuales en la Iglesia: la cumbre de 2019, la abolición del secreto pontificio, las normas para castigar a obispos negligentes. Y, sobre todo, el cambio de paradigma en la Iglesia: del sistema del encubrimiento a la tolerancia cero y del desprecio a las víctimas a colocarlas en el centro. Pero la herida sigue abierta, y las victimas aún reclaman justicia plena y reparación de todo tipo, incluida la económica. Él, que lloró con ellas en Chile y pidió perdón en Irlanda, sabe que la tarea no está completa. Necesitamos su valentía para erradicar esta vergüenza y sanar a la Iglesia desde dentro. Para que pueda seguir siendo creíble. 

El Papa saluda a una sacerdotisa anglicana
El Papa saluda a una sacerdotisa anglicana

Llevar a las mujeres al altar

Francisco ha abierto puertas que parecían selladas: mujeres en cargos curiales, lectoras y acólitas en la liturgia, protagonistas en el Sínodo. Pero el sueño de una Iglesia donde las mujeres tengan voz y voto, donde el altar no sea coto masculino, está a medio camino. Él mismo dijo que "las mujeres son más valientes que los hombres". ¿No merece culminar esa revolución, rompiendo el techo de cristal eclesial? Su renuncia ahora sería un frenazo a esa promesa.

Defender a los pobres frente al capitalismo salvaje

Desde Evangelii Gaudium hasta Fratelli Tutti, Francisco ha sido la voz de los sin voz, el azote de un capitalismo que "mata", como él dice. En un mundo donde los ricos cada vez son más ricos y los pobres, más pobres, su grito por la justicia social es un eco del Evangelio puro. Ha abrazado a los migrantes en Lampedusa, ha denunciado a los poderosos en la ONU, ha puesto a los descartados en el centro. Si se va, ¿quién seguirá desafiando a los reyes del dinero, a la tecnocasta de Trump y Musk con tanta claridad?

Proteger la casa común

Con Laudato Si’, Francisco puso el cuidado del planeta en el corazón de la fe, de la Iglesia y de la conciencia de mucha gente. Ha hecho de la ecología un mandamiento, uniendo a creyentes y no creyentes en la lucha contra el cambio climático. Pero la crisis ambiental empeora: incendios, sequías, deshielos. Necesitamos su liderazgo para que la Iglesia siga siendo vanguardia en la defensa de la "casa común", frente a los negacionistas y los intereses de las multinacionales.

Papa Francisco

Porque lo queremos y lo necesitamos

Y luego está lo que no se mide en reformas ni documentos: el cariño. Queremos a Francisco, con su sonrisa tímida, sus frases cortas que llegan al alma, su abrazo a los que nadie abraza, su cercanía, su empatía, su parresía y su buen humor. Lo queremos porque es humano, porque se equivoca y lo reconoce, porque lleva zapatones gastos y una cruz de hierro. Y porque la silla de ruedas es su nueva cátedra. La Iglesia lo necesita todavía, y el mundo también, como se necesita a un padre que guía, a un amigo que escucha, a un pastor que no abandona el rebaño. Perderlo ahora sería como apagar la luz en plena noche.

Un pastor para el mundo roto

Francisco no es perfecto —él lo sabe mejor que nadie, y lo dice—, pero su humildad, su cercanía y su audacia lo hacen único. En un mundo fracturado por una tercera guerra mundial a pedazos (Ucrania, Gaza, Sudán, Congo), polarización y desigualdad, su mensaje de fraternidad es un bálsamo. Renunciar ahora sería dejar la barca de Pedro a la deriva, justo cuando más le necesitamos a su timón.

El Espíritu no se cansa

Dicen que el Papa está agotado, pero Francisco siempre ha confiado en la fuerza del Espíritu. "No soy yo, es Él", repite. Mientras tenga aliento, mientras pueda alzar su cayado, la Iglesia y el mundo lo necesitan. Para terminar sus reformas, para enfrentar a los Trump de turno, para cerrar el Jubileo, para sanar heridas, para abrir el altar a las mujeres, para abrazar a los pobres, para salvar el planeta y porque, sencillamente, lo queremos con nosotros. Francisco no es solo un Papa: es un signo de esperanza. Y el mundo, hoy más que nunca, no puede permitirse perderlo.

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