El Sumo Pontífice urgió a los católicos a “no quedarse encerrados en sus certezas”, sino “escucharse los unos a los otros” al presentar la iniciativa en la misa de este domingo en la Basílica de San Pedro.
“¿Estamos preparados para la aventura de este viaje? ¿O nos da miedo lo desconocido, prefiriendo refugiarnos en las excusas habituales: ‘es inútil’ o ‘siempre lo hemos hecho así’?”, planteó.
Francisco quiere que durante los próximos dos años, la gran mayoría de los 1.300 millones que se declaran católicos en el mundo sean escuchados sobre el futuro de la Iglesia.
Para ello cuenta con los impulsos de las comunidades locales en una primera fase, asambleas regionales en la siguiente etapa y, finalmente, el Sínodo de los Obispos previsto para 2023 en el Vaticano.
Asuntos que han salido a la luz más recientemente, como una mayor participación femenina en la toma de decisiones de la Iglesia y una mayor aceptación de los grupos aún marginados por el catolicismo tradicional, serán algunos de los temas que presumiblemente aparecerán en este proceso de consulta pública, el más grande jamás celebrado en la historia del catolicismo.
Además, Francisco debe aprovechar este momento para consolidar un compromiso claro de su pontificado con las reformas.
Al definir que el próximo sínodo tendrá como tema la propia sinodalidad -el modo de ser y de actuar de la Iglesia-, se inspira en el modo de vida de los primeros cristianos, cuyas decisiones fueron tomadas de manera colegiada.
Por supuesto, esto no significa que la Iglesia católica haya abrazado la democracia.
Las decisiones continúan como de costumbre: respetando la jerarquía tradicional. La consulta pública será democrática, pero el Papa tendrá la última palabra.
Si tiene éxito, la institución habrá dado un paso importante.
Para los especialistas consultados por BBC News Brasil, la llamada sinodalidad puede dejar de ser un método para convertirse en una forma de pensar.
Lo que significa que el modelo llevado al extremo por Francisco difícilmente puede dejarse de lado, incluso cuando sea otro el papa.
La voz del pueblo
Lo que comienza este fin de semana es un proceso de sinodalidad que pretende estar abierto a escuchar a todos los católicos que quieran expresarse en los próximos dos años.
Los 1.300 millones de católicos representan la mitad de los cristianos del mundo.
El actual pontífice demuestra una vez más, y de forma contundente, que cree en una Iglesia que escucha los deseos de los cristianos. De todo el mundo.
Esta futura reunión de obispos, por lo tanto, no se limitará a conferencias dirigidas por religiosos dentro de los muros del Vaticano.
¿Radical? “Es el mayor sínodo, la mayor experiencia de sinodalidad que se haya hecho jamás en la Iglesia”, comenta Filipe Domingues, doctor de la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma.
“La propuesta es amplia, pretende que todos los fieles bautizados tengan la posibilidad, en alguna parte del proceso, de ser consultados. Nunca en la historia de la Iglesia ha habido un intento de consultar a todos los católicos del mundo.
“Por supuesto, nadie va a ir de puerta en puerta para hablar con todos. Pero las reuniones y asambleas deben realizarse en parroquias y grupos, se deben entregar cuestionarios. La idea es que todos se sientan motivados a participar”, explica Domingues.
“Es el intento más amplio de enraizar la sinodalidad, ya no como un proceso y una forma de hacer las cosas, sino como una mentalidad de la Iglesia”.
Qué quiere el papa Francisco
La palabra sínodo proviene de la unión de dos términos griegos, synodos (reunión o concilio) y hodós (camino).
La sinodalidad, por tanto, es una forma de creer que el camino depende del entendimiento conjunto, que las decisiones no deben ser impuestas por una autoridad, sino provenir de las bases.
Desde que se convirtió en Papa en 2013, el argentino Jorge Bergoglio ha demostrado que esa es su apuesta de futuro.
En cierto modo, recupera el modus operandi de las primeras comunidades cristianas antes de que la institución se volviera poderosa e influyente. En esos inicios, todas y cada una de las decisiones eran colegiales.
En el camino, Francisco también profundiza una idea planteada en el Concilio Vaticano II.
En respuesta a los deseos expresados por los padres conciliares, el entonces papa Pablo VI (1897-1978) creó en 1965 el Sínodo de los Obispos, un encuentro periódico para reunir a representantes episcopales de todo el mundo para tratar temas específicos.
Desde entonces, se han realizado 29 encuentros, entre ordinarios, extraordinarios y regionales.
El encuentro final del nuevo sínodo tendrá lugar en 2023, pero al presentarlo este fin de semana, Francisco radicaliza algo que venía buscando desde el primero de los cinco sínodos ya convocados por él: la participación de las comunidades.
“En esta nueva asamblea sinodal, lo más importante no serán las conclusiones, sino el proceso de escucha y participación eclesial que desencadena”, explica el sociólogo Francisco Borba Ribeiro Neto, coordinador del Centro de Fe y Cultura de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo.
Además, existe la posibilidad de que Francisco termine su pontificado, por jubilación o muerte, antes de que finalice el sínodo.
Así, el proceso sinodal se convierte en un medio para garantizar la continuidad del proceso de cambio iniciado por Bergoglio, independientemente de quién sea el nuevo papa.
“El punto crucial es la amplia consulta de la comunidad católica, que comenzará a nivel local, en diócesis y parroquias, y culminará en la asamblea de obispos”, agrega Borba Ribero Neto.
“Estas consultas se convirtieron en características de una ‘forma de Francisco’ de gobernar la Iglesia, aunque se pueden encontrar procesos similares en varias experiencias anteriores”.
“La idea es que antes de cada gran decisión, antes de fijar la directriz de la Iglesia, las personas son consultadas”, dice Domingues.
“Al final, la Iglesia mantiene su estructura jerárquica y todo lo demás. Siempre será una autoridad la que tome la decisión. Pero estará iluminada por estas experiencias desde la base”, señala.
Familia, jóvenes y Amazonía
Desde que asumió el mando del Vaticano, Francisco ha celebrado cuatro sínodos. Los dos primeros debatieron sobre la familia. El tercero abordó el tema de los jóvenes.
El último, que tuvo lugar en 2019, trajo al centro de la Iglesia católica un tema urgente hoy: la Amazonía, con todas sus implicaciones sociales, geográficas y ambientales.
El hermano Marcelo Toyansk Guimarães, de la Comisión de Justicia, Paz e Integridad de la Creación de los Frailes Capuchinos y asesor de la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB, sección São Paulo), recuerda bien los eventos preparatorios que ayudó a realizar entre 2018 y 2019.
“Tratamos de hacernos eco, durante el proceso del sínodo, de esos temas, ayudando a toda la Iglesia a repensar un nuevo proceso: la ecología integral, una Iglesia en salida y toda la perspectiva que trajo el sínodo”, comenta.
Una de las novedades podría ser un mayor papel de la mujer en la toma de decisiones. (SECRETARÍA GENERAL DEL SÍNODO DE LOS OBISPOS).Otra novedad reciente es la convocatoria a participar en el propio encuentro de laicos expertos o especialistas. El evento de 2019, por ejemplo, contó con la presencia del reconocido climatólogo brasileño Carlos Nobre, del equipo galardonado con el Premio Nobel de la Paz en 2007, y Ban Ki-moon, exsecretario general de las Naciones Unidas (ONU).
Un año antes, en el sínodo que abordó el tema de los jóvenes en el mundo contemporáneo, otro laico brasileño fue invitado. Se trata de Filipe Domingues, que en ese momento cursaba su doctorado en la Universidad Gregoriana.
“Fue inesperado”, dice. Un profesor lo invitó a participar en una reunión presinodal. Terminó convirtiéndose en uno de los relatores. Luego, junto a otro colega, acabó siendo llamado a actuar en el propio sínodo.
“Querían que hubiera al menos dos personas relativamente jóvenes en el comité de expertos”, explica. Él se ocupa principalmente de cuestiones relacionadas con el uso de las redes sociales en la comunicación entre jóvenes.
Destaca la importancia de eventos presinodales como aquel. “Esto trajo cuestiones al sínodo que, en mi opinión, los obispos por sí solos no habrían pensado o no habrían pensado igual”, cree.
“Por ejemplo, la participación de las mujeres o incluso los temas de sexualidad, que son importantes. A muchos jóvenes les cuesta vivir lo que la Iglesia pide en este ámbito”.
Sin embargo, también hay oposición. En el informe, dos miembros activos de la Iglesia católica en Brasil criticaron cómo se han estado llevando a cabo las reuniones presinodales bajo el pontificado de Francisco.
Ambos pidieron no dar sus nombres, pero expresaron su malestar por cómo las discusiones, en tiempos de fuerte polarización ideológica, han sido monopolizadas por grupos alineados con la izquierda.
En el tablero de ajedrez que juega el Papa, lo que queda por hacer es poner a los llamados “progresistas” y a los “conservadores” del mismo bando.
La idea de convocar un sínodo para debatir la sinodalidad, en un principio, sonó como una especie de provocación. Pero, en el umbral del lanzamiento del proceso, ya se entiende como un eco profundo de la enseñanza de Francisco.
Proceso comunitario
El sociólogo Ribeiro Neto enfatiza que la sinodalidad “es un proceso ‘comunal’”, que no debe confundirse con un movimiento democrático.
“En un proceso democrático, las decisiones nacen de una posición mayoritaria, a menudo determinada por el voto. En la comunión, las decisiones nacen de un consenso apoyado en la sabiduría y la espiritualidad de los maestros de la fe”, explica.
“Lo que Francisco insiste en recordar es que ellos no son necesariamente los líderes ni los doctos, sino cualquier miembro de la comunidad que tenga el verdadero discernimiento de la fe”, prosigue Ribeiro Neto.
“Francisco es, sobre todo, un místico. Busca en las polémicas y en las voces a menudo disonantes del mundo, los signos de la voluntad de Dios.
“Para él, el sínodo es eso: una oportunidad para escuchar la voz de Dios que está escondido entre los más pequeños, no es un proceso democrático de consulta con la mayoría. Es un evento de carácter espiritual y místico, más que político y organizativo “, resume el sociólogo.