El padre Benito Torres, un 'torbellino' de Iglesia en salida en las calles de Ciudad de México El hombre del chaleco es sacerdote y reparte 8.000 comidas cada semana a los pobres de Ciudad de México
Su nombre es Benito Torres y trabaja en una de las zonas con mayor presencia de personas en situación de calle en la Ciudad de México
Actualmente regala 8.000 alimentos cada semana, apoya a 10 comedores, recibe a 250 adultos mayores y 400 personas en situación de prostitución cada mes
“La verdad si yo lo hubiera pensado, no sé si hubiera llegado a tanto, quizá me hubiera dado miedo", confiesa
"El lema de aquí es que los que vienen son 'Cristos rotos' y nosotros estamos ayudando a otro Cristo, un Cristo que ayuda a otro Cristo, entonces cambia la perspectiva"
“La verdad si yo lo hubiera pensado, no sé si hubiera llegado a tanto, quizá me hubiera dado miedo", confiesa
"El lema de aquí es que los que vienen son 'Cristos rotos' y nosotros estamos ayudando a otro Cristo, un Cristo que ayuda a otro Cristo, entonces cambia la perspectiva"
(DLF).- En el Barrio de la Merced, en la Ciudad de México, se encuentra la parroquia de la Santa Cruz y Soledad de Nuestra Señora, a cargo del Padre Benito Javier Torres, quien llegó como una bendición a esa comunidad en 2015 para alimentar y darles cobijo diario a miles de personas en situación vulnerable, a través de su asociación “Saciando al Pobre, A.C.”
"Actualmente regala 8.000 alimentos cada semana, apoya a 10 comedores, recibe a 250 adultos mayores y 400 personas en situación de prostitución cada mes"
“Al principio no teníamos insumos, pero en la medida que se fue dando a conocer el trabajo, empezó a llegar ayuda. Después nos vimos en la necesidad de contactar a los bancos de alimentos y eso ayudó también a reforzar la labor que estábamos realizando. Lo primero era darles de comer, nos dimos cuenta de que las personas en situación de calle necesitaban algo más y buscamos hacer un programa integral que iba mucho más allá de alimentarlos; nos ocupábamos de su dignidad y espiritualidad, entonces empezamos a hacer retiros a los que llevábamos entre 40 y 50 personas, nos íbamos al bosque y hablábamos de la situación que ellos viven en la calle, de drogas y los peligros que pasan, después sobre su dignidad y luego haciendo conciencia de lo que Dios nos ofrece: una vida diferente.
“Terminábamos con un momento efusivo al Espíritu Santo, y eso les ayudaba mucho a que reflexionaran y regresaran con un espíritu de cambio. Por lo general, de las 40 personas que iban, 10 seguían con el proceso y 2 de ellas se quedaban en la parroquia, o las mandábamos a una clínica, depende el caso, y ya solo quedaba acompañarlos para cerrar el camino”.
"Caravanas de hondureños, venezolanos, haitianos, africanos, familias completas. Este albergue es temporal, de 3 a 5 días es el tiempo que pueden estar en lo que arreglan sus papeles"
Para el sacerdote, la obra de Dios es impresionante, tanto que durante la pandemia se pudo sacar adelante los alimentos: 2.800 comidas diarias. Una vez que empezó a ceder la pandemia, se abrió el albergue para migrantes. Caravanas de hondureños, venezolanos, haitianos, africanos, familias completas. Este albergue es temporal, de 3 a 5 días es el tiempo que pueden estar en lo que arreglan sus papeles.
“La verdad si yo lo hubiera pensado, no sé si hubiera llegado a tanto, quizá me hubiera dado miedo. Por lo regular a la gente que dona la invito a que vaya a entregar la ayuda para que su experiencia sea plena y se lleven una vivencia muy bella. El lema de aquí es que los que vienen son ‘Cristos rotos’ y nosotros estamos ayudando a otro Cristo, un Cristo que ayuda a otro Cristo, entonces cambia la perspectiva. Ya no es una persona a la cual solamente estás ayudando por hacer obra de caridad, sino es a Cristo mismo a quien estás ayudando”.
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