"La 'clericalización' produce inevitablemente patologías de Poder" La Liturgia, asunto de clérigos y laicos (III)
"Es hora de recordar que para hacer visible lo que es invisible, lo divino, la liturgia por ello calificada de “sagrada”, con reiteración en la Constitución S.C., se vale de signos sensibles y visibles, sacramentos y sacramentales"
"Las dos columnas, según Guardini, en que descansa el edificio litúrgico son la contemplación y la acción"
"A los clérigos les gusta el Poder y mucho; es natural. Por eso no me extraña que al pueblo de Dios se le considere un rebaño, compuesto de ovejas y demás bovinos, dirigidos por un pastor, que es símbolo superlativo del poder y la autoridad"
"A los clérigos les gusta el Poder y mucho; es natural. Por eso no me extraña que al pueblo de Dios se le considere un rebaño, compuesto de ovejas y demás bovinos, dirigidos por un pastor, que es símbolo superlativo del poder y la autoridad"
I.- Para recordar:
La Liturgia cristiana se define como un conjunto de signos sensibles que sirven para contactar con el Misterio, que es Corpus Christi resurrexit, buscando lo litúrgico mostrar esa presencia. Como se escribe en los Comentarios de Santiago Madrigal y otros (BAC 2023) en la Constitución Conciliar Sacrosanctum Concilium, “se considera a la liturgia como el ejercicio de la función sacerdotal de Jesucristo en la que, mediante signos sensibles, se significa y realiza, la santificación del hombre y, así, Cuerpo Místico de Cristo”. Y añaden los mismos comentaristas: “Toda celebración litúrgica, como obra de Cristo sacerdote y de su Cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada por excelencia”. Liturgia que es sagrada, que es culmen y fons.
A).- Me interesa el filósofo Giorgio Agamben, autor, entre otras obras de Homo sacer (1995) y de Opus Dei, arqueología del oficio (2012). No siendo la prioridad de Agamben lo religioso o litúrgico, sino lo político (filósofo político) en diálogo con Carl Schmitt, señala que “Opus Dei”, tal como explica en su libro del mismo nombre, era la manera de designar en la Iglesia latina, a partir del siglo VI, la liturgia, también denominada officium. Es llamativo que la liturgia ya no se designe “oficio”, salvo en contadas celebraciones, como las de Semana Santa --se decía asistir a los “oficios” los Jueves y Viernes Santos--.
B).- Es importante recordar que puede haber “liturgia”, aunque no se celebre rito sacramental o eucarístico: El Catecismo en el número 1088, explica que Cristo está presente en la liturgia terrena, en el sacrificio de la misa, en los sacramentos, en su Palabra y, finalmente, cuando la Iglesia suplica y canta salmos”. Y la palabra “liturgia”, como tantas otras de procedencia religiosa/sagrada, pasó al lenguaje profano. Así en el editorial de El Debate de 29 de julio de 2023 se escribe de “liturgia democrática”, y en la página 2 de Babelía del 20 de mayo de 2023 se titula: “Liturgia y secretos de los poderosos”.
Es hora de recordar que para hacer visible lo que es invisible, lo divino, la liturgia por ello calificada de “sagrada”, con reiteración en la Constitución S.C., se vale de signos sensibles y visibles, sacramentos y sacramentales, instituidos por Cristo o por la Iglesia, respectivamente, pasando del griego Misterio al latino Sacramentum, que es el signo por excelencia, y sobre el que gira, preponderantemente, toda la vida litúrgica.
El gran teórico, autor de Filosofía de las formas simbólicas, y muy conocido de los periti del Concilio, Ernst Cassirer (1874-1945), escribió: “El ser humano no vive solamente en un universo físico, sino en un universo simbólico”.
II.- El liturgista Romano Guardini:
Y debo referirme al libro de Romano Guardini Los signos sagrados, editado el año pasado por el excelente Centre de Pastoral Litúrgica, con sede en Barcelona. En el libro de Guardini se relacionan hasta un total de más de veinte signos sagrados, empezando por “la señal de la Cruz” y terminando por “Las campanas”.
Los que se sorprendieron en la 1ª Parte con el artículo Méritos y riesgos de la renovación Litúrgica de Jesús Aguirre, a finales de los años sesenta del siglo XX, se sorprenderán ahora al saber que un sábado, el 16 de mayo de 1992, el mismo Aguirre, que firma como Duque de Alba y Académico de la Española, publicó un artículo sobre el gran liturgista que fue Romano Guardini (1885-1968), que tituló en el diario El País: ¿El capelo romano de Guardini? Ni a Guardini, ni a Rahner, ni a Congar, el Papa impuso el “capelo” cardenalicio, y si, por el contrario, a Danielou y Lubac.
Recordó Jesús Aguirre que Romano Guardini, teólogo de Maguncia, escribió El Espíritu de la Liturgia (1923), “de madre corsa y cantante, que prefirió el apellido materno al paterno de Wiessergrund, que significa más o menos abismo de saberes”. Recordó Jesús Aguirre que aquel libro fue escrito al “socaire del gregoriano en la abadía de Maria Laach”.
En ese mismo artículo, el de 1992, Aguirre recordó al que fuera su maestro, Söhngen, que irónicamente, según él, repetía: “Todos los hombres tienen un pájaro en la cabeza, pero sólo los obispos creen que es el Espíritu Santo”.
El mismo Guardini, en su libro, declaró que el objeto del mismo es “ayudar al esclarecimiento del mundo de la liturgia, mundo de realidades santas y misteriosas, representadas en forma sensible”. Las dos columnas, según Guardini, en que descansa el edificio litúrgico son la contemplación y la acción. Y uno de los signos litúrgicos, también categoría cosmológica como el tiempo, que señala y trata el teólogo alemán, es también el espacio sagrado, al que haremos referencia más adelante al escribir sobre lo sacro y profano.
III.- La llamada “clericalización” de la liturgia:
Escribiendo este apartado en la madrugada del domingo 30 de julio, leo en Religión Digital un buen artículo de Jorge Costadoat, que titula: La reforma del clero es el máximo desafío del Sínodo.
A.- Cito, como novedad, un libro del jesuita francés Gaël Giraud. Ese jesuita es, desde 2021, director del programa de justicia ambiental en la Universidad de Georgetown, lo que da pistas sobre el libro mismo: sobre el cristianismo y el medioambiente; un libro recomendable desde lo teológico y jurídico, el derecho Canónico. Su título es Composer un monde en commun, y la edición fue de la prestigiosa empresa editora Seuil, en 2022.
Ahora me interesa el capítulo que titula La revolutio gregoriana (Gregorio VII), conteniendo un apartado sobre la llamada “clericalización” de los clérigos. Señala Giraud que “los sistemas legales modernos en Occidente nacieron por impulso de Gregorio VII, comenzando por el nuevo sistema de derecho canónico de la Iglesia romana, llamado por primera vez ius canonicum. Y señala el mismo autor, cómo, en el curso de la revolución gregoriana “apareció en Occidente, por la primera vez, una clase organizada, la clerecía, que era un vasto conjunto de clérigos, solidamente unidos bajo los obispos dependientes del Obispo de Roma, dotados de un derecho y de un interés común que les separaba de los laicos, que debían ocupar un lugar inferior”.
Distinción entre klëros y laïcs (o populus), que era una multitud, asistente a esa “cosa pública” que es la leitourgía. Los clérigos por su dedicación (devoti), no deberían nada poseer en propiedad, debiendo tenerlo todo en común (nullam).
Los clérigos, tonsurados, se consagrarían a la contemplación y a la oración; por contraste, los laicos podrían casarse, tener propiedades explotar la tierra. En suma, preeminencia del ordo clericalis sobre el ordo laicalis. Y esa preeminencia se da también, por supuesto, en lo litúrgico, aunque un poco menos a partir del Concilio Vaticano II, distinguiéndose entre el sacerdocio ministerial, o de los clérigos, por consagración sacramental, y el sacerdocio por el sacramento bautismal de los laicos.
Recuerdo en las solemnes misas dominicales antes del Concilio, cómo la Liturgia era, muchas veces, a cargo exclusivo de dos sacerdotes con carácter simultáneo: uno en el altar y otro en el púlpito, que iba éste último hasta predicando y explicando en lengua vernácula lo que el oficiante hacía en el altar y decía en latín. El sacerdote, el del púlpito, me recordó a los llamados comentadores en la Constitución S.C., no habiéndose aún producido la reforma de las órdenes menores que se llevó a cabo posteriormente, en 1972.
IV.- Patologías de Poder, incluso nominales:
Y la “clericalización” produce inevitablemente patologías de Poder. A los clérigos les gusta el Poder y mucho; es natural. Por eso no me extraña que al pueblo de Dios se le considere un rebaño, compuesto de ovejas y demás bovinos, dirigidos por un pastor, que es símbolo superlativo del poder y la autoridad. Así como sorprende en estos tiempos que a un tipo de mujeres religiosas se las llame “Esclavas o Siervas”, acaso la referencia a lo pastoral, por denigratorio, debiera ser cambiado. El Pueblo de Dios no se compone de ovejas. Yo, desde luego, ni me considero oveja ni a los clérigos pastores.
Y tanto pastoril y pastoreo me recuerda al Honrado Concejo de la Mesta de Pastores, que unificó Alfonso X de Castilla, en 1273. Y para saber lo de los “rebaños en movimiento”, basta la lectura de El Quijote.
Continuará.
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