Víspera de ordenación episcopal en Donostia, tierra de misión En San Sebastián, a la espera de la toma de posesión de don Fernando Prado Ayuso, periodista, editor y sacerdote claretiano
"Desde la calle Hernani vi a lo lejos la torre neogótica de la Catedral, llamada Del Buen Pastor, lo de neogótico viene por ser un “pastiche” de lo gótico, de ayer mismo, del siglo XIX"
"Recordé al obispo Argaya, de tiempos de Franco, en San Sebastián, habiendo visto sus zapatillas episcopales y la mitra en el Museo Diocesano de Mondoñedo-Ferrol, su anterior Diócesis"
"Es interesante leer también el llamado “Saludo a la Diócesis de don Fernando, Obispo electo”, de 31 de octubre de 2022, que, refiriéndose al obispo Munilla, destacó su elocuencia; de Setién alabó sus enseñanzas y de Uriarte señaló la sabiduría"
"Es interesante leer también el llamado “Saludo a la Diócesis de don Fernando, Obispo electo”, de 31 de octubre de 2022, que, refiriéndose al obispo Munilla, destacó su elocuencia; de Setién alabó sus enseñanzas y de Uriarte señaló la sabiduría"
El 16 de diciembre de 2022, de mañana llovía con intensidad y a las 10 horas, en la Farmacia del Licenciado Olondris Rengel, el termómetro marcaba entre once y doce grados de temperatura. Desayuné después un café y un "merengazo", en la Pastelería Oiartzun, detrás del Ayuntamiento, a la entrada del “casco viejo”, en San Sebastián, de pie y no en la terraza por frío y lluvia. Salí de la Pastelería y vi a la derecha el edificio que fue del Gobierno militar de Guipuzcoa, que, en tiempos de plomo (años ochenta y siguientes del pasado siglo) y cerca de él tanta gente murió asesinada por ETA. Y llegué, hoy, desde Navarra, tierra de mis ancestros, de parientes y también de los cogollos de Tudela, dejando a un lado, en Vera de Bidasoa, la casona Itzea, de los Baroja, siempre panaderos. Serpenteé por calles viejas del casco viejo, y al fin, entré en la llamada Konstituzio Plaza de San Sebastián, ahora tan plácida y antes de mucho terrorismo.
Recordé las puertas y ventanas antes pintadas de color verde de la que fue Librería Lagún, objeto allí de atentados y zurras primero por Franco y luego por bombazos de la basca de los vascos. María Teresa Castells, señora con colores amarillos de cabeza a pies, subida a un taburete de madera, hablaba en su librería de libros con donostiarras progres y registraba en una máquina las ventas. Por ser ese lugar insoportable, agobio de totalitarismos sucesivos, se trasladó luego la Librería a la calle Urdaneta, cerca de la Catedral del Buen Pastor. A los pocos días de la nueva instalación entré en Lagún y compré el libro Las formas elementales de la vida religiosa, del fundador de la Sociología, Émile Durkheim, teórico de la Religión en cuanto elemento decisivo de la cohesión social. Conservo, naturalmente, el libro que en la primera página lleva la pegatina “LAGUN”, con el precio escrito a lápiz: 13,50 euros; no sé si el libro es reliquia o relicario.
Desde la calle Hernani vi a lo lejos la torre neogótica de la Catedral, llamada Del Buen Pastor, lo de neogótico viene por ser un “pastiche” de lo gótico, de ayer mismo, del siglo XIX. Mi propósito es narrar mañana la ordenación episcopal del bilbaíno don Fernando Prado Ayuso, que será sin duda también un Buen Pastor y muy de “misiones”. Dos obispos bilbaínos, Segura, el de Bilbao (hoy) y Prado, el de San Sebastián (mañana), y de dos diócesis recientes, erigidas en 1949, sufragánea, la de Bilbao, de la Archidiócesis de Burgos, y la de San Sebastián, sufragánea de la Archidiócesis de Pamplona. ¡Que sabiduría la de los del Vaticano en 1949! Y que, por ser tan nueva la Diócesis, no tiene el obispo un palacio, como el de Sevilla, lleno de murillos y de zurbaranes.
Recordé al obispo Argaya, de tiempos de Franco, en San Sebastián, habiendo visto sus zapatillas episcopales y la mitra en el Museo Diocesano de Mondoñedo-Ferrol, su anterior Diócesis. Recordé al obispo Setien, incómodo auxiliar del navarro Argaya, que, en una nubosa tarde de sábado, el 19 de febrero del año 2000, se despidió (Setién) de los diocesanos, habiendo renunciado por “dolencias cardiovasculares”, quedando, por la renuncia sin dolencias, las verdaderas, otros prelados de Roma y Madrid, de la “derechona”. Estuve en esa despedida, viendo acompañando a don José María Setien por unos canónigos y por el Vicario, el teólogo Pagola. Aquella misma tarde, por la calle San Martín, delante de la Catedral, pasaba una manifestación de Herri Batasuna, cabreándose el periodista Calleja, fallecido en el Covid, que se acordaba de las madres de los manifestantes, a voz en grito.
A mí tampoco me gustó monseñor Jacinto Argaya, pero considero indebido empezar al Episcopologio de San Sebastián con el obispo Setién, ¿los anteriores? y así consta tanto en la página Web de la Diócesis, como en el dosier de prensa de la ordenación de don Fernando. ¿Por qué no forman parte del Episcopologio los obispos anteriores? Don Fernando: le pido que tome cartas en este feo asunto, de mentira por omisión.
El obispo Uriarte, que ordenó sacerdote al obispo electo, don Fernando, llegó de Zamora, tierra de hogazas y de panecillos, siendo él muy fino, mucho más que monseñor Gil Tamayo, hoy arzobispo de Granada y anteriormente secretario de la Conferencia episcopal, al que, por lo de ETA, tanto Uriarte y Blázquez, ambos suaves, hicieron trajinar y explicarse. Son muy interesantes de leer todos los documentos episcopales de entonces sobre ETA, los de los pastores locales y los otros, que se comentan con la simple lectura, lo cual ahorra mis reproches aquí.
Es interesante leer también el llamado “Saludo a la Diócesis de don Fernando, Obispo electo”, de 31 de octubre de 2022, que, refiriéndose al obispo Munilla, destacó su elocuencia; de Setién alabó sus enseñanzas y de Uriarte señaló la sabiduría. Y don Fernando Prado Ayuso es periodista, editor y sacerdote claretiano, también voluntario en la madrileña Iglesia de San Antón (la del Padre Ángel), de la que se despidió el pasado 11 de este mismo mes con palabras que parecieron muy sinceras y sentidas, y muy querido en esta “mi casa”. Fue, desde 2003, director de la editorial Publicaciones claretianas, pudiéndose leer que tal Editorial es la única católica, especializada en el campo de la vida consagrada.
En esa editorial se publicó el libro Derecho Procesal canónico, del prestigioso don Manuel Jesús Arroba, extrañándome, no el interés de los consagrados por ese libro, que deberá ser mucho, sino su alto precio, 70 euros. Editorial de los misioneros claretianos de la provincia de Santiago, siendo importante el dato de que don Fernando es, repito, un Klaroterra (de la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María). Por eso, mañana, el Ordenante principal de don Fernando será el claretiano cardenal Bocos, al igual que claretiano y cardenal fue don Fernando Sebastián, al que se recordará mañana, que empezó su carrera episcopal en León.
Reconozco que siempre tuve dificultad en distinguir entre un jesuita con sotana y un claretiano, también con sotana; así hasta que un día me dijeron que tenía que fijarme en que los jesuitas llevaban el fajín y banda negros, a la derecha, y los claretianos, a la izquierda. Y se decía en Gijón que había un claretiano, apellidado Ezcaray, de mucha autoridad, incluso pugilística con los alumnos pequeños. Los Maristas, donde estudié, veían con poco cariño a los claretianos, pues el fundador de éstos, Antonio María Claret, era ya santo y el suyo solo beato, Marcelino Champagnat, y decían que aquél fue muy político. Se explicaba mucho en Historia lo de Sor Patrocinio, la monja de las llagas, amiga de Claret, y confesor de la grasienta Isabel II, la borbona, hija espiritual de la monja y del Santo, protagonistas valle-inclanescos.
Voy, poco a poco, acercándome a la Catedral y pienso en el otro obispo claretiano, hoy en León, don Luis Ángel de las Heras, que antes de ser tan importante -lo es ahora y mucho- decía cosas muy simpáticas en las homilías. Y vuelvo a don Fernando y recuerdo sus dos últimos libros-entrevistas-conversaciones, para Publicaciones claretianas. Praedicate Evangelio, es una conversación con el Cardenal Óscar A. Rodríguez Maradiaga, uniéndose a la conversación el texto de esa Constitución Apostólica, en cuyo artículo 146 se lee esa originalidad, que algunos llaman otra cosa, que dice así: “Para hacer avanzar la relación entre católicos y judíos, se crea en el Dicasterio (llamado “Promoción de la Unidad de los Cristianos”) la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo”. El último libro-entrevista, esta vez con el Papa mismo, se titula La Fuerza de la vocación. La Vida consagrada.
Por la lluvia no puedo sentarme en el banco que hay enfrente del FNAC, teniendo a mi izquierda la Catedral del Buen Pastor; miro al cielo y veo a algún volando, y por ello recuerdo lo escrito por el poeta Jorge Guillén, padre de don Claudio: “Todo en el aire es pájaro”. Y dentro del FNAC termino de leer La Fuerza de la vocación, que es merecedor de un comentario más pausado, que habrá de hacerse, que haré, sin duda.
Sobre el Papa, en la página 114, don Fernando, en La Fuerza de la Vocación, escribe: “El encuentro con el Papa ha sido realmente extraordinario. Un torrente de sensaciones y sentimientos me invaden. He podido ver en la conversación a un hombre gigante y sencillo, al mismo tiempo, un hombre de Dios entusiasta y realista a la vez”. Y concluye: “En sus palabras hay verdad, sabiduría y pasión. Francisco es un hombre verdadero enamorado de Jesucristo. Doy fe”. Ante ese terminar, lo de doy fe, tan notarial e importante para el “mí” de notario, se me “encogió” el animus. Es verdad: siempre los obispos fueron fedatarios, aunque no públicos.
Inexplicablemente, después de leer cosas tan bien escritas y santas, de una persona, sin duda, excepcional, pienso maldades: que si, con esas entrevistas, lo de ser nombrado obispo, parece poca cosa o de escaso rango; que si los demás candidatos al episcopado de Donosti protestarán por lo de que “aquí hay tongo y enchufe”; que es como haber sido entrevistado, hace siglos, al cardenal Rouco Varela, estando vacante la Archidiócesis de Santiago de Compostela. Dicen y no paran...
Introduzco en la mochila La Fuerza de la vocación, junto a los libros que también me acompañan, Cuando falten los sacerdotes, de Alphonse Borrás, y La Iglesia arde, de Andrea Riccardi. Y camino hacia "El Buen Pastor", estando a la espera de lo de mañana, día 17, que titularé: Nuevo Pastor y Misionero en la Catedral del Buen Pastor.
Entretanto me distraigo con lo de “la mano de Irulegui”, de reciente hallazgo a 10 kilómetros de Pamplona, dando pretexto para la llamada “controversia vascónica”, sobre el origen del pueblo vasco y del euskera en tierras de lo que hoy es Navarra, también mi tierra.
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