Vicario de Cristo

21  Domingo ordinario  –A  -    Mt 16,13-20      -      27 de agosto de  2023

Al día siguiente de la elección del Papa Juan Pablo I, Mons. Romero habla en su homilía [1] del significado del papado.  Las tres lecturas de este domingo le sirven de inspiración.  Considera al Papa como Vicario de Cristo porque hace visible la presencia de Dios en la Iglesia, es garantía de la consistencia inmortal de la Iglesia y principio y fundamento de la unidad universal de la Iglesia.  Para aportes a la reflexión de hoy, retomamos el primer aspecto, pero no sólo para el Papa, sino para todo cristiano.

Podemos creer que las palabras que Jesús dice a Pedro en el Evangelio de hoy se dirigen a toda la Iglesia, representada por Pedro.  Por tanto, la misión que Jesús da se aplica también a todos los cristianos, a todos los miembros de la Iglesia, no sólo al Papa.

el Papa es el lugarteniente de Cristo, porque refleja la presencia de Dios en la Iglesia”. Porque Jesús ocupa el lugar de Dios en la historia, -Dios hecho hombre- muestra quién es Dios y cómo está presente en la Iglesia.    “Aunque no comprendamos el desarrollo de ese drama grandioso de la creación con sus hombres, con la historia de los pueblos, con sus conflictos, con sus injusticias, Dios va siendo el camino incomprensible.  …  Pues, de este Dios grandioso, incomprensible, infinito, que abarca en su grandeza los límites de lo creado por más grande que parezca, el Papa es un reflejo.”

“Para eso voy a organizar mi Iglesia: para mantener entre los hombres la fe  en el verdadero Dios, para que siga proclamando durante los siglos que yo soy Cristo, el Hijo de Dios vivo.”    Monseñor Romero nos recuerda luego las preguntas que se hacen a las personas que se bautizan: sobre la fe en Dios Creador - la fe en Jesús, el Cristo - la fe en el Espíritu Santo que es "la vida de la Iglesia".  Esto se convierte entonces en la tarea de cada cristiano, cada uno a su nivel, en su situación de vida, con sus capacidades.  Apoyar e invitar a sus semejantes a abrirse a la Fuente y Finalidad Última de la creación y de la historia: el Dios verdadero, Dios-Padre de Jesús, Dios-Padre-Madre de todos los hombres y todas las mujeres.   La otra parte es el testimonio de palabra y obra de la Vida de Jesús, su vida histórica que culminó en la cruz y su resurrección a la vida.  Así, en la Iglesia, los cristianos pueden participar en el Reino de Dios, celebrar su presencia y formar comunidad fraterna.

“Y hay otra razón también, hermanos: ser testigo de que esta Iglesia no la construyen los hombres.  Oyeron las palabras del Evangelio: tú eres Kefas, eres piedra, eres Pedro, y sobre esa piedra voy a construir mi Iglesia.  ¡Que belleza!.  No es el Papa, ni el obispo, ni los sacerdotes. Todos, desde el Papa hasta el último catequista rural, no  somos más que los peones, los trabajadores que colaboramos bajo el único constructor. No es tu Iglesia, no es la Iglesia del gusto de los hombres, es “mi Iglesia”.  Esto es cierto para el servicio de Pedro, pero también para todos los cristianos.   Nadie es dueño de la Iglesia; todos podemos ser colaboradores.  Es un mensaje contundente contra el clericalismo a todos los niveles y en todos los sectores de la Iglesia.  En la historia de la Iglesia no faltan experiencias dolorosas de abuso de poder por parte de personas que ocupan cargos.  En el camino deciden sobre los semejantes y las comunidades como si fueran de su propiedad.  Lo que está en juego es la Iglesia de Cristo.  La propia comunidad creyente tiene la responsabilidad de garantizar que ningún responsable (pastoral) comience a comportarse como dueño de la Iglesia que se le ha confiado.

Las llaves y el poder de atar y disolver.  Aquí, Mons. Romero recuerda en primer lugar que el libro del Apocalipsis utiliza esos símbolos para hablar de Cristo (Ap 3,7) en aplicación de lo que había predicho Isaías (Is 22,22).   En el judaísmo, las llaves significaban la autoridad competente para interpretar la Ley.  Vincular y disolver significaba entre los judíos: prohibir y permitir.   En Mt 18,18, esa responsabilidad se atribuye a todos los apóstoles.  Por lo tanto, se aplica entonces a toda la Iglesia en la que cada creyente tiene el encargo como testigo de Cristo, cada uno a su nivel.  Por tanto, también para el ministerio de Pedro, pero en fuerte comunión con toda la Iglesia.  También en esto, la comunidad de los creyentes tiene la tarea de asegurar que la Escritura sea leída bajo la luz del Espíritu Santo.  Por tanto, tendrá que alzar la voz y actuar cuando surjan abusos en esa responsabilidad.  Jesús mismo experimentó que, muy a menudo, la gente corriente y pequeña entiende (y experimenta) el mensaje de Dios mejor que los líderes religiosos y los escribas.  La organización eclesial, en sus distintos niveles, debe asegurar siempre las disposiciones necesarias para que la vida eclesial, la vida como cristianos, responda realmente al Evangelio.  Quienes quieran seguir a Jesús desarrollarán un código ético evangélico, una guía para que quede claro a todos los miembros lo que está prohibido, lo que está permitido (qué margen de maniobra hay), lo que debe ser.  Es una responsabilidad conjunta de todos los miembros de la Iglesia, no sólo de los ministros. 

Así lo expresa Nico ter Linden[2]: "El edificio de la Iglesia se sostiene sólidamente sobre la confesión hecha por Pedro en nombre de todos de que Jesús es el Mesías. Este edificio no puede ser desbaratado por ningún poder del mundo. Constituye la entrada al reino de Dios. .... Como judío creyente, Mateo evita el santo nombre de Dios. En lugar del reino de Dios, habla del reino de los cielos. Así, Pedro no recibe el nombramiento de portero del cielo, sino las llaves de la congregación mesiánica. Corresponde a "los doce" pronunciar lo que es vinculante en la doctrina y en la vida mesiánica y lo que no lo es. Que este encargo se da no sólo a Pedro personalmente, sino en él a todos los discípulos, lo confirma abundantemente el discurso que Mateo nos hará oír en breve."

Preguntas para la reflexión y la acción personal y comunitaria.

1.Todo seguidor de Jesús, todo cristiano, está llamado a ser "vicario de Cristo", es decir, testigo de la presencia de Dios en la Iglesia y en la historia. ¿Cómo vivimos esta vocación? Qué tenemos que hacer?

 2.La Iglesia pertenece a Cristo y no es una organización privada de ministros eclesiásticos. ¿Cómo asumimos hoy nuestra corresponsabilidad para que esa Iglesia sea Iglesia de Cristo en nuestro momento de la historia?

  1. ¿En qué medida hemos asumido hasta ahora nuestra responsabilidad de velar y contribuir a la interpretación evangélica de las Escrituras (claves) y a determinar lo que es vinculante y lo que no lo es en la comunidad eclesial actual? ¿Qué experiencia hemos tenido al respecto? ¿Cómo podemos fortalecernos mutuamente en este sentido?

[1] Homilías de Monseñor Oscar A. Romero.  Tomo III – Ciclo A,  UCA editores, San Salvador, primera edición 2006, p 195 – 200.

[2] Traducción libre de:  Nico ter Linden, Het verhaal gaat. 2. … Het verhaal van Marcus en het verhaal van Mattheüs.  Editora Balans, 1998 (12va impresión 2003), Amsterdam, p. 241.

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