Inteligencias y espiritualidad desde I. Ellacuría con San O. Romero
Un año más, en este tiempo, se nos juntan 3 fechas muy significativas: el día mundial de la filosofía, el aniversario del martirio de Ellacuría con sus compañeros jesuitas de la UCA y la jornada mundial de los pobres. En Ellacuría junto a su admirado Mons. Romero, que tanto marcó la vida del mártir jesuita, se muestra una auténtica filosofía. Nos transmite una cualificada inteligencia inspirada en la fe, en la espiritualidad con la promoción de la justicia con los pobres de la tierra que llevó a Ellacu al martirio. Con su filosofía siguiendo al maestro X. Zubiri, e inspirado en la espiritualidad y testimonio de Mons. Romero, Ellacuría nos legó un filosofía de la inteligencia que se religa a lo real y es honrada con la realidad.
Frente a todo idealismo o emotivismo (como el posmoderno) e individualismo burgués, Ellacuría nos comunica esa inteligencia más global, histórica y trascendente que contempla la multidimensionalidad, respectividad y dinamismo de la realidad con su apertura a la trascendencia. Aquella inteligencia cognoscitiva (intelectiva) que se hace cargo de la realidad. Y que, por tanto, emplea las mediaciones de la razón como son las ciencias para aprehender las dimensiones físicas, biológicas, materiales, corporales, socio-económicas y políticas de lo real. La inteligencia ética y sentiente (afectiva-pasional) que carga con la realidad, en el “principio misericordia” y la moral de la com-pasión que asume vitalmente el sufrimiento, mal e injusticia que padecen los otros, los pueblos y los empobrecidos.
Esa inteligencia práctica que se encarga de la realidad, en la praxis de la solidaridad y la justicia con la opción por los pobrescomo sujetos de su promoción liberadora e integral, los pueblos como protagonistas de su verdadero desarrollo y liberación global. Y la inteligencia espiritual que acoge el don de los otros y del Otro, del Dios de la vida que con su Gracia nos ama y libera de todo mal, pecado e injusticia para que vivamos en santidad, en amor fraterno y justicia.
Ellacuría con Romero plantean así una inteligencia mental, una mentalidad coherente y profunda, que es movida (animada) por los valores e ideales que nos dan sentido y felicidad en la vida. Tales como la fraternidad, la paz y la civilización de la pobreza. En la solidaridad de vida, de bienes y compromisos con las causas justas de los pobres que nos humaniza, nos libera del mal personal y de la civilización de la riqueza con sus ídolos del poseer, del tener y de la codicia.
La inteligencia social que promueve la justicia con los oprimidos, los excluidos y los empobrecidos, que impulsa la civilización del trabajo con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo; con una economía al servicio de las necesidades, posibilidades y capacidades de los pueblos en un desarrollo humano liberador e integral. En oposición a la civilización del capital, del lucro y beneficio como motor de la historia. Esta inteligencia social articula y une inseparablemente la libertad con la justicia, la igualdad con la democracia real. El bien común más universal con la gestión de los pueblos como autores de su destino, en la búsqueda de la justicia y liberación integral. Integra la conversión personal y la transformación socio-estructural con la pobreza solidaria, la justicia social y el destino universal de los bienes, con un reparto en equidad de los recursos, que está por encima de la propiedad. En contra de los sistemas e ideologías perversas dominantes, como son el neoliberalismo y el capitalismo o el comunismo colectivista (colectivismo).
Una inteligencia ecológica e intercultural que, en esta vida de pobreza solidaria y de lucha por la justicia con los pobres, rechaza el consumismo, la acumulación y despilfarro de bienes que llevan a la destrucción del ambiente y de las culturas. La naturaleza y las culturas deben ser protegidas con todo lo verdadero, bello y bueno que nos transmiten. La inteligencia biológica-corporal que respeta y cuida lo físico, el cuerpo en su constitución, configuración y madurez para asegurar y desarrollar la vida. Esta inteligencia humana y bioética posibilitadora de la vida en todas sus fases, desde el inicio con la fecundación, en cada aspecto y dimensión; con el amor fiel y fecundo de un hombre con una mujer, abierto a esa vida, a los hijos, a las familias en la solidaridad, el bien común y la militancia por la justicia con los pobres. Frente a los ídolos del poder y del dinero que dan muerte, sacrificando la existencia del ser humano en su altar.
Y la inteligencia mística que se religa en comunión con la raíz y trascendencia de lo real: el Dios de la vida que nos salva y libera integralmente ya en la historia; con su plenitud en la tierra nueva y en los cielos nuevos, en la existencia trascendente, escatológica y eterna. Es la inteligencia de la santidad, que lleva a discernir el signo permanente de los tiempos. Esto es, los pueblos crucificados por el mal e injusticia, presencia (sacramento) real de Cristo pobre-crucificado, a los que hay que bajar de la cruz revirtiendo la historia, para lanzarla en la dirección de la salvación y gracia liberadora de Dios.
Como afirma Ellacuría, el “nuevo cielo y la presencia de Dios en la nueva tierra, que va posibilitando y animando el que Dios sea todo en todos y en todo (1 Cor 15, 28), porque Cristo lo es todo para todos (Col 3, 11)…La dinámica soteriológica de la fe cristiana historizada en hombres nuevos, que siguen anunciando firmemente, aunque siempre a oscuras, un futuro siempre mayor, porque más allá de los sucesivos futuros históricos se avizora el Dios salvador, el Dios liberador” (Utopía y profetismo desde América Latina).
Frente a todo idealismo o emotivismo (como el posmoderno) e individualismo burgués, Ellacuría nos comunica esa inteligencia más global, histórica y trascendente que contempla la multidimensionalidad, respectividad y dinamismo de la realidad con su apertura a la trascendencia. Aquella inteligencia cognoscitiva (intelectiva) que se hace cargo de la realidad. Y que, por tanto, emplea las mediaciones de la razón como son las ciencias para aprehender las dimensiones físicas, biológicas, materiales, corporales, socio-económicas y políticas de lo real. La inteligencia ética y sentiente (afectiva-pasional) que carga con la realidad, en el “principio misericordia” y la moral de la com-pasión que asume vitalmente el sufrimiento, mal e injusticia que padecen los otros, los pueblos y los empobrecidos.
Esa inteligencia práctica que se encarga de la realidad, en la praxis de la solidaridad y la justicia con la opción por los pobrescomo sujetos de su promoción liberadora e integral, los pueblos como protagonistas de su verdadero desarrollo y liberación global. Y la inteligencia espiritual que acoge el don de los otros y del Otro, del Dios de la vida que con su Gracia nos ama y libera de todo mal, pecado e injusticia para que vivamos en santidad, en amor fraterno y justicia.
Ellacuría con Romero plantean así una inteligencia mental, una mentalidad coherente y profunda, que es movida (animada) por los valores e ideales que nos dan sentido y felicidad en la vida. Tales como la fraternidad, la paz y la civilización de la pobreza. En la solidaridad de vida, de bienes y compromisos con las causas justas de los pobres que nos humaniza, nos libera del mal personal y de la civilización de la riqueza con sus ídolos del poseer, del tener y de la codicia.
La inteligencia social que promueve la justicia con los oprimidos, los excluidos y los empobrecidos, que impulsa la civilización del trabajo con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo; con una economía al servicio de las necesidades, posibilidades y capacidades de los pueblos en un desarrollo humano liberador e integral. En oposición a la civilización del capital, del lucro y beneficio como motor de la historia. Esta inteligencia social articula y une inseparablemente la libertad con la justicia, la igualdad con la democracia real. El bien común más universal con la gestión de los pueblos como autores de su destino, en la búsqueda de la justicia y liberación integral. Integra la conversión personal y la transformación socio-estructural con la pobreza solidaria, la justicia social y el destino universal de los bienes, con un reparto en equidad de los recursos, que está por encima de la propiedad. En contra de los sistemas e ideologías perversas dominantes, como son el neoliberalismo y el capitalismo o el comunismo colectivista (colectivismo).
Una inteligencia ecológica e intercultural que, en esta vida de pobreza solidaria y de lucha por la justicia con los pobres, rechaza el consumismo, la acumulación y despilfarro de bienes que llevan a la destrucción del ambiente y de las culturas. La naturaleza y las culturas deben ser protegidas con todo lo verdadero, bello y bueno que nos transmiten. La inteligencia biológica-corporal que respeta y cuida lo físico, el cuerpo en su constitución, configuración y madurez para asegurar y desarrollar la vida. Esta inteligencia humana y bioética posibilitadora de la vida en todas sus fases, desde el inicio con la fecundación, en cada aspecto y dimensión; con el amor fiel y fecundo de un hombre con una mujer, abierto a esa vida, a los hijos, a las familias en la solidaridad, el bien común y la militancia por la justicia con los pobres. Frente a los ídolos del poder y del dinero que dan muerte, sacrificando la existencia del ser humano en su altar.
Y la inteligencia mística que se religa en comunión con la raíz y trascendencia de lo real: el Dios de la vida que nos salva y libera integralmente ya en la historia; con su plenitud en la tierra nueva y en los cielos nuevos, en la existencia trascendente, escatológica y eterna. Es la inteligencia de la santidad, que lleva a discernir el signo permanente de los tiempos. Esto es, los pueblos crucificados por el mal e injusticia, presencia (sacramento) real de Cristo pobre-crucificado, a los que hay que bajar de la cruz revirtiendo la historia, para lanzarla en la dirección de la salvación y gracia liberadora de Dios.
Como afirma Ellacuría, el “nuevo cielo y la presencia de Dios en la nueva tierra, que va posibilitando y animando el que Dios sea todo en todos y en todo (1 Cor 15, 28), porque Cristo lo es todo para todos (Col 3, 11)…La dinámica soteriológica de la fe cristiana historizada en hombres nuevos, que siguen anunciando firmemente, aunque siempre a oscuras, un futuro siempre mayor, porque más allá de los sucesivos futuros históricos se avizora el Dios salvador, el Dios liberador” (Utopía y profetismo desde América Latina).