Una auténtica reforma en la fe e iglesia y sociedad-mundo La opción mendicante y su actualidad
La actualidad, profundidad y verdad real de esta opción (movimiento) mendicante
Esa auténtica fe e iglesia apostólica, misionera y pobre con los pobres
En este tiempo, que hacemos memoria de nuestro querido Santo Domingo de Guzmán, queremos exponer lo que supone una auténtica reforma en la fe e iglesia y sociedad-mundo. Tal como la realizó el santo español, fundador de la Orden de Predicadores (dominicos), junto a otros iniciadores del movimiento mendicante. Ahí tenemos a su admirado San Francisco de Asís, origen de los Frailes Menores (franciscanos), San Juan de Mata, iniciador de los Trinitarios, San Pedro Nolasco y sus Mercedarios, los Agustinos, los Carmelitas con su posterior reforma de manos de Santa Teresa y San Juan de la Cruz, etc. Esta opción mendicante, renovadora de la vida eclesial y sociohistórica, a su vez ha influido en muy buena medida en otros santos y congregaciones religiosas, como San Ignacio de Loyola con su Compañía de Jesús o San Alfonso María de Ligorio y sus Misioneros Redentoristas.
Hoy en día, lejos de otras opciones con esos riesgos de purismos integristas e intimistas y guetos sectarios, estamos convencidos de la actualidad, profundidad y verdad real de esta opción (movimiento) mendicante. Ahí están sus frutos de santidad y sabiduría, junto a los nombres que ya hemos dado, como San Antonio de Padua, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, Santa Catalina y San Bernardino de Siena, la escuela de Salamanca, Santo Tomás de Villanueva, los misioneros y santos en América Latina, en Perú y un largo etc.
Efectivamente, como nos enseñan hoy la iglesia con el Concilio Vaticano II y los Papas como Francisco, todos estos santos y doctores que conforman la tradición eclesial e inspirados por la opción de mendicante, nos muestran esa auténtica fe e iglesia apostólica, misionera y pobre con los pobres. Siguiendo al Dios encarnado en Jesús humilde y pobre-crucificado, al servicio del Reino que nos regala el don de su salvación liberadora del pecado, del egoísmo e ídolos de la riqueza-riqueza, poder y violencia. Una fe e iglesia en conversión misionera y pastoral, anunciando y predicando el kerygma de la Pascua de Jesús Crucificado-Resucitado, que nos salva liberadora e integralmente de todo mal, pecado e injusticia y que culmina en la vida plena, escatológica y eterna.
La iglesia en salida, hacia las fronteras y periferias, con la pobreza evangélica-espiritual en comunión de vida, de bienes y acción solidaria por la justicia con los pobres de la tierra, que es guida por la misericordia, asumiendo compasivamente el sufrimiento e injusticia que padece la humanidad. Una fe, pues, que vive en esta conversión y fidelidad a Jesús, a la iglesia con su tradición y magisterio, a los pueblos, a las victimas y a los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral. En contra de todo dualismo o espiritualismo y secularismo (laicismo), frente a todo totalitarismo con sus fundamentalismos o relativismos e ideologizaciones, es una fe que se articula con la razón y la cultura, ya que la Gracia supone la naturaleza y la lleva a su plenitud.
Esa armonía e integración de la oración, la contemplación y la acción misionera con su constitutiva promoción de la justicia. El anuncio de la fe, la predicación de la verdad, la denuncia profética de toda mentira o mal e injusticia y la pobreza solidaria en la opción liberadora por los pobres, el estudio y la compasión misericordiosa. La espiritualidad con la celebración litúrgica (los sacramentos) y la vida moral, la mística y la caridad política que busca la verdad real, la promoción del laicado y su vocación (misión e identidad) propia, el bien común más universal, la paz y la civilización del amor.
Una vida espiritual y ética con un humanismo (pensamiento) social, liberador e integral que promueve la vida, la dignidad y los derechos de las personas en todas sus fases, dimensiones o formas, el destino de los bienes por encima de la propiedad que, junto a una índole personal, siempre tiene un carácter solidario y social. El trabajo decente, la dignidad de la persona trabajadora con sus derechos como es un salario justo, que está antes que el capital, el beneficio y la ganancia. Ese desarrollo humano, ecológico e integral con una economía al servicio de la vida y necesidades de las personas en oposición al pecado de la especulación financiera y bancaria con la usura y esos prestamos, créditos e intereses abusivos, usureros e injustos.
La democracia real cuya autoridad primera y última son las personas, los pueblos y los laicos como sujetos éticos y gestores de la vida social, económica, publica, política y jurídica al servicio de la vida, de la dignidad y del bien común. Y que, cuando las autoridades y leyes no posibilitan toda esta democracia ética ni son justas, los pueblos continúan con esta potestad de gobierno y gestión para cambiarlas, transformarlas y establecer otras más humanas, morales y de bien.
Como se observa, se delinea toda esta conversión misionera, espiritual y ecológica. La comunión fraterna con Dios, con los otros en la justicia social que responde al grito de los pobres y con la naturaleza, esa casa común que es nuestro planeta tierra. Impulsando la justicia ambiental, el cuidado de toda la vida y de la familia con una bioética global, la interculturalidad, el dialogo y encuentro interreligioso, la paz y la no violencia que nos libere del mal de las guerras, las armas y toda violencia.
Por tanto, esta opción mendicante, desde todo lo dicho hasta aquí, hace posible una fe e iglesia más creíble con un testimonio coherente que es el primer y principal camino de la misión evangelizadora. En esa comunión de (con) los santos, como Santo Domingo y sus compañeros mendicantes, que siguen intercediendo por nosotros.