"La llamada complexio oppositorum, muerto el Papa" La Iglesia es complicada y más aún en Sede Vacante: El caso Becciu

Becciu pasa al lado del féretro de Francisco
Becciu pasa al lado del féretro de Francisco Agencias

"En tiempos, los actuales, de populismo, de autoritarismo, de naderías parlamentarias y del iliberalismo de la tropa de Trump, es casi como si C.S. resucitase, escapado, y sin Juicio Final"

"Una complexio oppositorum, también en lo teológico, pues rigen juntos en la Iglesia el Antiguo y el Nuevo Testamento, habiéndose añadido el Misterio de la Trinidad al monoteísmo judío"

"No hay medias tintas: No tienen derecho a elegir Papa los que han dejado de ser cardenales, bien por decisión del Sumo Pontífice, bien por decisión del propio cardenal, renunciando a la dignidad cardenalicia con el consentimiento del Romano Pontífice"

“Todos los hombres tienen un pájaro en la cabeza, pero sólo los obispos creen que es el Espíritu Santo”. Clemens Söhngen, teólogo alemán. 


I.- La llamada complexio oppositorum de la Iglesia, en vida del Papa: 

El fallecimiento del argentino Franciscus, que nunca cantó ni desde el Altar de la Confesión, me pilló leyendo El camino de la Teología occidental, cuyo autor, Gottlieb Clemens Söhngen, fue hombre de ironías, tal vez por haber sido siempre de profundis. Aseguran que el alemán influyó en la finura e ironía de otro teólogo alemán, Joseph Ratzinger (luego Benedicto XVI).

Especial Papa Francisco y Cónclave

Benedicto XVI
Benedicto XVI

Este último, en una entrevista publicada en un suplemento dominical (18 de febrero de 2001) de un diario español, con ocasión de su viaje a Madrid en 2001, preguntado acerca de si Dios es siempre serio o también muestra sentido del humor, contestó: “Pienso que Dios tiene un agudo sentido del humor. A veces hasta puede llegar a darnos un pequeño empujón para advertirnos de que no deberíamos tomarnos tan en serio. El sentido del humor es una parte esencial del gozo de la creación”. 

Eso fue dicho por el que sería más tarde Santo y Padre, el Papa Benedicto XVI, “mi bendito Benedicto”, que así le llamé hasta lo de la renuncia, nada afortunada, y lo del secretario Gänswein (ahora en la “cercana” Lituania). Más ello, lo del humor, ha de requerir prudencia y cuidados: a la relación con personas de oficios de mucha “carga simbólica”, con vestimentas de tantos colores --caso de militares, toreros y clérigos, en especial los de rango y jurisdicción--, la risa o la sonrisa han de estar secretas, pues los “jajás” ostentosos, al verlos vestidos de tales guisas o maneras, pueden, con razón, levantar picores y suspicacias, ya de por sí muy suspicaces, los militares, toreros y los clérigos. Me parecen espectaculares, como de apoteosis de desfile de modas, los birretes rojos de cardenales y morados de obispos, estos con borla morada, muy visibles en Roma, en tiempos de Sedes Vacans. 

Y de Söhngen, por enigmáticos enlaces cerebrales, pasé a otro alemán, éste de la región del Sarre, Carl Schmitt, que, por haber aspirado a ser el Kronjurist del nefando Régimen del Tercer Reich y amigo de los “Javier Condes” y de los “Fueyos” del Anterior Régimen español, nombrar o citarlo, es aún pecado. Y si lo hago, es tentado por mi amigo Celestino Pardo, Registrador de la Propiedad que, habiendo sido siempre de izquierdas, tuvo tiempo, hace años, para escribir un libro sobre Carl Schmitt, editado por el español Centro de Estudios Constitucionales. Aclaro que mi amigo Registrador fue auxiliar en la Cátedra de Historia del Derecho (en la Universidad de Santiago de Compostela) del profesor Otero, esposo que fue de la única hija, Alma o Ánima, del viejo Schmitt.  

De Ramón Campderrich, de la Universidad de Barcelona, escrito en 2011, es lo siguiente: “Schmitt es uno de los pensadores del siglo XX que ejerce hoy en día mayor fascinación sobre la intelectualidad europea”. En tiempos, los actuales, de populismo, de autoritarismo, de naderías parlamentarias y del iliberalismo de la tropa de Trump, es casi como si C.S. resucitase, escapado, y sin Juicio Final

Libro

Uno de los mejores libros, a mi Juicio, del polígrafo alemán es el titulado: Catolicismo Romano y forma política; texto publicado en 1923, habiendo manejado este escribiente, el texto publicado en España por la Editorial Tecnos, en 2011, con tapas de color amarillo, como el de la bandera del Vaticano, aunque también color, el amarillo, de locos y de diablos. Aclaro que más interesante que la tesis del libro -análisis de la Iglesia católica en cuanto modelo para su concepción autoritaria y antiliberal de las formas políticas (el decisionismo)- me parecieron fundamentales ciertas referencias sobre el “ser” de la Iglesia. Schmitt, católico de cuna, del que Benedicto XVI no quiso acordarse, no fue teólogo fetén, a pesar de ser alemán, quedándose en la Teología política, como tantos otros, incluido Peterson, católico por conversión, homenajeado por Benedicto XVI.  

Acaso haya que comenzar, destacando la colaboración que existió entre la jerarquía eclesiástica y El Estado fascista de Italia, siendo lo máximo los Acuerdos Lateranenses de 11 de febrero de 1929 (de lo que deriva la actual Ley Fundamental del Estado de la Ciudad del Vaticano, de 26 de noviembre de 2000), entre el Reino de Italia (Benito Mussolini en nombre del Rey de Italia) y la Santa Sede (Cardenal Gasparri en nombre de Pío XI). 

Eje esencial de lo “schmittiano” es caracterizar a la Iglesia católica de complexio oppositorum, añadiendo que no parece haber contradicción alguna que ella no sea capaz de englobar o “engullir”. Concilia en su seno todas las formas de Estado y de Gobierno, desde la monarquía autocrítica, cuya cabeza es elegida por una aristocracia cardenalicia, hasta lo más democrático, que es la posibilidad de que “hasta el último de los pastores de los Abruzos tenga la posibilidad de convertirse en Papa”, llegando a ser jefe de una Iglesia y jefe de un Estado. Y hasta un Papa puede ser un convertido: caso de Francisco a lo ecológico, según leí el 10 de setiembre de 2020 en Alfa&Omega. Eso no es demérito, pues de Francisco admiré muchas ideas suyas, entusiasmándome un Angelus sobre Zaqueo y la gran Encíclica Dilexit Nos.                                                                                                                                  Una complexio oppositorum, también en lo teológico, pues rigen juntos en la Iglesia el Antiguo y el Nuevo Testamento, habiéndose añadido el Misterio de la Trinidad al monoteísmo judío, y sin perder de vista que unas veces, las menos, el hombre es “malo por naturaleza” y otras, las más, es “bueno por naturaleza”.  Un Papa que lleva el nombre de padre y una Iglesia que es la madre de los creyentes y esposa de Cristo, lo cual -añade Schmitt- es una combinación admirable de lo patriarcal y de lo matriarcal.

Se destaca también que la Iglesia católica es de un ilimitado oportunismo y de una elasticidad que le permite aliarse con corrientes y grupos contrapuestos; unas veces con lo más reaccionario y otras con lo más avanzado, continuando (la Iglesia), como conjunto histórico y como aparato administrativo, el universalismo del Imperio Romano, habiendo heredado, sin el llamado “beneficio de inventario”, las formas y el fondo de la jurisprudencia romana. “Sobre la base del Derecho romano, se desarrolló el cristianismo latino” --se escribe en el libro Juridización de lo sacro. Y con un aparato administrativo o burocracia a base de personas célibes, más o menos vírgenes, que rechazan tener una familia. 

Y todo lo concluye un principio de representación, cuyo ideal representado es el Dios verdadero, el Cristo o Dios hecho hombre, sacrificado en la cruz para la redención de los pecados de toda la humanidad. He ahí el Pathos de su autoridad y el principio sublime de la bilocación o representación, tal como se puede leer en el Codex. A la Iglesia, “la casa de Dios vivo”, se la llama en la Constitución conciliar (Vaticano II) Lumen Gentium.

Capilla ardiente del papa Francisco
Capilla ardiente del papa Francisco

II.- La llamada complexio oppositorum, muerto el Papa:

El Papa, cuerpo y alma, al ser de la categoría de lo religioso, pertenece al mundo de lo simbólico, del signo y del símbolo que los descubrieron los teólogos alemanes en los años sesenta del siglo XX leyendo a Saussure. Forman parte hoy de la Teología dogmática, y viendo el Concilio Vaticano II símbolos y signos por doquier. ¿Dónde se sitúa el signo sacramental? – preguntó en 2003 San Juan Pablo II. Hasta los autores franceses de la Postmodernidad se preocuparon de eso, como Jean Baudrillard, el cual, en una conferencia pronunciada en Madrid, el martes 15 de septiembre de 1987, titulada El exorcismo del cuerpo, se atrevió a considerar al Papa como un “mutante de signos”, y eso que no se pudo imaginar el francés, en 1987, lo que acontecería a finales de marzo de 2005, próxima la muerte del Papa, con lo de ¡Santo Súbito!

 ¡Qué importantes son los cuerpos de los Papas, vivos y sobre todo muertos! Respecto a los Papas vivos, a algunos especialmente, a Pio XII y Benedicto XVI, era inimaginable pensar que llevaran pantalones, como es inimaginable que los espíritus puros o ángeles se taparan al humano modo, con pantalones. Y en esto llegó Francisco, que hasta hizo alarde de pantalones y zapatones negros, no como Benedicto XVI que los llevaba rojos, de la acreditada marca “Prada” (a los zapatos me refiero, que no a los pantalones que, como la sotana, eran blancos y muy subidos para que no se vieran por abajo. 

La procesión o traslación de la salma de San Juan Pablo II desde la Sala Clementina a la Basílica vaticana fue dramática, pues el rostro muy visible del Papa, expuesto a todas miradas, era horroroso por muerto y desfigurado por cadáver, no recordando la esplendidez vital del Papa en otro tiempo. Por ello, esta vez, caso del Papa Francisco, su cuerpo quedó encajonado en un enorme armatoste, llamado féretro que, para ver el rostro del Papa, en la traslación de Santa Marta a la Basílica y luego en la Basílica, había que subirse a una escalera.

Y es que lo que parece siempre igual e inmutable, en realidad es lo contrario. ¡Qué luces, las del Palacio Apostólico mirando a la Plaza, señales como de mucha vida, habiendo muerte tras los cristales de la balconada en tiempos de San Juan Pablo II! ¡Aquello fue como de Hollywood! ¡Qué oscuridad, qué tristeza –para contraste- ahora mismo! ¡Qué solitaria y oscura, estaba la Plaza de San Pedro en la noche del día 21 de abril de 2025 como si el mismo Palacio Apostólico, que Francisco no quiso, no existiera por tener apagadas las luces!

Cobo, rezando por el Papa Francisco en la basílica de San Pedro
Cobo, rezando por el Papa Francisco en la basílica de San Pedro Archimadrid

III.- La fúnebre Constitución en forma Motu Proprio:   

Dado que abundan los especialistas comentarios en Universi Dominici Gregis, periodistas y tertulianos, declarados ateos y progubernamentales de Sánchez, apenas me detendré en su examen. Unas normas, Universi, de Juan Pablo II, y otras, Nonnullas, de Benedicto XVI. Tuvo que tener Benedicto XVI muchos imperativos para renunciar después de leer los comienzos de la Constitución Apostólica, en los que se dice sobre el Apóstol Pedro: “Dio a Cristo el supremo testimonio de sangre con el martirio”.               

Me interesan especialmente tres números: el 32, el 36 y el 87. Vayamos a ellos:

--El numero 32 se refiere al llamado “testamento” del Papa, de lectura obligada por el Camarlengo en la primera Congregación cardenalicia. “Si el Sumo Pontífice difunto ha hecho testamento de sus cosas…” (De rebus suis testamentum fecit) –se dice-. Llama la atención lo de “sus cosas”, aunque después, más técnicamente, a las “cosas”, llama “bona privata”. Ciertamente las “res” (cosas) son también las “bona”, pero de otra manera. Y lo de “bona privata” parece redundante, pues ni el Papa, actualmente, puede disponer de los bienes públicos. ¿De quién será hoy, bona privata, la rica colección de joyas y oros, en forma de pectorales, de Benedicto XVI? ¿Dónde estarán? ¿Quién será su poseedor o quién se habrá atribuido la propiedad?

--El número 36 y lo del llamado “affaire Becciu”, isleño nacido en Córcega, como Cossiga, también sardo.

Opinar acerca de si monseñor Becciu es aún cardenal, con competencia a proveer a la elección del Romano Pontífice (canon 349 del vigente Codex), que es un derecho y un deber la participación en el Cónclave, pudiera ser de temeridad, al no disponer de documentación fehaciente que, de haberla, estarán posiblemente bajo custodia del arzobispo Subsecretario Edgar Peña Parra, de la Sección de Asuntos Generales de la Secretaría de Estado, que “nada bien se lleva con Becciu”, antecesor en el cargo curial. Becciu ya fastidió las posibilidades papales de Parolin, Secretario de Estado.

Me limitaré a copiar el artículo 36 de la Universi Dominici Gregis, y “un poco más, sólo un poco” por prudencia. Con carácter previo al articulado, la Constitución Apostólica dice de “normas muy precisas y claras para que la elección (del Papa) tenga lugar del modo más digno y conforme al cargo de altísima responsabilidad que el elegido, por investidura divina, deberá asumir mediante su aceptación”. 

“36. Un Cardenal de la Santa Iglesia Romana, que haya sido creado y publicado en Consistorio, tiene por eso mismo el derecho a elegir al Pontífice según el n.33 de la presente Constitución, aunque no se le hubiera impuesto la birreta, entregado el anillo, ni hubiera prestado juramento. En cambio, no tienen este derecho los Cardenales depuestos canónicamente o que hayan renunciado, con el consentimiento del Romano Pontífice, a la dignidad cardenalicia. Además, durante la Sede vacante, el Colegio de los Cardenales no puede readmitir o rehabilitar a éstos”. 

Sedes Vacans

Y ya entro en el “un poco más, sólo un poco”. ¿Si hay debate o dudas, dónde está el fallo? pues tiene que haberlo y ser muy gordo. El número 36 contempla dos supuestos, sólo dos, de pérdida del derecho, por los cardenales, de elegir al Pontífice: 

--los cardenales depuestos canónicamente

--la renuncia a la dignidad cardenalicia  

No hay medias tintas: No tienen derecho a elegir Papa los que han dejado de ser cardenales, bien por decisión del Sumo Pontífice, bien por decisión del propio cardenal, renunciando a la dignidad cardenalicia con el consentimiento del Romano Pontífice. Si el Papa es el que “crea” a los cardenales y el Consistorio publica el nombramiento (véase lo dispuesto en el canon 351,2 del Codex) parece normal que el Papa pueda deponerlos canónicamente por graves causas, lo cual ha de tener publicidad. Muy interesante es el caso de los Cardenales in pectore o in petto (“nombrados en el secreto de su corazón” por el Papa, que no pueden disfrutar de los derechos y obligaciones de los cardenales en tanto su nombre no es anunciado públicamente (Véase lo dispuesto en el canon 351,3 del Códex). La pregunta inevitable es: ¿El Papa Francisco depuso a Becciu? Pues, sorprendentemente, eso no se sabe. Es indudable que Francisco hubiese tenido que haber sido mucho más valiente para aclarar eso, enfrentándose al sardo clérigo y persona muy próxima al Papa, dejándose “de tanto si, pero no” y de otras gaitas contempladas.  

Y eso nada tiene que ver con la lista de barbaridades y delitos que el Tribunal de la Ciudad del Vaticano, de acuerdo con el Código Penal también vaticano, reprochó penalmente a Becciu, en una sentencia de 800 páginas, que concluyó con la condena del alto clérigo de cinco años y medio de cárcel en la primera instancia. El consentimiento del Papa Francisco a que Becciu participara en consistorios y celebración litúrgicas, como un cardenal más, incluso vestido de rojo y con la birreta roja de Cardenal, lo complica todo. Ni hubo claridad ni precisión, de ahí las dudas actuales que, por su trascendencia, se pueden solucionar al desacreditado “vaticano modo”, el del filósofo de antes de Sócrates, el del “nada es, todo fluye”.

Queda lo de la renuncia del cardenal delincuente según el Tribunal vaticano. Los juristas que, con magia, pueden decir una cosa y la contraria al mismo tiempo, pueden asegurar que quien puede lo más, también lo menos. O sea, que si se puede renunciar a lo más, a ser cardenal, también a lo menos, aunque importante: derecho a elegir al Sumo Pontífice. Más el texto del número 36 sólo contempla una renuncia total, no parcial, “a la dignidad cardenalicia”. Y la renuncia no puede ser un asunto privado, una mera conversación o un “bla, bla” entre el Papa y el renunciante; ha de ser solemne y con publicidad, por escrito, pues es el reverso de la “creación” cardenalicia, hecha pública en un Consistorio.

Lo de Becciu me parece de interés; por eso, desde el lunes 21 de abril, gracias a Internet, leo todos los días gratuitamente, en el periódico de Cerdeña L´Unione sarda las crónicas de Paolo Matta. Leí que el lunes 21 Angelo Becciu salió de la Isla en dirección a Roma despidiéndose en sardo: “Io ci saró”.

Ravelli

--El número 87. El llamado Maestro de Ceremonias Litúrgicas Pontificias, monseñor Ravelli, que así se llama el Maestro, hará de notario, levantando acta de la aceptación del nuevo Pontífice y del nombre tomado. Su Oficina se regula en los artículos 231 y siguientes de “Praedicate Evangelium”, entre la Oficina de la Prefectura de la Casa Pontificia y la otra Oficina, llamada “Camarlengo”. Es natural que me interese mucho monseñor Ravelli, al que vi vestido de manera primorosa acompañando al Camarlengo en la traslación o procesión de la mañana del miércoles 23 de abril.

Y es que los Maestros de Ceremonias vaticanos son tiesos como velas dentro de sus ropajes morados, con gorros y borlas morados. Fue de estética ver a monseñor Ravelli. Y es atractivo leer la Constitución Apostólica Universi Dominici en clave de fe --no virtud teologal--, sino de fe notarial, pues en ella hay diferentes clases o tipos de fedatarios. Y eso de que un fedatario sea Maestro de Celebraciones, me interpela. 

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