El proyecto mesiánico-liberador del cristianismo En memoria de Senén Vidal
Ha fallecido en Salamanca, el 11 de abril del 2016, Senén Vidal, uno de los escritores, estudiosos y profesores más relevantes del Nuevo Testamento. Autor de diversos libros y publicaciones, en especial de la figura u obra de San Pablo de Tarso y de Jesús de Nazaret. Senén fue compañero de docencia en el Instituto Superior de Teología de las Islas Canarias (ISTIC, Sede Gran Canaria), y colaboramos en actividades culturales y formativas en el Centro Loyola, Centro Fe-Cultura de los Jesuitas de Las Palmas de GC., donde yo era subdirector. A partir de la obra del amigo y maestro Senén Vidal, como recuerdo con afecto y memoria agradecida, vamos hacer unas reflexiones y consideraciones. Lo que creemos que está en las claves de sus publicaciones u obra y que, a su vez, es la entraña del cristianismo.
El acontecimiento mesiánico
El corazón de la fe cristiana está atravesado por el acontecimiento mesiánico y liberador de Jesús, el Cristo-Mesías Crucificado y Resucitado por el Reino que nos regala el don de su salvación liberadora. Jesucristo con su vida y entrega al servicio de su proyecto, el Reino de Dios, nos trae la transformación liberadora y renovación de la creación, del mundo y de la humanidad, del cosmos e historia. Este acontecimiento mesiánico que nos dona Jesús con su vida y entrega, el Mesías-Cristo Crucificado con su proyecto de Reino, nos introduce en el ámbito de la salvación desde el amor y justicia con los pobres, nos libera del mal e injusticia.
El proyecto mesiánico y escatológico de Jesucristo Resucitado-Crucificado y su Reino: ya empieza a realizarse en el presente, en el mundo e historia, en la transformación liberadora de la humanidad nueva, en la renovación del cosmos y de la creación; y culmina o se consuma en el futuro, en la plenitud de la existencia, en la vida plena y eterna (cf. Rm 8, 22-39). Con la última y definitiva venida de Cristo, el Mesías Crucificado-Resucitado, e instauración de su Reino en todo el universo, con la salvación liberadora y universal, cuando “Dios sea todo en todos” (1 Cor 15,28).
La salvación liberadora y sabiduría de Dios nos viene por Cristo-Crucificado, al que Padre Resucita, que se opone al afán de dominio o poder y codicia de los sistemas e ideologías judía y romana (cf. 1 Cor 1-2). La cruz de Cristo, en donde se manifiesta su entrega y amor en la justicia, es la crítica y liberación integral de toda ley opresora e institución y sistema excluyente, de toda dominación, poder y ambición que impiden la verdadera sabiduría, la real libertad y salvación.
Los poderes y el mal de todo tipo, como son los ídolos de la riqueza y codicia, han entrado en conflicto con el Reino de Dios y su justicia, han perseguido y crucificado a Jesús. El proyecto mesiánico del Reino, que terminó con Jesús en la cruz, es la denuncia profética de todos estos poderes e ídolos que producen muerte e injusticia. Es el anuncio y esperanza de que, en Cristo Crucificado-Resucitado, el mal, la muerte e injusticia no tienen la última palabra; sino el amor y la vida, la paz y la justicia con los pobres u oprimidos y víctimas de la historia.
El pueblo mesiánico
Este acontecimiento mesiánico de Jesús y su Reino convoca al pueblo de Dios, a la comunidad e iglesia mesiánica que, desde el seguimiento de Jesucristo en su Espíritu, va escenificando y testimoniando esta salvación liberadora. El pueblo e iglesia mesiánica existe para el servicio de la misión del Reino, ir haciendo presente el Reino de Dios en el mundo e historia. Ser testigo de la humanidad nueva del Reino, a la que todos los pueblos están llamados.
Por tanto el corazón y la entraña del pueblo e iglesia es la misión del Reino. Cuya norma o ley suprema es el amor fraterno entre este pueblo y todos los seres humanos (cf. 1 Cor 13), hijos del Dios Padre con entrañas maternas que se nos revela en Jesús. La humanidad e iglesia mesiánica, desde el Reino, vive para este amor en la justicia entre los pueblos y con los pobres se acoge por la fe en Cristo Jesús, en la confianza y adhesión firme e incondicional al Reino con su salvación liberadora. Es la fe que se realiza en este amor (Gal 5,6), en la justicia que nos regala Dios, que nos justifica liberando al mundo de la maldad e injusticia; restituyendo salvíficamente a la humanidad y creación al ámbito u orden de la bondad, del amor y de la justicia.
Misión y praxis mesiánica
Por tanto, el don e indicativo de amor del Reino Dios con su justicia liberadora, que nos transforma y nos renueva como justos, nos llama o convoca a la responsabilidad e imperativo moral (cf. Rm 5). Cuya ley es el mismo amor fraterno y justicia con los pobres, excluidos y víctimas de la historia. La libertad humana, moral y espiritual se realiza realmente en el amor, en el servicio y responsabilidad con los otros (cf. Gal 5, 13) en la promoción de la fraternidad solidaria y justicia con los pobres.
El verdadero culto o sacrificio a Dios, como es la eucaristía, supone e implica esta entrega existencial libre y liberadora, este amor comprometido en la praxis solidaria y de la justicia con los pobres (cf. 1 Cor 1, 17-34). De lo contrario resulta que “la celebración del banquete mesiánico, lejos de ser el signo efectivo de una nueva humanidad, en la que quedaban eliminadas las divisiones de la humanidad vieja, se convertía en una manifestación sancionadora de las estructura injusta del mundo viejo” (S. Vidal, Pablo. De Tarso a Roma, p. 154).
Por lo tanto, desde todo lo anterior, vamos viendo como el acontecimiento mesiánico del Reino de Dios, desde la fe y vida en Cristo- tal como se realiza en el bautismo, nos regala el amor y justicia liberadora de toda opresión, desigualad e injusticia. Se terminaron las desigualdades e injusticia por razón de la raza, nación o confesión religiosa (“ni entre judío ni griego”), de sexo (“ni entre varón o mujer”) o clase social y económica (“ni entre esclavo o libre”, cf. Gál 3,26-28). Es la humanidad nueva de los hijos e hijas de Dios que, con la existencia renovada en el amor y fraternidad, nos lleva a terminar con toda dominación, marginación y exclusión.
Como se observa por todo lo dicho hasta aquí, como nos enseña la teología y enseñanza de la iglesia, el cristianismo no puede perder nunca toda esta entraña mesiánica-escatológica. La fe cristina está constituida por esta tensión profética, utópica y trascendente. Con la esperanza de la salvación liberadora de todo mal, muerte e injusticia que va transformando y renovando el mundo e historia. El cristianismo es memoria, celebración y praxis del acontecimiento mesiánico del Cristo Crucificado. Lo que subvierte todo poder y sistema injusto, revierte la historia en el amor, solidaridad y la justicia con los pobres y víctimas de la historia.
Conclusión
Para concluir, pues, creemos que si perdemos todo este aguijón mesiánico y profético-escatológico de Jesús Crucificado por el Reino: la religión se aburguesa, la fe se convierte en existencia “light” e ideología, se cae en el individualismo posesivo e insolidario; las comunidades e iglesias se transforman en instituciones burocráticas e ideológicas, burguesas y elitistas. Ya que mantienen o ambicionan el poder, los privilegio y el sistema establecido en el mal e injusticia. Y, de esta forma, no damos testimonio de la fe y misión en Cristo Crucificado-Resucitado por el Reino, impedimos la misión con su salvación liberadora, rechazando el amor fraterno y la justicia de Dios.
Terminamos como al comienzo, dando las gracias a Dios y a Senén Vidal por su vida, por su obra y sabiduría bíblica-mesiánica, por ser testigo de la fe y el amor de Dios en Cristo. Y desde el Espíritu, nos animamos a seguir estudiando e investigando su legado u obra, a continuar y profundizar el proyecto mesiánico del cristianismo. Tal como se nos reveló en Cristo y nos transmitió Pablo. Para pro-seguir con las semillas y los frutos de la salvación, de liberación integral que nos trae Cristo Crucificado-Resucitado con su Reino de amor y fraternidad, paz y justicia con los pobres.
El acontecimiento mesiánico
El corazón de la fe cristiana está atravesado por el acontecimiento mesiánico y liberador de Jesús, el Cristo-Mesías Crucificado y Resucitado por el Reino que nos regala el don de su salvación liberadora. Jesucristo con su vida y entrega al servicio de su proyecto, el Reino de Dios, nos trae la transformación liberadora y renovación de la creación, del mundo y de la humanidad, del cosmos e historia. Este acontecimiento mesiánico que nos dona Jesús con su vida y entrega, el Mesías-Cristo Crucificado con su proyecto de Reino, nos introduce en el ámbito de la salvación desde el amor y justicia con los pobres, nos libera del mal e injusticia.
El proyecto mesiánico y escatológico de Jesucristo Resucitado-Crucificado y su Reino: ya empieza a realizarse en el presente, en el mundo e historia, en la transformación liberadora de la humanidad nueva, en la renovación del cosmos y de la creación; y culmina o se consuma en el futuro, en la plenitud de la existencia, en la vida plena y eterna (cf. Rm 8, 22-39). Con la última y definitiva venida de Cristo, el Mesías Crucificado-Resucitado, e instauración de su Reino en todo el universo, con la salvación liberadora y universal, cuando “Dios sea todo en todos” (1 Cor 15,28).
La salvación liberadora y sabiduría de Dios nos viene por Cristo-Crucificado, al que Padre Resucita, que se opone al afán de dominio o poder y codicia de los sistemas e ideologías judía y romana (cf. 1 Cor 1-2). La cruz de Cristo, en donde se manifiesta su entrega y amor en la justicia, es la crítica y liberación integral de toda ley opresora e institución y sistema excluyente, de toda dominación, poder y ambición que impiden la verdadera sabiduría, la real libertad y salvación.
Los poderes y el mal de todo tipo, como son los ídolos de la riqueza y codicia, han entrado en conflicto con el Reino de Dios y su justicia, han perseguido y crucificado a Jesús. El proyecto mesiánico del Reino, que terminó con Jesús en la cruz, es la denuncia profética de todos estos poderes e ídolos que producen muerte e injusticia. Es el anuncio y esperanza de que, en Cristo Crucificado-Resucitado, el mal, la muerte e injusticia no tienen la última palabra; sino el amor y la vida, la paz y la justicia con los pobres u oprimidos y víctimas de la historia.
El pueblo mesiánico
Este acontecimiento mesiánico de Jesús y su Reino convoca al pueblo de Dios, a la comunidad e iglesia mesiánica que, desde el seguimiento de Jesucristo en su Espíritu, va escenificando y testimoniando esta salvación liberadora. El pueblo e iglesia mesiánica existe para el servicio de la misión del Reino, ir haciendo presente el Reino de Dios en el mundo e historia. Ser testigo de la humanidad nueva del Reino, a la que todos los pueblos están llamados.
Por tanto el corazón y la entraña del pueblo e iglesia es la misión del Reino. Cuya norma o ley suprema es el amor fraterno entre este pueblo y todos los seres humanos (cf. 1 Cor 13), hijos del Dios Padre con entrañas maternas que se nos revela en Jesús. La humanidad e iglesia mesiánica, desde el Reino, vive para este amor en la justicia entre los pueblos y con los pobres se acoge por la fe en Cristo Jesús, en la confianza y adhesión firme e incondicional al Reino con su salvación liberadora. Es la fe que se realiza en este amor (Gal 5,6), en la justicia que nos regala Dios, que nos justifica liberando al mundo de la maldad e injusticia; restituyendo salvíficamente a la humanidad y creación al ámbito u orden de la bondad, del amor y de la justicia.
Misión y praxis mesiánica
Por tanto, el don e indicativo de amor del Reino Dios con su justicia liberadora, que nos transforma y nos renueva como justos, nos llama o convoca a la responsabilidad e imperativo moral (cf. Rm 5). Cuya ley es el mismo amor fraterno y justicia con los pobres, excluidos y víctimas de la historia. La libertad humana, moral y espiritual se realiza realmente en el amor, en el servicio y responsabilidad con los otros (cf. Gal 5, 13) en la promoción de la fraternidad solidaria y justicia con los pobres.
El verdadero culto o sacrificio a Dios, como es la eucaristía, supone e implica esta entrega existencial libre y liberadora, este amor comprometido en la praxis solidaria y de la justicia con los pobres (cf. 1 Cor 1, 17-34). De lo contrario resulta que “la celebración del banquete mesiánico, lejos de ser el signo efectivo de una nueva humanidad, en la que quedaban eliminadas las divisiones de la humanidad vieja, se convertía en una manifestación sancionadora de las estructura injusta del mundo viejo” (S. Vidal, Pablo. De Tarso a Roma, p. 154).
Por lo tanto, desde todo lo anterior, vamos viendo como el acontecimiento mesiánico del Reino de Dios, desde la fe y vida en Cristo- tal como se realiza en el bautismo, nos regala el amor y justicia liberadora de toda opresión, desigualad e injusticia. Se terminaron las desigualdades e injusticia por razón de la raza, nación o confesión religiosa (“ni entre judío ni griego”), de sexo (“ni entre varón o mujer”) o clase social y económica (“ni entre esclavo o libre”, cf. Gál 3,26-28). Es la humanidad nueva de los hijos e hijas de Dios que, con la existencia renovada en el amor y fraternidad, nos lleva a terminar con toda dominación, marginación y exclusión.
Como se observa por todo lo dicho hasta aquí, como nos enseña la teología y enseñanza de la iglesia, el cristianismo no puede perder nunca toda esta entraña mesiánica-escatológica. La fe cristina está constituida por esta tensión profética, utópica y trascendente. Con la esperanza de la salvación liberadora de todo mal, muerte e injusticia que va transformando y renovando el mundo e historia. El cristianismo es memoria, celebración y praxis del acontecimiento mesiánico del Cristo Crucificado. Lo que subvierte todo poder y sistema injusto, revierte la historia en el amor, solidaridad y la justicia con los pobres y víctimas de la historia.
Conclusión
Para concluir, pues, creemos que si perdemos todo este aguijón mesiánico y profético-escatológico de Jesús Crucificado por el Reino: la religión se aburguesa, la fe se convierte en existencia “light” e ideología, se cae en el individualismo posesivo e insolidario; las comunidades e iglesias se transforman en instituciones burocráticas e ideológicas, burguesas y elitistas. Ya que mantienen o ambicionan el poder, los privilegio y el sistema establecido en el mal e injusticia. Y, de esta forma, no damos testimonio de la fe y misión en Cristo Crucificado-Resucitado por el Reino, impedimos la misión con su salvación liberadora, rechazando el amor fraterno y la justicia de Dios.
Terminamos como al comienzo, dando las gracias a Dios y a Senén Vidal por su vida, por su obra y sabiduría bíblica-mesiánica, por ser testigo de la fe y el amor de Dios en Cristo. Y desde el Espíritu, nos animamos a seguir estudiando e investigando su legado u obra, a continuar y profundizar el proyecto mesiánico del cristianismo. Tal como se nos reveló en Cristo y nos transmitió Pablo. Para pro-seguir con las semillas y los frutos de la salvación, de liberación integral que nos trae Cristo Crucificado-Resucitado con su Reino de amor y fraternidad, paz y justicia con los pobres.