El siglo de oro hispano-peruano, espiritualidad y cultura humanista
No es casualidad que al mismo tiempo, en las mismas coordenadas históricas, que en España se desarrollaba el conocido como Siglo de Oro, en Perú se diera ese comienzo esplendoroso de la santidad y del humanismo que, conjuntamente, se estaba realizando en esta tierra hispana.
En España, en esa época gloriosa, tenemos a los maestros espirituales y culturales como Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, Ignacio de Loyola, Juan de Ávila o Pedro de Alcántara; junto a ellos, literatos y artistas inspirados en esta fe como el genio de Cervantes, con su trascendente Quijote, o un Velázquez. El renacimiento y humanismo en Europa -por ejemplo, con un Santo Tomás Moro-, tiene una de sus expresiones más logradas en el hispano, con este siglo de oro español y dichos genios místicos, culturales, con la escuela de Salamanca y sus maestros del pensamiento como Vitoria, Soto o Suárez que profundizan en el genio del Aquinate.
Y, con sus límites o carencias junto a sus luces, toda esta renovación espiritual y humanista fluye en la fe y misión que se realiza en América Latina con dominicos, franciscanos u otros religiosos, misioneros...Dando esos frutos espirituales y morales de santidad, solidaridad y justicia en testimonios como Santo Toribio, San Francisco Solano, Juan Macías, Rosa de Lima y Martín de Porres que, con su vida y obra, encarnaron estos valores, principios e idéales del humanismo católico.
Las místicas, utopías (de Moro o Cervantes junto a la escuela de Salamanca) y esperanzas de toda esta cultura humanista, lo más originario y valioso de la modernidad, toman carne en estos testigos de la fe en Perú u otros en Latinoamérica. Tales como Montesinos, Córdoba, Las Casas, Anchieta, el proto-mártir Valdivieso, Vasco de Quiroga y un largo etc.
Dichos santos peruanos y testimonios de la fe e iglesia hispanoamericana, en el seguimiento de Jesús, nos transmiten su profunda espiritualidad. Esa vida habitada por el Espíritu Santo y mística en la comunión con Dios en Cristo, con los otros, con los pobres y la naturaleza, con toda la creación. Cimentados en la tradición bíblica-católica y patrística (con un San Agustín), como es (por ejemplo) la espiritualidad mendicante de San Francisco de Asís o Domingo de Guzmán e ignaciana (San Ignacio de Loyola), nuestros queridos santos peruanos o dichos pensadores y testimonios: son verdaderos adelantados de una real espiritualidad y teología liberadora.
Esto es, siguiendo (unidos) al Dios encarnado en Jesús Pobre y Crucificado-Resucitado con su Espíritu, la santidad del amor fraterno y pobreza evangélica (solidaria) en la comunión de vida, bienes y compromiso por la justicia con los pobres de la tierra; frente al pecado personal y social (histórico) e ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y la violencia. Unos auténticos maestros del buen vivir y la ecología integral, esas interrelaciones armoniosas y cuidado de la vida con el sentido personal de la existencia, con los otros en la solidaridad que promueve la justicia social con los pobres y con la hermana tierra-naturaleza. En oposición a esos falsos dioses del dinero, la codicia, el poseer y tener que se sacrifican el ser persona.
Ellos son pioneros de la justicia social (global), los derechos humanos y del derecho internacional en su defensa (protección) de la vida, la dignidad y cultura de los nativos e indígenas americanos, los oprimidos y pobres. Promoviendo el destino universal y equidad de los bienes, una economía al servicio de la necesidades y desarrollo humano e integral de los pueblos. La participación (protagonismo) y gestión democrática de todos los pueblos y los pobres, para unas relaciones internacionales justas, sin dominación ni opresión.
Realizaron la vital responsabilidad ética-política y jurídica, para que se llevara a la practica el significado real de las autoridades, leyes y ordenamiento del derecho: el reconocimiento de la más auténtica naturaleza humana y ambiental, con el cuidado de la vida en todas fases, formas y dimensiones; esa ley natural con su antropología integral, que reconoce la sagrada e inviolable dignidad de la persona, la libertad, la justicia social con los pobres, el bien común más universal y los derechos humanos desde los oprimidos y sin derechos.
Desarrollaron pues una profunda conciencia moral y social. Esta militancia cultural, pacífica y política-democrática contra todas aquellas leyes inmorales e injustas, que estaban en contra de dicho sentido y finalidad de proteger la vida, la dignidad y el bien común de las víctimas, los pobres y los pueblos.
Nuestros queridos santos y testimonios promovieron el dialogo con el respeto y encuentro intercultural, la convivencia fraterna junto a la paz frente las guerras y violencia. Esa inculturación de la fe en la acogida de todo lo bueno, verdadero y bello de lo andino e indígena que tiene esa afinidad espiritual con este buen vivir y ecología espiritual e integral. Y que nos muestra el Dios de la vida humanizadora, plena y eterna. Ahora que estamos celebrando el día del Perú y en camino ya a su bicentenario, más que nunca, se hace muy necesario e imprescindible hacer memoria, educar con cultura y poner en practica todo este legado espiritual, humanista y ético: que es, siempre, lo más valioso en todo pueblo y patria-nación. Dando gracias a Dios y a la iglesia por tanto bien recibido.