¡Feliz sábado! En la liturgia ya cambia la antífona mariana de rigor por otra que está llena de alegría por la Resurrección del Señor. Y vamos a hacer este debut con una obra muy especial y curiosa. El maestro que la ha compuesto ya ha aparecido antes por aquí.

Estoy hablando de Edmund Rubbra (1901-1986), compositor inglés nacido en Northampton. Es uno de los representantes de la generación de entreguerras. Su madre fue quien le dio las primeras lecciones musicales y, aunque con catorce años tuvo que buscarse un trabajo que no guardaba relación con la música, su afición por esta no lo abandonó nunca. En 1917 empezó a aprenderla de forma privada y posteriormente pudo matricularse en el Royal College para estudiar nada menos que con Gustav Holst. Se graduó y sus comienzos como compositor fueron un poco movidos, pero poco a poco comenzó a publicar sus sinfonías y su carrera finalmente despegó. Empezar a trabajar para la universidad de Oxford le permitió una estabilidad y, en 1961, fue contratado por la Guildhall School, donde estuvo hasta la década de 1980.

Una gran obra suya es la Sinfonía n.º 9 op. 140, subtitulada «Sinfonía Sacra». Su sexto movimiento es el Regina coeli. No fue nada fácil dotar de unidad a esta gran composición y fue completada el Viernes Santo de 1972. Rubbra intentó crear como una especie de homenaje a las pasiones de Bach. La segunda parte narra el descubrimiento de la tumba vacía y Rubbra consigue un gran efecto. Termina con ese canto que es el Regina coeli, que le aporta a esta parte un colorido especial puesto que nos muestra toda la alegría pascual.

La interpretación es del Coro de la Orquesta Nacional de la BBC de Gales dirigido por Richard Hickox.