En la cuerda floja

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¡Feliz lunes! Danzar en una cuerda floja es algo bastante complicado, supongo. A veces nuestra vida está también un poco en la cuerda floja y nos sentimos bailarines a punto de caer al vacío. Veamos cómo se puede plasmar todo esto en música.

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Hoy disfrutaremos de la música de Sofiya Gubaidúlina (1931), compositora rusa de nacimiento tártaro en Chístopol. Tras estudiar piano en Kazán pasó a Moscú y se graduó después de estudiar con Shebalin. Hasta 1992 vivió en esta ciudad, pero después se trasladó a Hamburgo. En 1985 se le permitió viajar a occidente y ella misma comprobó que su estatus como compositora era ya grande. Según sus propias palabras, divide su proceso compositivo en varias etapas y para ella la más excitante es la de los comienzos de la composición. Ahí siente un verdadero placer en el sentido casi literal de la palabras. Los acordes brillan con todos los colores y resuenan con todas las notas. Es una visión áurea y totalmente visual que dura en realidad poco tiempo. A partir de ahí tiene que empezar a comprender lo que ha pasado y ya eso no es demasiado agradable para ella.

Escuchemos su obra titulada Der Seiltänzer, para violín y piano. La idea es reflexionar sobre la vida diaria, vinculada al riesgo y el peligro, y un deseo de escapar de ella mediante la danza y el éxtasis. Su interés era creada la circunstancias para jugar con los contrastes, puesto que el ritmo del violín se introduce en el sonido del piano en el que se toca directamente sobre las cuerdas del mismo. Los sonidos se van transformando en un agresivo fortísimo de los graves y el pianista utiliza diversos artilugios sobre el instrumento, hasta que finalmente pasa de las cuerdas al teclado.

La interpretación es de Roman Mints (violín) y Mikhail Dubov (piano).

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