El arzobispo de Lima hace un balance de los últimos 12 meses Carlos Castillo: "2020 ha sido un año sumamente difícil y complejo"
"Como Iglesia, hemos querido acompañar este proceso de dificultades diciendo, con una palabra suficientemente oportuna, aquello que es necesario decir para hacer recapacitar a nuestro país"
"Se han recuperado los comedores populares, las ollas comunes, la alianza entre toda la gente, nuestra Cáritas Lima que ya casi no existía, porque estaba dedicada básicamente a dos barrios, ahora se ha diversificado en todas las parroquias"
| Manuel Cubías, Vatican News
“2020 ha sido un año sumamente difícil y complejo” afirma monseñor Carlos Castillo cuando describe este año que está por terminar. El obispo considera que los principales temas de este período son: la pandemia, la riqueza repartida de manera desigual y como consecuencia, la creciente pobreza; la crisis política que tiene por fundamento la corrupción y las ambiciones políticas. Desde un punto de vista más positivo identifica las múltiples expresiones de unidad y solidaridad con quienes sufren la pandemia; el apoyo de personas concretas defendiendo la vida de los enfermos y la actitud de los jóvenes al expresarse contra actitudes antidemocráticas.
Año difícil y complejo
Monseñor Castillo puntualizó que este “ha sido un año difícil y complejo” porque “el Covid-19 que llegó sorpresivamente a todos sin preparación. Segundo, porque estamos en un tránsito muy difícil en medio de una era global que nos ha influido enormemente, y que produjo a nuestro país un efecto denominado “el chorreo económico”, que en el fondo no ha sido tal, como algunos dicen: “ha chorreado para arriba”, y como evaluación tenemos que hay muchísima más pobreza y mucho más ahora que ha crecido la enfermedad del Covid-19”.
El arzobispo de Lima señaló la corrupción como otro elemento negativo: “ha habido aspectos muy negativos como el uso de la corrupción de algunas mafias para poder beneficiarse del dolor humano, de la necesidad de mascarillas, de remedios, de medicinas, de alimentos. Estos grupos de mafias han tratado de capturar ambiciosamente aquello que es de todos”.
Otro aspecto que evidenció es la dimensión de la crisis que vive el país, la cual tiene diversas expresiones: crisis política, social, económica, cultural, humana y espiritual y añadió: “como Iglesia, hemos querido acompañar este proceso de dificultades diciendo, con una palabra suficientemente oportuna, aquello que es necesario decir para hacer recapacitar a nuestro país”.
Propuesta eclesial: conversión personal y social
Monseñor Carlos Castillo expresó que como Iglesia peruana “hemos propiciado un proceso de conversión personal y social que permitiera a toda nuestra nación poder centrarnos en la capacidad de recapacitar”. El prelado añadió que este proceso de acompañamiento ha dado ya algunos frutos.
El primero de ellos es la “enorme solidaridad que se ha despertado en medio de la pobreza. Se han recuperado los comedores populares, las ollas comunes, la alianza entre toda la gente, nuestra Cáritas Lima que ya casi no existía, porque estaba dedicada básicamente a dos barrios, ahora se ha diversificado en todas las parroquias, se ha organizado la ayuda generalizada en los barrios más lejanos y más altos, en los cerros de alrededor de toda la ciudad”.
El obispo subrayó el trabajo de todas las diócesis por conseguir ayuda fuera del país y ponerla a disposición de todos: la ayuda internacional ha venido de amigos que nos han enviado los respiradores, las máquinas para producir oxígeno, los balones de oxígeno. Y, además, en la propia gente pobre, sencilla, en los vendedores o los comerciantes, tuvimos vendedores que han puesto precios justos, a veces muy bajos, para que la gente pueda tener oxígeno. Tenemos héroes que han entregado su vida en los hospitales ayudando a los enfermos, ayudando a las personas a poder compartir el pan, a organizar mejor los alimentos para que llegue a todos. Los servicios de las Cáritas se han vuelto más eficientes.
Los jóvenes, una generación dispuesta a servir y ayudar
El obispo de Lima subrayó: Estamos obteniendo los primeros frutos en una generación juvenil que está dispuesta voluntariamente a servir y ayudar. En ese sentido, hemos tenido signos no solamente en la Iglesia, sino signos civiles de gran importancia como la gran organización que se ha hecho por parte de los jóvenes de una marcha por la dignidad, cuando ocurrió el intento de Golpe de Estado, y en donde la dignidad y la democracia han brillado como democracia participativa y dignidad de peruanos y peruanas, de tener justamente espacios para que la corrupción no impere. Esos elementos, hermanos y hermanas, se unen a la cantidad de mártires que han entregado su vida justamente por ayudar.
Castillo también valoró el servicio dado por instituciones sanitarias públicas, “enfermeras y médicos que han muerto dejando su vida para dar vida a otros, y muchas veces han salvado las vidas de los otros dejando la suya. Estos son ejemplos de Cristo viviente en nuestros mártires vivos, que también son mártires cristianos” e instituciones como la policía y las fuerzas armadas que han prestado una gran ayuda.
Otro sector que lo ha dado todo es el clero, las religiosas y religiosos que están acompañando y dando aliento a la gente. “Hemos hecho una experiencia de renacimiento de nuestra Iglesia”, dijo el arzobispo.
De cara a las elecciones presidenciales y a la celebración del bicentenario de la independencia, monseñor Castillo expresó: “esperamos que el Señor nos suscite la posibilidad de encontrar a alguien justo” y añadió que el espíritu de la encíclica Fratelli tutti, “propicie la unidad de los peruanos y el diálogo, incluso con los sectores más alejados”.
Al finalizar, monseñor Castillo agradeció a Vatican News su trabajo y envió “un abrazo muy grande al Santo Padre que nos han sabido acompañar con todo cariño, ayudándonos en esa fe que los peruanos tenemos en este “país ensantado”, como nos dijo, que justamente, en medio de todo esto, ha sido fortalecer siempre esa fe con la imagen del Señor Morado, el Cristo de los Milagros, que es para nosotros fuente inagotable de esperanza”.