"Estamos ante un neoconstantinismo", señala el sociólogo y profesor de Comillas en entrevista con RD Fernando Vidal: "Lo que estamos viendo con Trump es si se doma el Evangelio o no"

El sociólogo, en la sede de Comillas en Cantoblanco
El sociólogo, en la sede de Comillas en Cantoblanco

el manejo que Trump hace de la Biblia, o los personajes de su alrededor, como JD Vance, el gran representante del integrismo católico en Estados Unidos, es un signo más de la superficialidad del fundamentalismo

El resultado de esta situación no es primariamente la polarización política, ni cultural, ni religiosa, sino la desigualdad económica, que es un elemento que genera una gran polarización porque la gente siente que el sistema la ha abandonado. Y la sensación de abandono acaba favoreciendo votaciones desesperadas y creando líderes desesperados

Al Papa se le ve como una cabeza de la Iglesia que es cosmopolita, que prioriza la fraternidad por encima de los nacionalismos excluyentes, que claramente habla de Dios y que ofrece una propuesta profundamente religiosa, no institucionalista, que claramente apuesta por un mundo más justo, más multilateral, donde los pobres tengan un lugar prioritario para poder poner su voz

Los sínodos de la familia, la Amazonía y la sinodalidad han intentado ser condicionados. Y frente a eso, ha habido una determinación muy consciente por parte de la Iglesia de que los poderes políticos no condicionen la libertad evangélica

La democracia sinodal no es una cuestión solo católica, sino lo que estamos pidiendo a la democracia: que caminemos juntos, que seamos capaces de tener lugares de deliberación, de discernimiento público

"Hay un nuevo sheriff en la ciudad". Así sienten sus devotos 'la segunda venida' de Donald Trump al escenario de la política mundial. Hay algunos pastores que incluso piensan que Dios le protege, que su intervención resultó decisiva para salvarlo del atentado en el que una bala le hirió en la oreja pero mató a un asistente a su mitin poco antes de las pasadas elecciones de noviembre. Y el propio magnate alimenta esas teorías.

Creen que le susurra al oído y que en cada disposición que ejecuta es como si le fuese revelada como en las tablas de la ley. Ni siquiera cuando se dan de bruces con el Evangelio y el mismísimo Papa tiene que salir a corregir las tramposas fundamentaciones esas políticas, como ha hecho Francisco en su reciente carta a los obispos estadounidenses, donde, sin citarlo, le recordaba nociones elementales del cristianismo a su vicepresidente JD Vance. Y él no pierde un instante en sacarlos del engaño. ¿Cómo hemos llegado a esto? El sociólogo y profesor de la Universidad Pontificia Comillas, tiene una respuesta muy fundamentada. Son años de decantación sociopolítica hasta llegar a una muy peligrosa conjunción: "Trump es un líder de la desesperación"

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A un mes de su segunda toma de posesión, Donald Trump ha sacudido el tablero geopolítico global y se presenta como un salvador, aunque, en pleno siglo XXI, con modos más parecidos a los del Antiguo Testamento. ¿Qué ha pasado?

Se mezclan dos procesos importantes. Primero, el resultado de esta situaciópn no es primariamente la polarización política, ni cultural, ni religiosa, sino la desigualdad económica, que es un elemento que genera una gran polarización porque la gente siente que el sistema la ha abandonado. Y la sensación de abandono acaba favoreciendo votaciones desesperadas y creando líderes desesperados.

Y Trump es un líder de la desesperación. Pero además, ese abandono económico viene ligado a un fuerte abandono cultural, a una fuerte relativización de las cosas, tanto que incluso parece difícil asegurar qué es ser pobre, qué es ser inmigrante, qué es ser humano, qué es ser familia. Y ese idealismo y frivolización han llevado a una crisis de racionalidad en la sociedad, donde nada tiene fundamento y, por tanto, lo mismo da ir hacia la extrema izquierda que hacia la extrema derecha. Y ese doble abandono económico, por una parte, y por otra parte, la falta de un fundamento cultural, espiritual y, por supuesto, religioso, conlleva religiosidades fanáticas y fundamentalistas, porque el fundamentalismo es siempre frívolo y superficial. 

Por lo tanto, abandono económico, la gran desvinculación social y una pérdida de racionalidad incluso en el ámbito religioso que conlleva esta crisis -o lo que llaman esta policrisis general- nos lleva a la situación que tenemos. Y frente a eso, la religión sufre un envite tremendamente fuerte, que es la tentación del fundamentalismo, la tentación del fanatismo.

Trump reza en el Despacho Oval con sus consejeros
Trump reza en el Despacho Oval con sus consejeros 7 Margens

Que en este caso se ha cristalizado en un nacionalismo cristiano que ha sido muy importante para llevar a Trump de nuevo a la Casa Blanca...

No tanto el nacionalismo como el supremacismo. No creo que Trump sea un patriota. ¿Por qué? Porque el patriota defiende a sus ciudadanos. Y él no los está defendiendo. Él está dividiendo y partiendo el país. A él, la nación no le importa. Lo que le importa es un determinado perfil de personas. Por eso hablo de supremacismo en el sentido de que él defiende una raza concreta y a sus aliados.

Y esa defensa del cristiano blanco es lo que está en el centro de las ideas, no sólo de Trump, sino de ese entorno de la llamada Mayoría Moral, fundada en 1974 por los telepredicadores y los baptistas del sur y de otros movimientos pentecostalistas y, también, por una parte del catolicismo más conservador.

Esa Mayoría Moral fue la que dio la victoria a Reagan y ha ido derivando. Ahora que ha perdido a sus telepredicadores, Trump está a la cabeza de toda la Mayoría Moral, a la cabeza del cristianismo más fundamentalista en Estados Unidos. 

Líder de una mayoría moral una persona que se comporta como un personaje amoral…

Sí, y una persona que es arreligiosa, que no ha tenido nunca un comportamiento religioso a lo largo de toda su vida. Pero también esto es una característica importante.

Estamos ante un neoconstantinismo. Lo que se busca es la utilidad de la religión para fortalecer el régimen autócrata que tú estás proponiendo o buscando.

¿Por qué?

Porque el fundamentalismo religioso no se debe a una profundización de lo religioso ni a una profundización de lo espiritual, ni siquiera a la profundización de lo cultural, sino que se debe al funcionalismo. Estamos ante un neoconstantinismo. Lo que se busca es la utilidad de la religión para fortalecer el régimen autócrata que tú estás proponiendo o buscando.

Se ve muy bien en el modelo ruso. Y es algo que Rusia ya anunció en 2023, con el 'pacto de la nueva era' con China, que es el uso de la religión y la asunción de todo el programa más fundamentalista del cristianismo ortodoxo como seña de identidad rusa.

Rusia contra el feminismo, contra los homosexuales, contra todas estas medidas de política de vida y familia occidentales. Y ciertamente el funcionalismo y el servilismo del mundo ortodoxo en Rusia no es algo extraordinario, sino lo que se busca. Lo peligroso es que las Iglesias, en general, que el cristianismo, se vea condicionado por el poder.

Budde pasa por delante de Trump durante el servicio
Budde pasa por delante de Trump durante el servicio RD/Agencias

¿Hay alternativa?

Creo que hay signos que están marcando que no va a ser así. Y la gran homilía de Mariann Budde[la obispa episcopaliana de Washington que pidió a Trump que tuviera piedad en su homilía en el tradicional servicio religioso tras la toma de posesión presidencial del pasado 20 de enero] es histórica.

No solamente la homilía de Budde, sino que ya el catolicismo ha defendido la libertad de los hijos de Dios. Los signos que se han ido produciendo en el Vaticano en temas de familia, toda la labor del Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral en temas de ecología, muy manifestado dentro del Sínodo de la Amazonia, o el Sínodo de la sinodalidad... Esos tres sínodos han intentado ser condicionados. Y frente a eso, ha habido una determinación muy consciente por parte de la Iglesia de que los poderes políticos no condicionen la libertad evangélica.

El manejo que Trump hace de la Biblia, o los personajes de su alrededor, como JD Vance, el gran representante del integrismo católico en Estados Unidos, es un signo más de la superficialidad del fundamentalismo

Y esta nueva realidad, ¿cómo interpela al cristianismo desde el punto de vista evangélico? Porque todo el mundo, empezando por Trump, utiliza la Biblia. Él incluso la ha vendido. Y ese fundamentalismo cristiano se agarra a la Biblia…

Es verdad que hemos mantenido a veces un catolicismo en el que se ha primado más la adhesión institucional que la profundización sinodal y religiosa. El nivel cultural que tenemos en el manejo de nuestra cultura teológica y bíblica hace que cuando llegan estas visiones tan literales con la Biblia, no tenemos a veces la cultura suficiente para discernir qué es cierto y qué no. Pero lo que sí es claro es que el manejo que Trump hace de la Biblia, o los personajes de su alrededor, como JD Vance, el gran representante del integrismo católico en Estados Unidos, es un signo más de la superficialidad del fundamentalismo.

Es un uso tan ramplón, tan superficial, tan vano, tan poco cualificado de la Biblia, que realmente debería escandalizarnos a todos y la Iglesia -me refiero a la comunidad católica- debería reaccionar diciendo que cómo se puede decir esto. Sin embargo, a veces tragamos porque nuestra cultura bíblica no está a la altura de los tiempos. Yo percibo una cierta división incluso dentro del propio cristianismo en general, del catolicismo también.

Cita al vicepresidente JD Vance. Ha habido obispos en Estados Unidos que han lamentado las duras acusaciones que ha hecho de que la Iglesia acogía a los migrantes porque recibía unas subvenciones millonarias. Pero otros han salido a defenderlo por su postura provida y de lucha contra el aborto. 

En los años 70, la estrategia de la Mayoría Moral fue fijar toda la presión política -porque era un órgano de presión política-, en dos cuestiones, el aborto y la eutanasia, que luego se desplazó también a la cuestión de género, homosexualidad, etc. Y con esos tres temas han fijado toda la agenda, intentando que el voto cristiano se determinara con esos elementos.

JD Vance
JD Vance EFE

Sin embargo, la estrategia de un asunto único como el aborto ha sido un fracaso, porque ha sido el movimiento social que más ha retrocedido en la historia. La cuestión del aborto ha sido planteada en todo el planeta de un modo tan político y frontal desde esos ámbitos religiosos que ha producido un rechazo radical, porque se lee como un intento de manejo religioso de lo político. Por lo demás, es verdad que existe una parte en el cristianismo, en la Iglesia católica, que está descontenta porque ha habido un vaciamiento en la política de la cultura cristiana.

Sin embargo, el anterior presidente, Joe Biden, era católico practicante, y otros destacados miembros del Partido Demócrata, como Nancy Pelosi. ¿Qué ha pasado?

La capacidad del cristianismo para hablar y fecundar a los partidos políticos se ha reducido porque desde los años 70 ha habido un sesgo institucionalista en el que se ha castigado, sancionado, perseguido y expulsado a grupos liberales o sociales o grupos cristianos de izquierda de la iglesia. Y ese socavamiento y esa expulsión del sistema hacen que toda esta gente sea cristiana sin hogar.

Y las bases de un partido, como el Demócrata, que era fundamentalmente católico, se han vaciado del mundo católico o esos grupos católicos se han sentido desconectados de la Iglesia y, por lo tanto, han hecho una labor mucho menor de mediación, de fecundación, de conexión con la Doctrina Social de la Iglesia.

Por lo tanto, la polarización de la izquierda en gran parte se debe a cómo los grupos o bases cristianas han abandonado sus posiciones o su vinculación con la Iglesia dentro de todo ese tejido de izquierdas. Y eso lleva a que la propia Iglesia se sienta más ajena a las agendas de la izquierda y más incapaz de poder tener diálogo interno con ese tejido político que es básico, porque es más de la mitad de la población y es prácticamente un 35% de tu comunidad religiosa.

Estamos pagando el pecado de la división dentro de la Iglesia, de la expulsión o, por lo menos, la deslegitimación de las personas que mantienen sus posiciones de izquierda o posiciones social-liberales

Estamos pagando el pecado de la división dentro de la Iglesia, de la expulsión o, por lo menos, la deslegitimación de las personas que mantienen sus posiciones de izquierda o posiciones social-liberales. Y esto nos ha llevado a la situación actual, donde, efectivamente, hay una sensación de que sólo la ultraderecha mantiene posiciones similares o que tienen afinidad con lo cristiano, cuando no es así. Yo creo que, sin embargo, la Iglesia, en medio de esta situación, tiene un mensaje tremendamente fuerte.

¿En qué sentido? 

En otros momentos de la historia, de un imperio contra otro, la Iglesia tenía una posición fácil, porque debía posicionarse con una nación o con otra, con una cultura o con otra.  Pero ahora, para esos tres elementos fundamentales que están en la base de esta crisis, -la desigualdad económica, la desvinculación social y la relativización cultural-, la Iglesia tiene respuesta para todas ellas. Y es una respuesta muy fuerte.

Muy fuerte. Y muy profunda. Porque la Iglesia tiene toda una opinión social. Ahí está la necesidad de generar sinodalidad. Y la sinodalidad no es simplemente algo interno de la iglesia, sino realmente algo que podría mejorar cualitativamente nuestras democracias. La democracia sinodal no es una cuestión solo católica, sino lo que estamos pidiendo a la democracia: que caminemos juntos, que seamos capaces de tener lugares de deliberación, de discernimiento público, que la esfera pública de comunicación sea realmente un lugar donde se discierne mejor, se busca la verdad...

Y ahí la Iglesia tiene una respuesta clara y la humildad de la obispa Budde, con su intervención en la ceremonia ante Trump, fue impactante, ha sido como un parteaguas, además de un momento muy importante. Y la figura del papa Francisco es muy relevante también en este sentido.

Sin embargo no se tienen en cuenta su autoridad moral, sus pronunciamientos ni intervenciones, tanto en favor de la paz, como, por ejemplo, en la cuestión de las deportaciones masivas ordenadas por Trump... A veces, incluso desde ámbitos eclesiales no se le hace caso.

No se le tiene en cuenta porque su mensaje, que es el mensaje del Evangelio, resulta contraproducente, no sé si contracorriente. Pero, sin embargo, las encuestas populares son muy favorables al Papa y en las encuestas sobre liderazgo mundial le señalan como el único líder que aprueba. Y aprueba con nota.

Francisco, en el balcón apostólico azotado por el viento
Francisco, en el balcón apostólico azotado por el viento EFE

Al Papa se le ve como una cabeza de la Iglesia que es cosmopolita, que prioriza la fraternidad por encima de los nacionalismos excluyentes, que claramente habla de Dios y que ofrece una propuesta profundamente religiosa, no institucionalista, que claramente apuesta por un mundo más justo, más multilateral, donde los pobres tengan un lugar prioritario para poder poner su voz.

A mí sí me parece que es una voz profética y, principalmente, por eso la voz profética genera una hiperreacción que intenta domar el Evangelio. Lo que estamos viendo [con Trump] aquí, ahora, es si se doma el Evangelio o no. Por eso, la de Budde ha resultado una voz profética, pero hay muchas otras personas con esa misma voz, porque realmente el catolicismo ha reaccionado de una forma muy unida, muy clara y con mucha sensatez a la situación creada por Trump.

La reacción del catolicismo en Estados Unidos, vinculada a todas las organizaciones no gubernamentales, a Cáritas, a la pastoral migratoria o al Servicio Jesuita a los Refugiados, pe ejemplo, ha sido una respuesta muy unánime. Esto no se puede hacer. Esto no se debe hacer.

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