La importancia de avanzar en un camino de comunión Obispos de Colombia en la 118.° Asamblea Plenaria: "Compromiso con la paz, la misión y la esperanza"
El lunes 3 de febrero, los obispos colombianos iniciaron su centésima décima octava Asamblea Plenaria
La instalación del encuentro estuvo a cargo de monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena y presidente de la Conferencia Episcopal
Durante su alocución, el purpurado reafirmó el compromiso de ser una Iglesia misionera y sinodal, transmisora de esperanza en este país que enfrentan grandes desafíos sociales
El purpurado resaltó la importancia de promover la unidad y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, aquellas que sufren el flagelo de la violencia y anhelan con esperanza despertar algún día en un país reconciliado
Durante su alocución, el purpurado reafirmó el compromiso de ser una Iglesia misionera y sinodal, transmisora de esperanza en este país que enfrentan grandes desafíos sociales
El purpurado resaltó la importancia de promover la unidad y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, aquellas que sufren el flagelo de la violencia y anhelan con esperanza despertar algún día en un país reconciliado
| Luz Marina Medina
(ADN Celam).- En la mañana del lunes 3 de febrero, los obispos colombianos iniciaron su centésima décima octava Asamblea Plenaria. La instalación del encuentro estuvo a cargo de monseñor Francisco Javier Múnera Correa, arzobispo de Cartagena y presidente de la Conferencia Episcopal. Durante su alocución, el purpurado reafirmó el compromiso de ser una Iglesia misionera y sinodal, transmisora de esperanza en este país que enfrentan grandes desafíos sociales.
En su discurso, el purpurado resaltó la importancia de avanzar en un camino de comunión, promoviendo la unidad y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, aquellas que sufren el flagelo de la violencia y anhelan con esperanza despertar algún día en un país reconciliado.
Una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión
En un primer momento, la reflexión la centró en la importancia de la sinodalidad como un estilo de vida eclesial, es decir “vivir la comunión, realizar la participación y promover la misión”. Afirmó que la conclusión del Sínodo vivido el año anterior ha dejado grandes desafíos en la Iglesia colombiana que tendrán que ser implementados ahora en las diferentes instancias eclesiales, promoviendo la participación y la escucha del pueblo de Dios.
Asimismo, enfatizó que la sinodalidad no es una moda pasajera sino un estilo de vida que no se agota y que servirá para fortalecer la unidad al interior de la Iglesia. Agradeció la generosidad y los aportes que ofrecieron los delegados colombianos que estuvieron presentes en las sesiones de trabajo durante el Sínodo que se vivió en Roma.
Peregrinos de esperanza en un mundo herido
Otro eje de la reflexión estuvo centrado en la esperanza, una virtud que se vuelve especialmente significativa en la Colombia de hoy. El prelado llamó la atención de la convocatoria hecha por el Papa Francisco a vivir un año de gracia a través del Jubileo Ordinario de 2025 bajo el lema «Peregrinos de esperanza», aseguró que este es un verdadero signo de fe que llama en medio de las adversidades a traducirse en acciones concretas de amor y esperanza.
El llamado del Papa a trabajar por la paz resonó con fuerza en el discurso inaugural, recordando que la reconciliación es una tarea urgente en un país que sigue sufriendo los estragos de la violencia. En este sentido, aseguró que la Iglesia se compromete a seguir promoviendo la justicia social y el acompañamiento a las comunidades más vulnerables, en especial a migrantes, jóvenes y personas privadas de libertad.
Una Iglesia en salida: compromiso con la misión
Con la celebración del XIII Congreso Nacional Misionero en 2024, la Iglesia en Colombia vivió un momento clave en su misión evangelizadora. Desde allí se reafirmó el entusiasmo y la urgencia de no dejar apagar la llama de la misión, seguir siendo una Iglesia en salida que trascienda fronteras y llegue a las periferias geográficas, culturales y existenciales. En esta misma línea, el arzobispo destacó la urgencia del trabajo misionero no solo al interior del país, sino en otras latitudes, a través de la entrega por parte de los laicos, consagrados y ministros ordenados.
La misión ad gentes fue señalada como una prioridad, fortaleciendo planes de evangelización que incluyan el acompañamiento a comunidades étnicas, el hermanamiento entre Iglesias y la formación de equipos misioneros integrados. “Tendríamos que valorar más el potencial ad gentes de los movimientos apostólicos donde encontramos numerosas experiencias de personas y familias que cruzan las fronteras continentales para dedicarse a la misión”, aseguró.
Reconciliación y cuidado de la casa común: una agenda inaplazable
Su reflexión también la dirigió para hablar sobre la situación del país y el papel de facilitador que ofrece la Iglesia en la promoción de la paz. Insistió en la necesidad de seguir acompañando los procesos de diálogo y construcción de paz entre el gobierno y los grupos al margen de la ley, todo ello dentro de un marco ético que garantice el respeto a la vida y a los derechos humanos.
Asimismo, abordó el compromiso con la «casa común», en línea con la encíclica Laudato si’ y los esfuerzos de la Iglesia en eventos como la COP16 de Cali. Reafirmó la urgencia de educar en el cuidado del medio ambiente y de fomentar una conversión ecológica que motive la participación ciudadana y el diálogo interinstitucional.
María, Madre de la Esperanza
Al finalizar su discurso, monseñor Múnera Correa encomendó los frutos de la Asamblea a la Virgen María, invocándola como Madre de la Esperanza. Desde el Santuario de Chiquinquirá y otros santuarios marianos del país, la Iglesia sigue pidiendo su intercesión para que ilumine el camino de una Iglesia sinodal, misionera y comprometida con la reconciliación y la paz en Colombia.