Reflexiones a partir de la propuesta de Nuevas Generaciones y el pronunciamiento de Confer-Perú "Este domingo, necesitamos un voto lúcido, discernido y profético en Perú"
Así pues, no hay un 'voto católico' dictado por la iglesia o sus pastores, sino el compromiso y la invitación a una práctica del discernimiento comprometido
El documento de Puebla ya reconoce las limitaciones de los modelos comunista y capitalista: "la idolatría del dinero en su forma colectiva" y "la idolatría del dinero en su forma individual"
Como ninguno de los sistemas sociales se puede identificar con el evangelio, es parte de nuestra responsabilidad saber discernir cuál de ellos nos podría acercar más a la utopía del reino
En nuestro discernimiento debería ocupar un lugar especial lo que Pablo nos cuenta del concilio de Jerusalén: “Lo único que nos pidieron fue que no nos olvidáramos de lxs pobres” (Gal 2,10)
Como ninguno de los sistemas sociales se puede identificar con el evangelio, es parte de nuestra responsabilidad saber discernir cuál de ellos nos podría acercar más a la utopía del reino
En nuestro discernimiento debería ocupar un lugar especial lo que Pablo nos cuenta del concilio de Jerusalén: “Lo único que nos pidieron fue que no nos olvidáramos de lxs pobres” (Gal 2,10)
| Juan Bosco Monroy Campero
Estamos a unos cuantos días de la segunda vuelta electoral en Perú y esto exige de nosotrxs la responsabilidad ciudadana de discernir y decidir nuestro voto.
Ante esto, es necesario recordar que no existe un “Voto católico” o un “Voto para defender los derechos de la Iglesia” …
Lo único que existe es el voto ciudadano y responsable buscando el bien común, el bien de todos y todas lxs peruanxs; el voto que creamos que ayudará más para que el Perú sea un país más igualitario, justo, limpio y libre en el que haya más vida para todas y todos.
Este voto responsable lo decide cada persona en su conciencia… que es el lugar de encuentro íntimo consigo mismx y con Dios. Es el lugar dónde el individuo y sólo él/ella puede llevar a cabo la valoración ética de su ser, de su comportamiento, de sus actos y decisiones y darle así sentido a su ser de persona y de creyente. Es en la conciencia donde el individuo creyente analiza, valora y reflexiona sobre la naturaleza, intención y consecuencias de sus actos y decisiones respecto de los demás y respecto a su relación con Dios (GS 16).
Por eso, la iglesia, o sus ministros, no puede ni debe decirle a lxs católicxs por quién debe o no debe votar. La tradición eclesial ha afirmado siempre que “De internis, neque Ecclesia”, en la conciencia de cada persona la iglesia no tiene autoridad ni debe entrometerse y el papa Francisco ha afirmado rotundamente:
“No es nunca el pastor el que le dice al laico lo que tiene que hacer o decir, ellos lo saben tanto o mejor que nosotros. No es el pastor el que tiene que determinar lo que tienen que decir en los distintos ámbitos los fieles… tenemos que estar al lado de nuestra gente, acompañándolos en sus búsquedas y estimulando esta imaginación capaz de responder a la problemática actual. Y esto discerniendo con nuestra gente y nunca por nuestra gente o sin nuestra gente…” (Carta al card. Ouellet, 19 de marzo de 2016).
El papa Paulo VI afirmaba que, frente a los nuevos interrogantes, la Iglesia hace un esfuerzo de reflexión para responder a las esperanzas de hombres y mujeres y que la enseñanza social de la Iglesia no interviene para confirmar con su autoridad una determinada estructura; sino que, por medio de la reflexión madurada al contacto con las situaciones cambiantes de este mundo, bajo el impulso del Evangelio como fuente de renovación, acompaña a hombres y mujeres en esta búsqueda (OA 42).
También afirma que la iglesia no puede ni debe pronunciar una palabra única o una solución con valor universal, sino que incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción.
A las comunidades cristianas toca discernir, con la ayuda del Espíritu Santo, en comunión con los obispos responsables, en diálogo con los demás hermanos cristianos y todos los hombres y mujeres de buena voluntad, las opciones y los compromisos que conviene asumir para realizar las transformaciones sociales, políticas y económicas que se consideren de urgente necesidad (OA 4).
Así pues, no hay un “voto católico” dictado por la iglesia o sus pastores, sino el compromiso y la invitación a una práctica del discernimiento comprometido y libre de las comunidades unidas a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
No hay un voto católico, pero si un voto discernido e iluminado desde la propuesta evangélica de la construcción del Reino. Esto implica la voluntad desinteresada de servicio y la atención a los más pobres que nos lleve a las innovaciones atrevidas y creadoras que requiere la situación presente (OA 42).
Esta opción y compromiso con lxs más pobres está en el núcleo central de la propuesta evangélica del reino de Papá que nos presenta Jesús, como lo encontramos en Lc 10 y Mt 25, entre otros textos y como nos lo recuerda también Francisco en Fratellin tutti (FT 56-76).
Implica una manera diferente de concebir, organizar y ejercer la economía desde la repartición de los bienes (MC 6; Hech 4), una manera distinta de ejercer la autoridad como servicio y no como dominio (Mt 20,25; Mc 10, 42-45), una manera distinta de organizar y entablar las relaciones sociales desde la solidaridad (MT 14,13-21) y una manera distinta de concebir la vida, incluso la relación con Dios (Mt 7,21-23); así lo expresa, también, Jesús al darnos a conocer como concibe la misión que da sentido a su vida ( Lc 4, 31-37) .
Esta necesidad de un cambio en la organización social de nuestras sociedades, la ha expresado muchas veces Francisco con su grito: “Este sistema no va más; es un sistema que mata a las personas, a los pueblos, a la tierra, a la vida” (Encuentro con los movimientos populares en Bolivia). El reino de Papá reclama un cambio fundamental en las actitudes personales y en la organización de las estructuras sociales.
¿Cómo concretizar esto?
El documento de Puebla ya nos indicaba un camino fundamental al invitarnos a saber escuchar el grito, el clamor del pueblo que sufre; un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante; el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales de lxs individuos y de los pueblos (DP 87-89). Francisco nos ha renovado la indicación de la ruta con su desafío en Laudato Sii: ¿Escuchamos el grito de la tierra? Y ¿el grito de lxs pobres?
Esta escucha del clamor va unida a la mirada de los rostros sufrientes (DP 32-39; DA 391-394).
Hace apenas unos meses, enfrentábamos el desafío de saber escuchar el grito de lxs jóvenes en las calles; hoy estamos ante el desafío de escuchar el grito de los pueblos andinos y amazónicos. Como dice el documento de Puebla, “La Iglesia contribuye así a promover los valores que deben inspirar la política, interpretando en cada nación las aspiraciones de sus pueblos, especialmente los anhelos de aquellos que una sociedad tiende a marginar” (DP 522).
Un aspecto fundamental de esta elección se encuentra en el modelo económico y en el ejercicio de las libertades y se ha querido plantear, no siempre con veracidad y exactitud, como la oposición entre comunismo maligno e idealizado capitalismo. Llegando, incluso, a decir que la iglesia prohíbe votar por el comunismo.
El documento de Puebla ya planteaba el análisis de estos modelos, reconociendo los límites del comunismo marxista, “la idolatría del dinero en su forma colectiva”, pero le reconoce la búsqueda de mayor justicia social y su lucha permanente contra las injustas consecuencias del capitalismo.
Pero igualmente lo hacía con el capitalismo, “la idolatría del dinero en su forma individual”. Reconocemos el aliento que infunde a la capacidad creadora de la libertad humana y que ha sido impulsor del progreso; pero afirmando que ha acrecentado la distancia entre ricos y pobres para medrar en su provecho y a expensas de los intereses de los sectores populares mayoritarios.
Y lo hace, también, con los sistemas e ideologías de seguridad nacional, que han contribuido a fortalecer el carácter totalitario o autoritario de los regímenes de fuerza, de donde se ha derivado el abuso del poder y la violación de los derechos humanos. Ponen al individuo al servicio ilimitado de la supuesta guerra total contra los conflictos culturales, sociales, políticos y económicos y, mediante ellos, contra la amenaza del comunismo. Y advierte contra el hecho de que algunos casos pretenden amparar sus actitudes con una subjetiva profesión de fe cristiana (DP 47-49; 311-314; 542-549).
Por eso afirma que “El temor del marxismo impide a muchos enfrentar la realidad opresiva del capitalismo liberal. Se puede decir que, ante el peligro de un sistema claramente marcado por el pecado, se olvida denunciar y combatir la realidad implantada por otro sistema igualmente marcado por el pecado” (DP 92).
Por eso, ninguno de los sistemas sociales se puede identificar con el evangelio y es parte de nuestra responsabilidad saber discernir, en cada momento histórico y en cada lugar, cuál de ellos nos podría acercar más a la utopía del reino.
“En la fuerza de la consagración mesiánica del bautismo, el Pueblo de Dios es enviado a servir al crecimiento del Reino en los demás pueblos. Se le envía como pueblo profético que anuncia el Evangelio o discierne las voces del Señor en la historia. Anuncia dónde se manifiesta la presencia de su Espíritu. Denuncia dónde opera el misterio de iniquidad, mediante hechos y estructuras que impiden una participación más fraternal en la construcción de la sociedad y en el goce de los bienes que Dios creó para todos” (DP 267).
En la misma dirección camina Francisco en Fratelli tutti.
Tenemos, entonces, la necesidad y responsabilidad de un voto lúcido, discernido y profético. En nuestro discernimiento debería ocupar un lugar especial lo que Pablo nos cuenta del concilio de Jerusalén: “Lo único que nos pidieron fue que no nos olvidáramos de lxs pobres” (Gal 2,10).
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