“Entonces Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”». Entonces lo dejó el diablo, y he aquí que se acercaron los ángeles y lo servían. (Mt 4, 1. 10-11)
Si sufres tentaciones de manera persistente y echas la culpa a otros, te aviso que la tentación te acompañará durante toda la existencia. Recuerda que Jesús también fue tentado desde el inicio de su vida hasta la hora de su muerte (Lc 4, 13).
Hace falta distanciarse del contexto habitual para descubrir las dependencias e idolatrías que nos amenazan, si es que no hemos sucumbido ante ellas. Jesús, alejado del Jordán, padece la tentación, y se convierte en testigo de la victoria sobre el mal.
Si te parece que estás seco, sin lozanía, porque has perdido la memoria del amor primero. Si te dominan el desengaño y el escepticismo y te vence la tentación del desánimo porque tu lucha es continua y no ves frutos esperanzadores. Recuerda que Jesús con su victoria convirtió el yermo en fresquedal.
No cedas ante la tentación y, en todo caso, levántate siempre.